domingo, 15 de diciembre de 2013

Los puntos suspensivos del 2013





Esta no es una clase de lenguaje y redacción. Pero para efectos del tema que trataremos hoy debo decir que los puntos suspensivos son los signos de puntuación con mayor impacto emocional. Veamos lo  que las normas dicen sobre los estos tres puntitos  colocados de forma sucesiva.
Los puntos suspensivos se usan cuando se omite algo o se deja la oración incompleta y también para indicar duda, inseguridad, temor o sorpresa con una forma de expresarse entrecortada. En otros casos los usamos para cuando se deja sin completar una enumeración e incluso cuando queremos darle emoción a una frase como en este ejemplo: “Y en lo más interesante... se apagó la luz”.
Bien, ya sabemos algo más sobre los puntos   suspensivos. Esos tres puntos son los que necesitamos para colocarlos al final de lo que nos deja Mérida en cuanto a obras y servicios con miras al  2014.  Es decir, el 2013 no termina con un punto y final en cuanto a obras, sino que por distintas circunstancias debe recurrirse al incierto destino de los puntos suspensivos.
¿Cómo es este asunto de lo suspensivos?  Muy sencillo. Veámoslo con el tema del Teleférico. Se había dicho y redicho que esta obra tendría un 2013 con algún asomo claro de que las cosas estaban marchando bien en cuanto al tiempo de ejecución. Pero llegó el fin de año y entonces nos sorprende el anuncio de que la obra ya no se terminará a tiempo debido a condiciones adversas en la zona generadas por las bajas temperaturas, nubes y lluvia, situación que ha afectado el desarrollo de  la obra  allá en  las alturas de nuestra sierra. Suena comprensible. Pero en vez de decirnos que esta primera etapa de los    trabajos se inaugurarán, por ejemplo en febrero o marzo, recibimos la  información, en boca del propio Ministro Andrés Izarra, de que será en el último trimestre del 2014 cuando esta etapa de los trabajos se termine. Es decir, hay mal tiempo en diciembre de 2013 y, como si nada, se lanza la culminación de los trabajos para casi dentro de un año, a finales del 2014. Un mal tiempo, por lo visto, de un muy   extraño comportamiento. Pero ya de esta clase de retrasos al infinito, estamos acostumbrándonos. No quiero ser profeta, ni vidente, ni nada que se le  parezca, pero con una obra que lleva más de 5 años (desde agosto de 2008) en ejecución, y hasta con  cuatro fechas traicionadas de terminación, este 2014  que se asoma tampoco parece ser el año en el que tengamos teleférico. Puntos suspensivos para la principal atracción turística de Mérida y de buena parte del país.
Con respecto a los trabajos del Trolebús, en su conexión Mercado Periférico – Paseo de La Feria, tampoco hubo apego a los anuncios. Nisiquiera se pudo entregar la estación Los Conquistadores. No criticamos: informamos lo que pasó.
El 2013 también deja los puntos suspensivos sobre el servicio de aseo urbano. No pudimos o supimos resolver el problema de la recolección de desechos. Veremos si este 2014 le colocamos punto y aparte a los desechos en  cada esquina, las mocas, ratas y zamuros.

Por lo demás, decenas de obras que  no caben en esta lista – entre públicas y privadas-   tendrán que esperar tiempos mejores en cuanto a disponibilidad de materiales para colocar el último ladrillo. 

La historia del compartir




Hace unos días acerté a sintonizar en la televisión, por casualidad, uno de esos buenos documentales que suelen transmitir en el canal de National Geographic sobre exóticas y lejanas culturas. Deje tranquilo el control remoto cuando observé un rostro de rasgos indígenas, concentrado en la caza de una liebre. El personaje era más bien menudo, de tez tostada por el sol y el frío que pega en las alturas, arropado con varias pieles y coronado con un gorro colorido y notablemente grueso.
Era un hombre solitario,  de unos 22 años de edad - según contó en la entrevista – y aunque joven, ya calificaba como un verdadero experto en el arte de cazar sus presas para poder subsistir.
Contó que allá en las montañas de una región de China, cercana al Tíbet, la vida es sumamente dura. Explicó que todos los días hay que intentar proveerse de alimento, el cual es escaso. El cazador comentó con sencilla pero a su vez aplastante lógica que cada día es un regalo de vida y que corresponde honrar el aliento que nos da el creador con el esfuerzo cotidiano y constante de sobrevivir. Y eso incluía conseguir el alimento como primera norma. Cazar era para él un   acto de vida y aunque de una dureza extrema, servía   para honrar la vida.
Más adelante el mismo cazador contó que era norma   en esos parajes compartir la cacería con los escasos vecinos de la zona.
De allí que ese hombre menudo, tras un largo día de intensa y paciente cacería, de la que sólo pudo   lograr una pequeña liebre, preparó al animal, le quitó la piel (la cual sería usada para venderla en  el mercado) cortó la carne en trozos y los unió en una   especie de paila con un  puñado de verduras. De alguna forma  se comunicó con los otros cazadores de la zona  y  compartió el trofeo que ese día les permitía comer al menos una vez.
Esa escena sorprendente, la del compartir lo poco logrado con esfuerzo, me hizo reflexionar  profundamente en días sucesivos sobre lo que significa, verdaderamente, el compartir.
Por un lado, en el caso de este solitario cazador, quedó claro que la costumbre ordenaba compartir por una sencilla razón: la posibilidad de cazar es tan efímera que aquel que tiene suerte debe ayudar a otros a comer porque serán éstos quienes te pueden ayudar a afrontar un día de hambre. Es un compartir labrado por la  ferocidad de ese modo de vida pero que en el fondo es aceptado como parte de un ritual humano de hermandad. Es probable que si un buen día todos tuviesen la fortuna de una cacería productiva, compartirían casa por casa.
A los ojos de quien vive en una ciudad sometida a los rigores de la sobrevivencia – a veces en iguales términos de subsistencia   - compartir lo poco que    se ha logrado en un día de duro trabajo no deja de ser un ejercicio de estupidez. Algo así como trabajar para los    demás. “Eso no tiene  sentido”, me dijo un amigo cuando le  comenté lo  que había visto en la televisión.
En realidad visto el compartir en términos culturales tan pragmáticos como lo planteado en el documental de la televisión – te doy porque tú eres mi única opción de sobrevivencia – una práctica  semejante en nuestro entorno urbano y poco humano, sería algo menos que imposible.
Sin embargo, creo que existe el otro compartir, el que no entraña tal vez ese acto de sobrevivencia extrema pero que rescata el lado solidario de quien lo  practica.  El dar sin esperar a recibir nada a cambio. El dar parte del esfuerzo. El dar parte de nuestro tiempo. El dar parte de nuestro intelecto. El dar parte  de nuestros bienes. El dar parte de nuestros afectos. Por alguna razón todos hemos compartido algo y nos hemos quedado en silencio, sin anunciar nuestro gesto, sin promoción ni publicidad, anónimamente, a disfrutar de ese sabor en el alma de sentir que aún  somos seres de bondad.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Accidentes viales: un final de película



La muerte del actor Paul Walker, protagonista de la famosa serie de películas de acción The Fast and the Furious (en nuestro idioma Rápido y furioso) ha conmocionado al mundo del espectáculo   internacional y, en función de la fama del personaje, a muchas personas alrededor del mundo, venezolanos incluidos.
Los comentarios sobre el terrible final de Walker han llenado las redes sociales, en la mayoría de los casos con muestra de pesar.
Según las informaciones de varios medios en Internet, Walker falleció cuando el Porsche rojo deportivo en el que viajaba se estrelló contra un árbol y se incendió la tarde del sábado, en la localidad de Santa Clarita, en el condado de Los Ángeles. Walker no conducía pero iba de acompañante junto a otro hombre que también falleció en el lugar del accidente. Casualmente esas mismas calles de Los  Ángeles sirvieron de escenario para varias de las escenas en las que Walker, personificando al agente encubierto Brian O'Conner, aceleraba a más no poder los audaces vehículos que dan sentido a la taquillera película Rápido y Furioso (con ese nombre, es obvio que la película alardea de la velocidad sobre el asfalto).
Pues bien, con la certeza de que la tragedia de Paul Walker ha volcado la mirada, aunque sea de forma efímera, sobre el tema de los accidentes viales, tal situación nos obliga, en el mejor de los sentidos, a aprovechar este momento para recordar el paradójico final que la vida real – y  no el glamur y las candilejas de Hollywood   - le tenían reservado al famoso actor norteamericano.
Si bien en la película Rápido y Furioso parece natural poner el pie en el acelerador y esperar, por tal temeridad, el asedio de hermosas mujeres, la realidad es que la principal causa de muerte en las carreteras del mundo sigue siendo el exceso de velocidad.
Las cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) son pavorosas: “todos los años, más de 1 millón 300 mil personas mueren como consecuencia de accidentes en las vías de tránsito y nada menos que otros 50 millones sufren traumatismos. Más del 90% de las defunciones se producen en los países de ingresos bajos y medianos”, como Venezuela.
En lo que a nuestro país se refiere, cifras del Instituto Nacional de Tránsito Terrestre indican que en el año 2012,  por ejemplo, más de 7 mil personas murieron en las calles, avenidas y autopistas de Venezuela, producto de siniestros viales. Esa cantidad, llevada a una calculadora, pone de manifiesto que cada día 20 venezolanos dejan su último aliento sobre el asfalto. Dicho de otro modo, cada 90 minutos, como mucho,  perdemos a alguien en un accidente de  carretera.
De ese total de desgracias viales, el 56% corresponde al exceso de velocidad, 17% a las imprudencias, 14% al la ingesta de alcohol, 8% al deterioro de la vialidad y un 3% por fallas mecánicas.
Venezuela ocupa el primer lugar, en cuanto a tasa de  accidentes, en comparación con el resto de los países de la región, donde la situación tampoco es muy buena.
Por ejemplo,  según la OMS, en el año 2007 murieron 6 mil 218 personas en Venezuela por accidentes viales. Ese mismo año en Argentina los fallecidos fueron 4 mil 063, muchos menos que en Venezuela, pero con la aclaratoria de que Argentina tenía  40 millones de habitantes ese año, versus apenas 27 millones y medio de Venezuela. Señores: tenemos un problema muy grave en nuestras manos.

En la película Rápido y Furioso, Hollywood sustituirá a Paul Walker por otro actor. Y en las pantallas el rugir de los motores seguirá escuchándose, trepidante, por las calles de Los Ángeles. En la vida real el cuerpo de Walker estará enterrado en algún cementerio, cumpliendo el mismo destino, crudo pero verdadero, que por lo menos les tocó sufrir a 7 mil venezolanos el año pasado. Es un duro final de película.

Diciembre nos llena





Estas últimas semanas, en las que el consumo intenta ser la medida de la felicidad, nos han dibujado un país distorsionado. No cuestiono a nadie que, en un intento por rendir el dinero, haya hecho una cola de dos días para comprar una cocina, una lavadora  o un televisor. Nadie tiene que apuntar con el dedo a los demás ¿A cuenta de qué?
Pero es claro que ese país no es real porque no es sostenible. En algún momento el bolsillo dirá “no aguanto más” o en otros, los menos, la sala de la casa parecerá más bien una vidriera de algún local de  la avenida 3. El éxtasis consumista tendrá un final o al menos una larga  pausa.  

Como diciembre nos llena de otros sentimientos, aspiro a que estos días abramos menos la cartera  y más los corazones, los  brazos para abrazar, la paz para perdonar. Diciembre nos llena. 

domingo, 24 de noviembre de 2013

¿Estamos de acuerdo?




El texto que sigue fue escrito el 30 de septiembre del año 2012, previo a las elecciones presidenciales del 7 de octubre de ese año, acto en el que resultaría victorioso el ahora fallecido Presidente Hugo Chávez Frías.
Desde aquel momento hasta ahora han pasado situaciones políticas que pudiéramos calificar, si bien no necesariamente extremas, al menos, sí, complejas y de delicadas repercusiones para el cuerpo social del país.
Cada vez que los  venezolanos acudimos  a votar lo  hacemos, como es de esperarse, con distintas visiones. Lo que buscamos con este escrito es que  pese a las diferencias políticas, el destino de la patria esté soportado en la posibilidad de reconocernos como habitantes de un país que no puede fragmentarse en función de las pasiones de un momento político que, a fin de cuentas, es sólo un   paso más en el largo camino de una vida mejor.
Aquí reproducimos el texto -  con las correcciones de  fecha que el caso amerita – ya que entendemos que siempre necesitamos recordarnos que la violencia no es una opción. 



El escritor mexicano Miguel Ruiz escribió el mundialmente famoso libro Los Cuatro Acuerdos, un texto de gran impacto humano surgido de las interpretaciones hechas a partir del legado filosófico encerrado en la sabiduría tolteca.
Los cuatro acuerdos del Doctor Ruiz pretenden ser una guía para conducirnos sin sufrimientos en nuestro tránsito por la vida.
Nuestros cuatro acuerdos electorales no tienen, ni remotamente, tan ambiciosa meta, pero creo oportuno manifestarlos dada la cercanía del proceso  electoral planteado  para  el domingo 8 de diciembre acto que implica la movilización multitudinaria de distintas visiones de país pero, confío en lo más profundo, todas movidas por la creencia de que podemos vivir mejor no sólo en términos materiales sino también desde la perspectiva espiritual, mental y afectiva. Es decir, también el propósito debe ser, sin más, alcanzar un país alejado de los factores que pueden activar el sufrimiento en sus distintas acepciones.

El primer acuerdo: votar
Ese debe ser el primer acto natural de quienes participamos en democracia. El 8 de diciembre implica levantarse temprano y acudir al centro de votación que nos corresponda y, civilizadamente, esperar nuestro turno de ejercer el voto por aquel que consideremos interpreta nuestra aspiración de vivir mejor. Pese a que no pronunciemos ni una sola palabra, votar, plasmar nuestro voto, implica un poderoso verbo, un discurso de lo que pensamos y deseamos. Por tanto, quien vota, más allá de los resultados, debe sentir que hizo su parte, colocó su ladrillo en la pared. Es un acto democráticamente liberador.


El segundo acuerdo: confiar

Si usted va a votar es porque confía en la posibilidad de que su voto se concrete tal cual lo ha expresado. Votar conlleva a depositar un mínimo de confianza en el proceso comicial. Además, no sólo las propias autoridades lo han dicho sino también las partes políticas que acuden al acto y algunos analistas internacionales serios: todo indica que el sistema electoral es capaz de producir resultados confiables. O lo que es lo mismo: la opción ganadora se corresponderá con la voluntad popular, más allá de cualquier elemento perturbador que se genere que, no obstante, no llegaría a empañar el resultado final.



Tercer acuerdo: respetar

Tal vez sea el acuerdo  electoral que más cueste concretar. Una vez conocidos los resultados, tanto ganadores como no ganadores deben exhibir su total capacidad cívica y madures democrática. Es el momento cuando se mide el talante pacífico y de respeto al otro, expresado por aquellos que han estado durante meses debatiendo y promocionando a sus candidatos. Respetar es más duro para aquel que no ha obtenido la victoria. Pero si hemos votado, hemos confiado, debemos comprender que el resultado es una expresión de una mayoría cuya decisión merece nuestro aval como partes actuantes en el juego democrático.


Cuarto acuerdo: trabajar

Aquellos que resultaron ganadores como opción política, me refiero a los ciudadanos que votaron por el candidato que sencillamente obtuvo más votos, tendrán al día siguiente de las elecciones el mismo país que habitan los que no pudieron alcanzar la mayoría. Eso implica hermandad, vecindad, unión entre iguales. La celebración, el festejo, al igual que la tristeza, e incluso la rabia, son compresibles emociones humanas pero deben tener su momento, su proporción. Luego, pasada la página de la historia electoral,  cada quien tiene una sola opción: trabajar para vivir y para construir aquello que justifica nuestra transito por el mundo: su felicidad, la de los suyos, la de un país mejor. Los que ganaron ciertamente lo harán con el ánimo y la esperanza de tiempos mejores. Los que perdieron siempre tendrán la opción de soñar pero, al igual que a los otros, les toca trabajar para alcanzar lo que desean.
Son cuatro a cuerdos sencillos pero cuya aplicación permite transitar una nueva etapa en paz y respeto, tal como se supone es el signo de los venezolanos. Votar, confiar, respetar y luego trabajar...Ese debe ser el acuerdo.


viernes, 22 de noviembre de 2013

20 mil veces gracias



El Blog MI CIUDAD alcanzó sus primeras 20 mil visitas.  Desde que decidiéramos darle vida a este  espacio, se generó, como todo en la vida, la responsabilidad de alimentarlo. Ya van más de 250  entradas (o post)  cada uno, una intención de generar discusión, opinión, comprensión  y  debate  sobre  los temas que nos llenan a Mérida que, a fin de cuentas,  es MI CIUDAD,  tu ciudad, nuestro espacio. Con Mérida como pretexto, podemos abordar los problemas que llaman la atención  de los  espacios urbanos  modernos. Es por ello que vemos a Mérida como un laboratorio donde se pueden analizar esos asuntos que   marcan   tendencias en todas nuestras urbes.

Claro,  20  mil es sólo un número. Pero para nosotros significan personas con el interés en estos temas. A ustedes gracias por las visitas y  por los encuentros que vendrán.

Un decorado navideño le hace marco a la cultura ciudadana



Como parte del Proyecto Interinstitucional Cooperativo Vida Pública y Cultura Ciudadana  el Grupo de Investigaciones sobre El Espacio Público (Gisep),  de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad de Los Andes, y la Empresa Venezolana de Teleféricos (VENTEL) invitan a los merideños a participar en las actividades organizadas para celebrar la llegada de las festividades navideñas. 
En tal sentido este sábado 23 de noviembre, a partir de las 9:00am, las citadas instituciones estarán sumando  su   alegría pre  decembrina junto a miembros de las comunidades adyacentes al Parque Ruíz Fonseca, ubicado en la Avenida Urdaneta, cerca del Colegio Fátima.  Todos estarán elaborando en forma participativa la ornamentación del mobiliario del Parque utilizando para ello materiales de desechos. 
Más adelante, el día sábado 30 del mes en curso, se realizará una   nueva  reunión,  abierta a todo aquel  que  desee  participar, a efectuarse en el mismo Parque Ruíz Fonseca para regalarle a la ciudad un espacio para el encuentro y la convivencia, colocando los adornos y disfrutando de un programa artístico musical con diversas agrupaciones provenientes del Sector Santa Rosa, el Sistema de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles del Estado Mérida, la Universidad Politécnica Santiago Mariño, AMEPANE y la Dirección de Cultura y Extensión de la Universidad de Los Andes, entre otros.   
Se trata del   inicio   de una   serie de acciones centradas en el rescate de  los espacios  públicos  como herramienyta  pata vida  pública  y  el  engradecimiento de  nuestra cultura ciudadana.

domingo, 17 de noviembre de 2013

En el 2014… ¿Seguirá reinando la basura?



Una de las ciudades más importantes de Europa estuvo, durante casi dos semanas, viviendo en  cuerpo y alma lo que los merideños padecemos desde hace meses: la acumulación de basura en cada esquina, en cada calle, en cada  plaza, en cada rincón de la ciudad.
Me refiero a la crisis de salubridad que mantuvo a la  capital española, Madrid, a un paso de declararse en  emergencia sanitaria. Este domingo 17 de diciembre, tras largas deliberaciones, las autoridades del ayuntamiento madridista y los sindicatos en pugna por lograr mejoras laborales, llegaron a un  acuerdo  que ha permitido suponer la vuelta a la normalidad, esto es: una ciudad que destaca por su limpieza y pulcritud pese a ser una las más pobladas del viejo continente con más de 3 millones de habitantes  (cantidad que  asciende a más de 6 millones si se incluye la  zona metropolitana).
La pestilencia, la presencia de alimañas, roedores así como el mal aspecto y aversión que semejante escenario produce en cualquier ser humano, fueron la nota resaltante de Madrid estos días de noviembre y pese a que ya el problema haya sido conjurado, puso en relieve algunas claves importantes sobre la   trascendencia del servicio de aseo urbano y domiciliario en las ciudades modernas.
Un primer aspecto que resulta evidente a partir de la crisis de la basura sufrida en Madrid durante estas dos semanas es que una ciudad -  sobre toda una de las proporciones de la capital de España - necesita de un servicio permanente y, digamos, profesional, de limpieza y recolección de desechos. Es decir, más allá de la conciencia cívica que los ciudadanos puedan manifestar llegará un momento en el cual se hará inviable la autorregulación de la producción de los desperdicios que diariamente genera la dinámica de la vida moderna, por lo que será impostergable la activación inmediata de los servicios de limpieza, so pena de terminar enterrados, literalmente, bajo la inmundicia.
Lo segundo es que los seres humanos, dados nuestros  hábitos de consumo actuales, somos verdaderas máquinas de producir desechos y que la huella que dejamos sobre el territorio, en cuanto a impacto ambiental, es proporcional al consumo y poder adquisitivo de los habitantes.
La crisis española demostró que pese a la vital necesidad de mantener la limpieza, la decisiones políticas, la gerencia, la gestión pública, juegan un papel  muy destacado en el camino de atender con urgencia este tipo de situaciones que puede golpear a cualquier ciudad y que la coloca contra las cuerdas en cuanto a su viabilidad como espacio para la vida. O sea: las crisis con la basura no son hechos anecdóticos sino verdaderas situaciones límites que deben ser atendidas. La clase política de Madrid lo comprendió a tiempo.
Ahora bien ¿Qué podemos tomar los merideños, Mérida como ciudad, de este ejemplo reciente de atención a una crisis generada por la basura, en este caso más allá de la inmensidad del océano Atlántico?
Parece claro que en nuestra ciudad el problema sigue campante, con la basura aún como dueña y señora de los espacios públicos.
Como los hábitos de consumo siguen siendo poco amables con el ambiente y como es imposible suponer una conciencia ciudadana que mitigue el impacto del mal servicio (asunto que de conseguirse sería a muy largo plazo) no queda otra opción que la acción decidida en el campo  de las decisiones políticas y de los entes de gobierno.

A las autoridades – sobre todo a las que asuman  la alcaldía de Libertador – les toca decidir en estas semanas si recibimos el 2014 con el rostro limpio o si las bolsas negras llenas de desechos sustituirán a las personas como los nuevos ciudadanos que caminan como si nada por las aceras. 

La fuente de La Vuelta





Es impresionante lo que una fuente puede lograr como elemento urbano.
En varias ciudades del mundo las fuentes son de los espacios más concurridos y visitados.
Por ejemplo, la Fontana di Trevi es un símbolo de Roma y por lo mismo está anotada en la mayoría de los recorridos de los turistas.
Otra fuente icónica es la llamada fuente Buckingham, aunque no está en Inglaterra sino en Chicago, en Estados Unidos.
Una fuente impresionante es la del Rey Fahd,  situada en Arabia Saudí, la  cual, por cierto, es considerada la fuente con el chorro de agua más alto de todo el mundo, ya que alcanza los 300 metros de altura.

Los merideños disfrutamos desde hace unas semanas de la fuente de la redoma 5 Águilas Blancas, en la Vuelta de Lola, ubicada en la entrada norte de Mérida. Su columna de agua, que se eleva 25 metros, es todo un espectáculo y ya se ha ganado la atención de los turistas. Ojalá la mantengamos, la cuidemos y mejoremos. 

Si quieres leer más sobre el tema, acá te dejo el siguiente enlace para que conozca más sobre las FUENTES

domingo, 10 de noviembre de 2013

Estamos hechos de lo mismo




Cuando salimos al supermercado, o a hacer las compras en cualquier establecimiento comercial, no somos rivales. Me refiero a quienes solemos llamar chavistas, oficialistas o vinculados al gobierno – presuntamente ubicados de un lado del país – y los que se denominan o suelen llamarse opositores, antichavistas o cualquier otra etiqueta – colocados, falsamente, en el extremo contrario de los otros -. No somos rivales porque, sencillamente, pagamos con la misma moneda, en las mismas condiciones inflacionarias, los mismos productos que la escasez y la especulación nos permiten adquirir. Allí no somos rivales, en ese momento cuando enfrentamos la caja registradora y nos dicen “son 2 mil 300 bolívares” y miramos el carrito y sólo hay “tres bolsitas”. Allí somos iguales. Iguales, igualitos.
Tampoco somos rivales, ni especies diferentes, cuando salimos a caminar por la ciudad y un par de tipos nos apuntan con una pistola y nos quitan todo lo que cargamos encima. Allí no hay distinciones: la delincuencia, sépalo de una buena vez, no ve diferencias.
Tampoco somos distintos cuando – Dios no libre – tenemos un accidente y vamos al hospital. Allí la sangre es del mismo color y al aliento de vida lo sostienen los mismos hilos. Le imploramos y rezamos al mismo Dios y si no nos escucha derramamos las mismas lágrimas, iguales, igualitas.
No somos rivales, no somos distintos, cuando vamos a la funeraria. Ni al cementerio. En esos lugares la democracia suele gobernar o al menos un sistema justo donde todos, más allá de las flores plásticas o las naturales, terminarán en polvo.

Nos parecemos mucho, demasiado, cuando se va la luz en nuestra cuadra o cuando la buseta no pasa temprano. Tampoco nos diferencia el funcionario matraquero, que ante la taquilla del organismo nos pide el pago de un peaje injusto por hacer lo que el Estado le paga. No somos rivales o, más bien, no deberíamos serlo, porque, en esta vida somos demasiados parecidos: jugamos para el mismo equipo, usamos la misma gorra. Son otros los que nos quieren separados.

domingo, 3 de noviembre de 2013

El extraño síndrome del edificio recién pintado




Vivo en una zona muy urbanizada en la que hay más edificios que árboles. Es el Conjunto Residencial Cardenal Quintero, un pequeño espacio donde en once edificios se apiñan más de 400 apartamentos, en cada uno un hogar, en cada hogar una familia. Una familia, debo aclarar, en el sentido amplio: tres estudiantes compartiendo el alquiler, son una familia. La señora que cuida a su madre anciana, es una familia. Incluso es una familia la pareja del mismo sexo que decidió que más allá de los chismes de ascensor era preferible compartir amores de estos tiempos.
Claro, hay las familias  “típicas”  con el papá, la mamá, los  hijos, la mascota y las deudas.
Lo que quiero decir es que donde vivo es un sitio común, una comunidad normal en toda ciudad  venezolana. Pese a algunos rasgos negativos descritos  más arriba, me gusta mi sector,  me siento bien con la mayoría de los vecinos y   porque,   además, aún mi ventana no ha sido tapada por otro edificio, por lo que de vez en cuando puedo mirar la montaña y hacer  el ejercicio mental de imitar el vuelo liberador de los pájaros.
Por lo tanto, en mis elucubraciones ciudadanas estimo que lo que pasa en Cardenal Quintero puede ocurrir muy parecido en otros espacios urbanos de    Venezuela y ¿por qué no?, de Latinoamérica.  Eso para no ir más allá de estas amplias fronteras culturales que representa nuestro continente.
Pero volvamos a Cardenal Quintero. Hace no más de tres años los vecinos  de una de las torres decidieron pintar su edificio. La decisión desató, como era de  esperarse, opiniones encontradas.  Alguien criticó la   decisión “unilateral”  de esos vecinos por pintar su edificio cuando en reuniones previas, entre todas las  juntas de condominio, se había decidido que habían  problemas de inversión más urgentes como, por   ejemplo, reparar la loza superior del  estacionamiento la cual muestra claros signos de deterioro y que   incluso pudiera venirse abajo el día menos pensado.
En resumidas cuentas, los vecinos de la torre en   cuestión decidieron pintar haciendo una  cuantiosa inversión para que el trabajo quedara lo mejor posible. Pintaron su edificio de una bonita  combinación de blanco y amarillo.
Sin que nadie lo advirtiera se desató el síndrome del   edificio recién pintado. La torre lucía como una flor   en medio del pantano. La presión visual que se generó  empezó a producir cambios de actitud en vecinos  de  otras torres. 
La torre vecina a la recién pintada, inició sus trabajos  de pintura eso sí, con colores propios. Y así la otra   torre, y la otra, y la otra.
En  cuestión  de meses la  totalidad de los  edificios  estaban pintados y aún hoy  el  efecto trascendió las fronteras  del Conjunto Residencial para  replicarse   en comunidades aledañas.
Lo acontecido aún hoy me parece un interesante comportamiento social en cuya genética pudiera  encontrarse  la clave de un tipo de participación y  acción a partir de nuestras virtudes  y nuestros  defectos. Pienso que en las iniciativas para pintar los  edificios hubo algo de cierta “envidia”  y el típico  planteamiento de “nosotros no somos menos que   nadie” como gráficamente me lo espetó por todo el   cañón una vecina  para lo   cual  su  edificio  no  podía verse peor que el de la vecina de la torre 5.  Cuestión de una extraña alcurnia, pues.   
Es bueno advertir que la inversión para la pintura - necesaria por lo demás  -  era bastante superior a otras urgencias de nuestra  comunidad.  Pero una sola pieza produjo un efecto dominó que dejó a un lado lo caro,  lo costoso de la inversión y las incomodidades.

¿Cómo participamos?, ¿Qué nos anima a hacerlo?, ¿Cómo lograr la unión de todos por un proyecto?... Me   quedan esas preguntas y, les confieso, no sé si las respuestas están en el síndrome del edificio recién pintado.

Ciudad y Navidad



Por ser diciembre el mes de la Navidad y el preámbulo   del Año Nuevo y por ser Mérida uno de los destinos preferidos por los venezolanos para pasar unas vacaciones familiares, creo que la oportunidad se   pinta para terminar de hacer lo que faltó durante la Fitven.
Me refiero a que, por ejemplo, sería buen momento para poner en funcionamiento la Plaza de Las Heroínas, una obra que, por cierto, había sido prometida por las autoridades para ser inaugurada el pasado 24 de octubre, en el inicio de la Fitven.

Y así como Las Heroínas, recuperar  y mejorar otros  espacios,  terminar de atacar las rayas de la agresión  electoral y darle luz a una ciudad que de noche no puede mostrar lo bella que es.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Ecuador se atreve a soñar con una "Ciudad del Conocimiento"


No es broma: Ecuador se ha tomado muy en serio un proyecto que denomina Ciudad del Conocimiento, una apuesta Gubernamental por hacer de la investigación científica, el conocimiento, la tecnología, la innovación, el combustible para apuntalar su futuro económico. Les dejo una nota   informativa (tomada del sitio   Web  del   proyecto: http://www.yachay.gob.ec/) que habla de  la visión que personajes tan  afamados   como Steve Wozniak, de Apple, ven  en  la iniciaitiva. Además un video  que explica el ambicioso proyecto.

boletin_wozniak
Quito, 16 de octubre de 2013.- Héctor Rodríguez, Gerente General de Yachay EP, compartió la iniciativa del proyecto ‘Ciudad del Conocimiento, Yachay’, con Steve Wozniak, creador del primer computador personal y co-fundador de la compañía Apple, durante la conferencia magistral que se efectuó en el hotel Marriot de Quito y que tuvo a Wozniak como invitado especial. La iniciativa contó con el respaldo de varios auspiciantes del sector público y privado, dentro de los que Yachay EP tuvo destacada participación.
 “Me encantaría dar clases en Yachay” fue una de las respuestas de Steve Wozniak ante las inquietudes de los asistentes que se dieron cita para conocer a uno de los hombres que promovió la Revolución Tecnológica en el mundo. Durante la conferencia, recordó que en la universidad, al conocer a uno de sus mejores amigos, Steve Jobs, empezaron a soñar y se esforzaron por convertir sus anhelos en realidad. “Al inicio se empieza con poco, hay que ir paso a paso persiguiendo nuestros sueños. Pero deben existir lugares donde esos sueños se pueden hacer realidad. Me alegra ver la iniciativa del gobierno, al crear YACHAY, ya que este lugar dará impulso al desarrollo de esos sueños”, indicó Wozniak.
El norteamericano es reconocido a nivel planetario por ser protagonista en el desarrollo de la Revolución Tecnológica de Silicon Valley (ubicado en California – Estados Unidos). “Estoy muy entusiasmado al ver que Ecuador, mi país favorito de Sudamérica, haya emprendido el proyecto para crear una ‘Ciudad del Conocimiento’. El concepto es fantástico porque muestra la mentalidad que tienen sobre el futuro, ahora los jóvenes con destrezas serán motivados para que puedan desarrollar sus ideas”, enfatizó ‘Wozniak’, de 63 años de edad.
 Héctor Rodríguez, apuntó que el proyecto Yachay está direccionado a cambiar la matriz productiva del Ecuador, en base al desarrollo del conocimiento y apuntó como ejemplo que los países desarrollados cuentan con una matriz  económica especializada. “Impulsamos la generación de conocimiento con infraestructura de calidad para el desarrollo de ideas innovadoras, con un modelo de gestión eficiente para fomentar el progreso tecnológico y, sobre todo, impulsando la capacitación y desarrollo de conocimiento”, apuntó.



domingo, 27 de octubre de 2013

La ciudad de los 4 días



Guardo la esperanza de que cuando alguien lea este  mensaje – esta carta donde hablo de una ciudad que se apareció en nuestras vidas como una estrella fugaz, como un cometa errante – aún quede algo  que pueda dar fe de mis afirmaciones… Algún vestigio de lo que pudimos ver, escuchar, tocar…
Ya alguien me había contado de una ciudad que no podía ocultarse por estar ubicada sobre una montaña “Non potest civitas abscondi supra montem posita”. Mérida,  la llaman. Una ciudad que invierte  la  dinámica poética, ya que no obliga a escrutar el mundo  de  las  musas para  unir palabras sino, simplemente, se ofrece tal cual es: un  cielo azul bruñido, la neblina enredada entre las barbas de palo de centenarios bosques…Una calle húmeda por la que caminan presurosos los alumnos de la universidad. Un libro abierto y alguien sentado frente  a éste. El frío imponiendo la dinámica del paisaje. Cuatro ríos empeñados en abrirse paso en una breve meseta.
Cuatro, por cierto, fueron los días en los que esa ciudad volvió a visitarnos.
Antes del jueves la mayoría de las paredes eran pieles desgarradas. Pero desde ese día,  si bien no todas, una buena parte estallaba de color, con obras que además de bien hechas, mostraban  las razones para sentirse orgulloso de vivir entre estas montañas.
Antes del jueves, por ejemplo, el viaducto del  centro, el gran    viaducto de  la 26, era una  grieta oscura. Un agujero negro donde la gente   caminaba  apresurada y donde la noche no invitaba a quedarse sino a huir. Luego vino la luz y el viaducto y la gente sonrieron.
Antes del jueves la basura era reina de los espacios, plaga apocalíptica, castigo inmerecido para  una ciudad  buena.  Pero   la basura desapareció  y de  ella  sólo  había asomos de animal  herido.
Aún más extraño, los buhoneros se habían ido. Sé que parece un delirio pero eso   fue  lo  que  al menos yo vi… Y   sin  buhoneros,  había aceras  para  caminar, ciudad para  ver,   bulevares para pasear.  Estamos claros: se cuenta  y   no se cree. Pero  hubo  más…
Policías en las calles, tránsito   regulado  y  vigilado. Un periódico incluso celebró que no hubo muertos   en  las calles y que, al menos por  esos días, los motorizados no  tuvieron bajas en  su  cotidiana  pelea con  el   asfalto.
Jueves,  viernes, sábado y domingo. Mérida volvió. Esa era  la ciudad de la que  hablaban tanto los escritores, la  que  pintaban  tanto los  artistas,  la que recreaban  los   teatreros,   la que  cantaban  los músicos.
Y verla fue  quererla tener. ¿Es pedir mucho,  digo  yo, una ciudad en la que las aceras sean para caminar y no para sobrevivir entre vendedores de ropa interior? ¿Cuándo secuestraron la claridad y nos  dejaron a cambio esquinas oscuras? … Como el poeta pido poco…Una ciudad en la que queramos vivir fuera de nuestras casas.

Cuando  esto escribo se calla la música y se escuchan los ruidos  finales de la fiesta que se recoge en la madrugada. Dicen que el lunes,  cuando nos despertemos, Mérida, la que fue, la que vino de vuelta, ya  no estará. Que era cosa de cuatro  días, como una llamada de un amigo en la distancia.  Ojalá quede  algo  que demuestre que la vi a los ojos y que verla fue quererla  tener.

Casas y plazas


Me alegro por la gente que durante tantos meses custodió el terreno  frente al Seguro Social, allí en  la avenida Las Américas, y que ahora ven como al menos se dan los primeros  pasos  de  que  lo   serán  sus  futuros apartamentos. Y   es  que conseguir   una   vivienda  en estos tiempos  suele ser una especie de reto  envuelto  en  la  duda.


Por su ubicación, el referido terreno donde se inició el movimiento de   tierra para  la ya mencionada obra habitacional, debe ser considerado estratégico  por lo  que  sería  bueno conocer el proyecto  y saber si junto  a la obra residencial,  se  incluyen  áreas  verdes, plazas  o  un parque, espacios   para  equipamiento urbano  y  cualquier   otra  inversión útil para una  zona de la ciudad bastante precaria  en cuanto  a espacios  públicos. Es decir, echar adelante  el  sueño   de vivienda junto con  el de calidad de vida para los  que  vivirán  allí   y  sus  vecinos.

domingo, 20 de octubre de 2013

El avión… el avión






Luego de la reapertura parcial del aeropuerto Alberto Carnevali, en  agosto pasado, la prensa confirmó esta semana una situación que era un comentario a voces: Conviasa no estaba operando desde la ciudad de Mérida.
La razón, presuntamente expuesta por la propia aerolínea bandera de Venezuela, es que el avión usado para los vuelos hacia la pista de la capital merideña está fuera de servicio por problemas mecánicos. Es de suponer que tales daños son delicados tomando en cuenta que ya son semanas las que lleva el avión fuera de servicio, al menos hasta ayer domingo.
Tal situación denota una extrema fragilidad en los anuncios gubernamentales. Nadie va a pedir que coloquen el avión dañado en servicio pero sí debería existir una alternativa distinta a la de esperar la reparación de la aeronave. Obviamente Mérida, como  capital, aun no está en las prioridades del servicio aéreo.

Mérida: 10 metas y muchos obstáculos





Hace unos días me referí en este espacio al problema que genera nuestra cultural inclinación a dar respuesta a los problemas mediante los famosos operativos. Concluimos con el hecho de que si bien los operativos están casi que “genéticamente” metidos en nuestra forma de  atender los problemas  que  nos  coloca la vida en ciudad, tal práctica nunca será mejor que la de organizar la actividad urbana  en función de la regularidad de las respuestas, no en el acto coyuntural, efímero y,  por lo mismo, poco efectivo de nuestros operativos.
Haciendo una lista breve de diez puntos, sobre cuáles son las áreas en las que suele emplearse la energía puntual de los operativos, nos conseguimos que básicamente se  refieren a limpieza y ornato. Hay otras áreas pero  esas son las más atendidas si a alguna autoridad le piden “hacer  algo por la ciudad”.  Es obvio que una escoba, una pala y una brocha obran milagros.
Siendo así, cualquier gobernante tendría que hacer espacio  en su agenda de trabajo para atender los siguientes diez puntos de acción gubernamental en pro de la ciudad: jardinería y poda, recuperación de fachadas, mantenimiento del mobiliario urbano, demarcación vial, iluminación pública, mejoras en la movilidad (vial y peatonal), plan de asfaltado o mantenimiento de calles y avenidas, atención a la ocupación de espacios públicos (vendedores informales, taxistas, motorizados) y mejoras en la seguridad pública.
Lo anterior es, para decirlo claramente, lo elemental, lo básico, lo obvio que deben hacer las autoridades municipales. Si a ver vamos, la atención a la salud, deportes, vivienda, gestión del riesgos, acceso a bienes, actividades culturales y recreativas, promoción de las artes, planes de desarrollo urbano, incentivo a la producción, desarrollo de servicios turísticos, atención a la ciencia y la tecnología, aumento y mejoras de las edificaciones escolares, todo  eso puede ser reclamado por la comunidad como necesidades urgentes y ¿Quién dice que no sea así?
Pero volvamos a lo obvio: esos asuntos que suelen atenderse cuando  hay que dar la impresión de que desde las oficinas de gobierno  se  hace algo… O sea la escoba, la  pala  y la brocha.
Aún con lo básico, cada acto de acción  debe tener en cuenta varios obstáculos que de no ser atendidos pueden echar por la borda incluso la más humilde de las acciones de atención, como puede ser barrer una  calle.
La lista de obstáculos supera con creces la de las acciones que deben emprenderse. Podemos mencionar, sólo para precisar a los enemigos claves de la gestión a: la poca o nula planificación, la falta de continuidad, la mala gestión de los recursos, la corrupción, el conformismo, la ineficiencia, la poca acción para concertar esfuerzos y voluntades.
Es decir, cada acción que se decida hacer para bien de la ciudad,  debe toparse con un ejército de obstáculos cuya misión siempre ha sido la de impedir que se concrete el acto de mejora urbana.
Quiere decir que las autoridades que llevan el control  del gobierno de la ciudad (sobre todo  aquellos  que desean ocuparse de la cosa pública) deben no sólo hacer su lista de acciones sino, a la par,  identificar en  el camino los obstáculos que sobrevendrán. Tal vez así podamos, por lo menos, sacar la escoba y hacerlo  bien.