domingo, 30 de septiembre de 2012

Llegaron nuevos aviones de Conviasa:¿Vendrá alguno a Mérida?



Publicamos a continuación una buena noticia que tiene muy positivo impacto para el turismo venezolano: la llegada de las primeras nuevas aeronaves que Venezuela compró al consorcio brasileño Embraer.  Este logro nos lleva a preguntarnos sobre las posibilidades de que con más aviones, Conviasa se anime a colocar en la pista del aeropuerto Alberto carnevali de Mérida, uno de estos relucientes aparatos. Sería un acto concreto del gobierno hacia el renacer del turismo en Mérida. Así lo creo.

Con gran júbilo, la gran familia del Consorcio Venezolano de Industrias Aeronáuticas y Servicios Aéreos S.A. (Conviasa), recibió en su hangar de mantenimiento las dos primeras aeronaves Embraer E190, adquiridas por el Gobierno Nacional para modernizar la flota de la aerolínea estatal.
La ministra del Poder Popular para Transporte Acuático y Aéreo, CA. Elsa Gutiérrez Graffe y el presidente de Conviasa, GB. César Fernando Martínez Ruiz, en compañía del ministro de Turismo, Alejandro Fleming, el embajador de Brasil en Venezuela, José Antonio Marconde, entre otras personalidades aeronáuticas nacionales, dio la bienvenida a los primeros dos de los veinte aviones Embraer E190, con el acostumbrado arco de agua realizado por los bomberos aeronáuticos, como símbolo de bienvenida, bendición y buena suerte.
Este logro, que tuvo su fecha de partida el pasado 22 de enero con el anuncio en el programa dominical Aló Presidente #377, desde el Salón Néstor Kirchner, por parte del Comandante Presidente Hugo Chávez Frías, se materializó este sábado con la llegada de las aeronaves a la pista del Aeropuerto Internacional de Maiquetía “Simón Bolívar”. / Prensa Conviasa

Los Cuatro Acuerdos… Electorales






Adelfo Solarte

Don Miguel Ruiz escribió el referencial libro Los cuatro acuerdos, un texto de gran impacto humano  surgido de las interpretaciones hechas a partir del legado filosófico encerrado en la sabiduría tolteca.
Los cuatro acuerdos del Doctor Ruiz pretenden ser una guía para conducirnos sin sufrimientos en nuestro tránsito por la vida.
Nuestros cuatro acuerdos electorales no tienen, ni remotamente, tan ambiciosa meta, pero creo oportuno manifestarlos en vísperas de un nuevo momento electoral que implica la movilización multitudinaria de distintas visiones de país pero, confío en lo más profundo, todas movidas por la creencia de que podemos vivir mejor no sólo en términos materiales sino también desde la perspectiva espiritual, mental y afectiva. Es decir, también el propósito debe ser, sin más, alcanzar un país alejado de los factores que pueden activar el sufrimiento en sus distintas acepciones.

El primer acuerdo: votar. Ese debe ser el primer acto natural de quienes participamos en democracia. El 7 de octubre implica levantarse temprano y acudir al centro de votación que nos corresponda y, civilizadamente, esperar nuestro turno de ejercer el voto por aquel que consideremos interpreta nuestra aspiración de vivir mejor. Pese a que no pronunciemos ni una sola palabra, votar, plasmar nuestro voto, implica un poderoso verbo, un discurso de lo que pensamos y deseamos. Por tanto, quien vota, más allá de los resultados, debe sertir que hizo su parte, colocó su ladrillo en la pared. Es un acto democráticamente liberador.


El segundo acuerdo: confiar. Si usted va a votar es porque confía en la posibilidad de que su voto se concrete tal cual lo ha expresado. Votar conlleva a depositar un mínimo de confianza en el proceso comicial. Además, no sólo las propias autoridades lo han dicho sino también las partes políticas que acuden al acto y algunos analistas internacionales serios: todo indica que el sistema electoral es capaz de producir resultados confiables. O lo que es lo mismo: la opción ganadora se corresponderá con la voluntad popular, más allá de cualquier elemento perturbador que se genere que, no obstante, no llegaría a empañar el resultado final.



Tercer acuerdo: respetar. Tal vez sea el acuerdo  electoral que más cueste concretar. Una vez conocidos los resultados, tanto ganadores como no ganadores deben exhibir su total capacidad cívica y madures democrática. Es el momento cuando se mide el talante pacífico y de respeto al otro, expresado por aquellos que han estado durante meses debatiendo y promocionando a sus candidatos. Respetar es más duro para aquel que no ha obtenido la victoria. Pero si hemos votado, hemos confiado, debemos comprender que el resultado es una expresión de una mayoría cuya decisión merece nuestro aval como partes actuantes en el juego democrático.


Cuarto acuerdo: trabajar. Aquellos que resultaron ganadores como opción política, me refiero a los ciudadanos que votaron por el candidato que sencillamente obtuvo más votos, tendrán al día siguiente de las elecciones el mismo el mismo país que habitan los que no pudieron alcanzar la mayoría. Eso implica hermandad, vecindad, unión entre iguales. La celebración, el festejo, al igual que la tristeza e incluso la rabia, son compresibles emociones humanas pero deben tener su momento, su proporción. Luego, pasada la página de la historia electoral,  cada quien tiene una sola opción: trabajar para vivir y para construir aquello que justifica nuestra transito por el mundo: su felicidad, la de los suyos, la de un país mejor. Los que ganaron ciertamente lo harán con el ánimo y la esperanza de tiempos mejores. Los que perdieron siempre tendrán la opción de soñar pero, al igual que a los otros, les toca trabajar para alcanzar lo que desean.
Son cuatro a cuerdos sencillos pero cuya aplicación permite transitar una nueva etapa en paz y  respeto, tal como se supone es el signo de los venezolanos. Votar, confiar, respetar y luego trabajar...Ese debe ser el acuerdo.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Es mejor hacer que anunciar





Vino a Mérida el ministro del Poder Popular para el Turismo, señor Alejandro Fleming, cargado de anuncios positivos para el turismo merideño.
El ministro siempre ha sido muy optimista con respecto al turismo merideño. Es decir, siempre habla de un futuro en el que el teleférico estará inaugurado, el aeropuerto Alberto Carnevali estará nuevamente de puertas abiertas, con varias aerolíneas prestando servicio, sin dejar a un lado al aeropuerto de El Vigía que seguirá operativo, también con varias aerolíneas funcionando.
Una Mérida con vías de comunicación óptimas y abiertas, seguras y bien señaladas; una Mérida con empresarios del sector (hoteleros, posaderos, operadores, transportistas, propietarios de restaurantes, entre otros) felices por el apoyo gubernamental y trabajando mano a mano con los entes respectivos. Una Mérida en la que el turista que llega se va a regañadientes porque lo que quiere es quedarse y seguir disfrutando de gente amable, precios económicos, servicios de primera, accesibilidad y movilidad garantizada y todo en un ambiente limpio, ordenado y seguro. ¿Qué más pedir?
En realidad de esa lista hay muchas cosas que ya tenemos y que sin ser perfectas, funcionan bastante bien (por ejemplo la atención de la gente, la señalización y una relativa seguridad).
Pero en lo que respecta a la parte que está en manos del gobierno, sobre todo las relativas a las obras, la situación sigue provocando un cada vez más robusto escepticismo.
De esa situación de incredulidad tiene mucha responsabilidad, paradójicamente, el propio ministro Fleming con sus reiterados anuncios que tiene el detalle de las fechas incumplidas. Puede que el alto funcionario esté motivado por las mejores intensiones hacia Mérida, pero el reiterado decir que algo se va a hacer en esta o aquella fecha y luego decir, sin ningún tipo de rubor, que ya no será este año sino el otro, y así sucesivamente durante meses y meses, deja en la boca un extraño sabor a engaño.
En pocas palabras, uno quisiera creer que es verdad que al Teleférico lo van a inaugurar (aunque sea parcialmente) el próximo 2013,  pero si tal promesa fue hecha con redoblantes en 2010, 2011 y 2012, pues pensar que el 2013 “ahora sí va la cosa” no deja de ser un ejercicio exigente de credulidad.
En esa misma tónica, al aeropuerto Alberto Carnevali no hay promesa que no se la haya hecho. Incluso por allí ruedan todavía las fotografías de una aerolínea que llegó a aterrizar un avión y todo, para emoción de los merideños (nos referimos a LaMia). Pero con el mismo ímpetu que toma un avión para despegar, así se han ido los anuncios de reapertura. En este ENLACE puede leer una nota publicada en un medio oficial sobre la emocionante llegada del avión de Lamia.
A estas alturas el mejor consejo  para las autoridades sería suspender los anuncios hasta tanto no se termine de hacer lo que deba hacerse. Sería una grata sorpresa que un buen día escucháramos el ir y venir de las aerolíneas comerciales sobre Mérida y que alguien se pregunte: Pero bueno… ¿En qué momento reabrieron el Alberto Carnevali? Eso si sería una sorpresa grata que todos aplaudiríamos. La foto de este post es de Luis Gabaldón.

El trole: avance y preocupación





Los merideños sumaron este fin de semana 2,7 kilómetros de nuevas vías al sistema de transporte masivo trolebús. Ahora una persona podrá hacer el viaje desde Ejido hasta el Mercado Periférico de Mérida usando este sistema, que se soporta en vías exclusivas. Es, a todas luces, una buena noticia para los usuarios y para la ciudad misma.
En la otra cara de esta moneda nos encontramos, sin embargo, un signo de interrogación. Este tramo añadido lleva el total de vías efectivamente construidas del trolebús a 13,1 kilómetros. Entre la estación central y La Hechicera hay poco más de 18 kilómetros, lo que quiere decir que para terminar la línea 1 faltan alrededor de 5 kilómetros. Si tomamos en cuenta que la construcción del trolebús se inició en marzo del año 2001, quiere decir que se han construido menos de kilómetro y medio por año. A ese ritmo, para completar sólo la línea  1 harán falta cuatro años más. Mucho tiempo si tomamos en cuenta que todas las líneas del trole tenían que estar operativas en menos de 10 años.
Oara conocer la versión oficial de la inaguración del segundo tramo, les recomiendo ingresar directamente a la página de Tromerca.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Ojalá fuese sólo la basura





Difiero de aquellos que piensan que el problema de Mérida, en esta hora menguada que vive la ciudad, está limitado a la recolección de desechos sólidos. Más claro aún: no es el presente un problema de recoger o no la basura.
Los desechos amontonados y regados por aceras, calles, plazas, avenidas, esquinas y rincones, no son otra cosa que la punta del iceberg de un problema que no sólo revela la incompetencia de las autoridades políticas de la ciudad (el alcalde y los concejales) sino que también devela la inmisericorde actitud anticiudadana de muchos de los que habitamos esta pedazo de los andes.
Lo anterior no es un intento por minimizar la gravedad del problema de recolección. Si usted deja un día a la ciudad de Mérida sin servicio de recolección de desechos, al final de ese día se habrán sumado en los pipotes, toneles, cestas y contenedores 150 mil kilos de basura. ¿Se acuerda usted de aquellos aviones grandes de Avensa y Servivensa que aterrizaban en Mérida en tiempos mejores para el aeropuerto? Esos aparatos pesaban 80 mil kilos cada uno (es decir 80 toneladas). Pues bien, cada día los que habitamos la ciudad generamos con nuestras actividades el equivalente en peso a dos de esas enormes aeronaves. No hay que ser pues un Albert Einstein e inventar una ecuación especial para saber que en poco más de una semana hay la impresionante cifra de un millón y medio de kilos de basura varados en nuestra cotidianidad.
Así pues, recoger la basura es un tema prioritario pero, insisto, no es más que la expresión de otros asuntos previos no resueltos.
Por ejemplo, ayer domingo recorrí la calle 26, Campo Elías, y más allá de la basura acumulada en bolsas, era evidente que la otra basura, la del papelito, el vaso de plástico, la servilleta, el envoltorio de la chuchería, las colillas de cigarrillos, los periódicos viejos, las botellas y bolsas plásticas, competían en importancia con el problema, hijo de la no recolección. Había tanta basura regada – evidencia de ciudadanos inconscientes – como basura almacenada en la frustrante espera de un camión que la recogiera.
Recordemos una cosa: cuando salimos de viaje y visitamos algunos de esos países que algunos llaman desarrollados, de seguro la impresión que nos acompañará siempre será la de haber estado en un lugar limpio, aseado, ordenado, pulcro. Humanamente eso nos impresiona.
Pero cuando llegamos a nuestra casa, la ciudad de Mérida, algunos pasamos a “modo cerdo urbano” y pareciera que vamos llenando nuestro entorno de basura ¿Para sentirnos a gusto?
Puede que se compren camiones y recojan nuevamente la basura pero, de fondo, seguirá existiendo una colectiva generación de desechos cuya única posibilidad de cura es que admitamos que cada uno de nosotros puede ser el paño con el que Mérida se limpia la cara o bien, la mancha que la desfigura.

Apartamentos por allá, necesidades por acá



Todos sabemos que acá en Venezuela se hacen esfuerzos (para algunos no muy afortunados) de construir algo así como un cuarto de millón de viviendas por año (más específicamente entre 250 mil y 300 mil casas o apartamentos). Esto es así porque sólo en nuestro país hacen falta alrededor de tres millones de viviendas para que todo el mundo viva en su propio techo, una aspiración primaria de cualquier familia.
Mientras buscamos corregir semejante desface entre lo que tenemos y lo que necesitamos, nos llegan noticias de otras partes del mundo en donde se han construidos casas y apartamentos pero nadie los habita. Son pueblos y ciudades fantasmas. Esto ocurre con mucha frecuencia en España, Irlanda o China. En este último país existe una ciudad llamada Chenggong donde hay más de 100.000 departamentos nuevos sin ocupar, según escribió en un blog Holly Krambeck, del Banco Mundial, citado por la BBC.
En el caso de China los caballos van delante de las carretas. Se construye antes de que la necesidad se asome. Usted sabe: cosas de la bonanza económica que, no obstante, ahora amenaza a la poderosa economía china  por los efectos de los que algunos caracterizan como una nueva burbuja inmobiliaria.
Lo anterior, no hace más que demostrar que este mundo es cualquier cosa menos justo. Mientras por un lado sobran los apartamentos, en muchos lugares de Africa, Latinoamérica o la misma Asia, familias enteras sólo tienen como techo un cielo sin estrellas.

Lea en este enlace el reportaje de la BBC donde se nos muestra el caso de chino de las ciudades fantasmas.

Navidad a la fuerza





La Navidad habita en el mes de diciembre. Usar agosto o septiembre  Para hablarnos de Navidad es como dar el "feliz año nuevo" en junio. Es raro, no pega. Hablo de un asunto de tradiciones, de sensaciones, de la fijación infantil que nos produce diciembre y su Navidad.
Lo que vemos ahora, es decir que desde agosto se nos empieza a vender la Navidad no es más que un ardid comercial para hacernos gastar dinero, para anticiparse a nuestras carteras. Eso no tiene, en lo absoluto, nada de navideño, de espiritual, de lo que dicen los jingles de las publicidades “de tiempos de amor y paz”. Para nada: es un acto de venta adelantado que, en lo personal, me cuesta tragar.
El comentario viene a cuento porque ya muchas vidrieras de las tiendas de Mi Ciudad se adornan con arbolitos, San Nicolás, bambalinas y guirnaldas rojas, verdes y doradas. Es como meternos el almuerzo a las siete de la mañana. La navidad para diciembre. ¡Por favor, no le maten el encanto!