domingo, 17 de febrero de 2013

Invitados a reciclar y reusar


¿Recuerdan que  una de nuestras más recientes notas tenía que ver con lo bien que le va a algunos países con el tema del reciclaje? Un ejemplo llamativo es el de  Suecia.

En Venezuela la llamada cultura del reciclaje y reuso no está desarrollada.  Pero hay gente, organizaciones e instituciones, que creen en el reciclaje y por ello intentan abrir las puertas de la participación, aunque ahora estas acciones sean más bien de forma simbólica.

Pues bien, acá en Mérida el Circuito Universidad de Los Andes para el Manejo Integral de los Desechos (CIULAMIDE),está empeñado en que los merideños entendamos el valor de reciclar. Por ello,  han puesto un calendario a rodar en el que nos informan de las fechas en las que podemos llevar nuestros desechos guardados, a un gran centro de recepción de estos materiales.

Acá les dejamos el calendario. Si desea llevar el próximo 23 de febrero sus desechos sólidos, recuerde que el Centro de Acciones Socio Ambientales (CASA) - que es la organización  vinculada al Ciulamide encargada de la recepción -  está ubicada en la recta de La Hechicera, es decir entre la intersección que lleva a la Hechicera (subiendo por la avenida Alberto Carnevali y el puente que comunica a Los Chorros de Milla. Para más información, entre en el espacio del Ciulamide en Facebook.

Dejar hacer, dejar pasar






Este comentario no tiene nada que ver con la economía. Lo digo por la frase que encabeza esta nota. Ese “dejar hacer, dejar pasar” – que proviene del francés laissez faire, laissez passer – está ligado a una corriente económica que abogaba por una absoluta y completa libertad del mercado, sin el más mínimo asomo del Estado (y de los gobiernos que lo representan).



Sin embargo, de ese dejar hacer-dejar pasar, nos interesa la postura de fondo: la de la no presencia del Estado, de la autoridad, pero ya en otros campos de la vida. Por ejemplo, el de normar y regular los espacios de la ciudad.



Pareciera que la Alcaldía de Libertador y la Cámara Municipal   aplican ese principio de no intervención en las acciones de algunos particulares sobre la ciudad. La proclama: “que cada quien haga lo que le venga en gana”. Y así se cumple al pie de la letra. Una ciudad sin gobierno, sin ley. La más pura expresión del “dejar hacer, dejar pasar” pero ya en términos urbanos.



Ejemplos hay muchos de lo que decimos. Es larga la lista de acciones concretas de apropiación del espacio de todos por parte de uno o varios particulares.



Un primer ejemplo de lo que ocurre frente a las narices de la municipalidad es la construcción de tarantines, sin ton ni son, al margen derecho del canal de bajada de la avenida Los Próceres a la altura de la entrada al barrio San José Las Flores Alto. Allí se cuentan ya siete estructuras (unas ya operativas otras en construcción) en una zona no sólo de claro uso público - ya que es el retiro de la avenida – sino de una ya advertida naturaleza riesgosa ante los derrumbes que allí se han sucedido. Día a día se levantan nuevas estructuras y los permisos para tales recintos no se ven por ningún lado. Parece que si usted desea construir un local comercial en plena avenida puede, si gusta, tomar cualquier espacio y levantar sin apuros su local, ya que no hay autoridad que le vaya a reclamar algo. Usted sabe: dejar hacer, dejar pasar.




Otro ejemplo: las paradas del transporte público, las esquinas e incluso los canales de desaceleración en las entradas de residencias y otros, son colonizados por líneas de taxis quienes incluso toman las paradas como oficinas. Son bienes públicos siendo usufructuados por unos particulares. La excusa de que están prestando un servicio público no es suficiente para justificar la entrega de estos espacios a las líneas de taxis, quienes llegan incluso a reclamar si alguien osa sentarse o usar la parada que ellos consideran de su propiedad. Claro, ellos saber que la política imperante es dejar hacer, dejar pasar. En este aparte sería reiterativo mencionar lo que ahora ocurre con los mototaxis, líneas que toman aceras, paradas, esquinas, plazas y cuanto espacio público existe, para levantar toldos y colocar allí sus oficinas y estacionamientos. Viva, pues, la libertad absoluta de hacer lo que les viene en gana. Al cabo, no hay autoridad que haga cumplir las normas. Ni autoridad local, ni de la Gobernación, ni alguna nacional.



Por supuesto que los nuevos basureros también se corresponden con esta realidad del dejar hacer-dejar pasar. Usted agarra las bolsas, colchones viejos, aquel televisor dañado, el sanitario que se rompió y los escombros del arreglo de la cocina y los puede colocar, sin problema alguno, en medio de cualquier avenida. La que a usted le guste. Ponga la basura que aquí no hay quien le reclame. Es tan cierto eso que cualquier paseo por  La Milagrosa, Cardenal Quintero, Las Américas o  Los Próceres, le puede confirmar esta nueva versión ciudadana de deshacerse de los desperdicios, tirándolos en medio de la avenida. La excusa de que el aseo no pasa regularmente es la bandera para que el gobierno diga: hay que dejar hacer, hay que dejar pasar.



Claro que quien aprovecha este desamparo urbano al que se ha sometido a Mérida, sonríe feliz porque  está saliéndose con la suya. Pero mientras esto sucede, a la ciudad, a Mérida, se le dibujan arrugas, cicatrices, marcas en la piel. Nuestra ciudad va perdiendo, de apoco, sus espacios que son, aunque cueste creerlo ahora, los espacios de todos. Como merideños lo que nos queda es no dejar hacer, ni dejar pasar a aquellas autoridades que no cumplen su rol, enérgico, eficiente y obligante, de detener la barbarie.