domingo, 29 de septiembre de 2013

Una ciudad para el turismo



Este domingo 29 de septiembre escuché con mucha atención la entrevista que ofreció, a manera de programa especial, el Ministro  de Turismo, Andrés Izarra, quien estuvo en Mérida dando el banderazo inicial  de lo  que será la Feria Internacional de Turismo de Venezuela (Fitven) que este año ha tomado a Mérida como su sede. Pueden enterarse de los detalles de Fitven  en la página Web: www.fitven.gob.ve
Varios fueron los anuncios interesantes que hizo el ministro, así como variados fueron los temas abordados, a partir de las preguntas que se encargara de realizar el periodista José Miguel Monagas, quien fue el responsable de conducir la entrevista especial.
Uno de los puntos centrales, en lo que a nuestra visión respecta,  tenía que ver con saber si en boca de tan alto funcionario podíamos encontrar una definición, clara  y definida, de lo que se anuncia será una política coherente y sostenible para Mérida, en lo que respecta al turismo  como área no  sólo de proyección económica  sino social, incluso humana.
En este  contexto, valga el título de la columna de hoy de “una ciudad para el turismo”, es decir, responder a la inquietud de si es posible  convertir a la ciudad de Mérida, su  configuración urbana, su  propósito como urbe, sus  proyectos  y acciones actuales y futuras, en  actos  que vayan en pro de la consolidación del turismo. ¿Es posible? Depende de varios  factores.
Uno de esos elementos es reconocer que no es el turismo una parcela reducida a la acción gubernamental, como  algunas veces hemos  escuchado de parte de algunos funcionarios.
En ese sentido me pareció bastante oportuna la declaración de Izarra en el sentido de – palabras más, palabras menos – “lograr avanzar en la participación de todos los sectores ya que el turismo no es sólo una responsabilidad del gobierno”. Izarra explicó que el sector privado está llamado en ser protagonistas en un nuevo esquema que devuelva a Mérida el sitial de ser uno de los dos   destinos  más importantes del país, junto con Nueva Esparta.
Por lo anterior, entonces tenemos  una pieza importante: al menos una aceptación oficial  del vital rol  del sector privado (y no me refiere sólo a grandes empresarios sino  a artesanos, pequeños y  medianos comerciantes, pequeña y mediana industria, cooperativas, entre otros).
Otro aspecto tiene  que ver con, allí sí, las inversiones que desde el Estado  se agilicen para consolidar un mínimo de calidad en cuanto a los servicios públicos. Nuevamente  Izarra estuvo de acuerdo en que la  limpieza y otros factores asociados  a brindar una ciudad  atractiva, pasan por lograr estabilidad en este  tipo de responsabilidades de  los entes  públicos.
La  seguridad también estuvo en el verbo del Ministro. Considera que la Policía Turística  y otras acciones  enmarcadas en   las responsabilidades gubernamentales pueden  mejorar las cifras delictivas  en Mérida, en este  caso para bien de consolidar una percepción en los turistas que lleve a seleccionar la  alternativa turística Mérida a partir de este factor.

Izarra  habló  de grandes inversiones (sobre todo desde empresas chinas) que seguirá  promoviendo  el gobierno nacional en cuanto a infraestructura aérea (en  la cual  se ha avanzado) en cuanto a terminar el Teleférico, en cuanto al ornato y mejoramiento de los espacios públicos. En una palabra, Izarra cree que sí podemos tener una ciudad para el turismo y por ende, un tipo de turismo, que le de la mano amiga a la ciudad.

Gracias por el colorido



Bueno, como se que “entre gustos y colores no han escrito los autores”, no voy a discutir ni a intentar convencer a aquellos que salgan a decir que los murales que se están pintando en distintos puntos de las ciudad “no son bonitos, los hubiesen hecho de otra manera, los motivos no son los adecuados” o cualquier otra observación, válida en un mundo de libertades.

Pero, en lo que a mí respecta, me parece que los murales, al menos los que he logrado ver hasta ahora, cumplen cabalmente con la idea de embellecimiento: primero cubren superficies que antes estaban tomadas por la propaganda electoral o los grafitis insensatos; segundo, incorporan notas de color en distintos puntos de la ciudad; tercero, agregan el tema conservacionista; cuarto, promocionan la Fitven  y,  quinto, están  estéticamente bien logrados. Me gustaron.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Los teléfonos públicos buscan un segundo aliento en Nueva York



En el post anterior hablamos del serio problema de mantenimiento de los teléfonos p{úblicos en la ciudad de Mérida. La atención a los teléfonos públicos no es poca cosa y en ciudades como Nueva York hay toda una cruzada por redefinir su aspecto y su uso.
Les invito a leer la siguiente nota sobre el tema, escrita por Sandra Apolinar:
"Uno de los fenómenos que arrojó el Huracán Sandy en las calles de Nueva York fue la espera de los habitantes por utilizar teléfonos públicos. A finales de 1990, cuando la ciudad tenía un total de 35.000 cabinas telefónicas, esto era un espectáculo regular, pero ahora que más del 90% de los neoyorquinos utilizan teléfonos celulares, el número se ha reducido a menos de 12,000.".
El resto de la nota en su sitio original: QBITS




¿Qué hacemos con los teléfonos públicos?




Para los niños y jovencitos menores de 20 años la imagen de un “Centro de teléfonos monederos” debe resultar lo mismo que para nosotros una oficina de telégrafos.
Estos desaparecidos centros telefónicos eran, ahora vistos a la distancia, extraños lugares  de encuentros en los que se abarrotaba la gente y en los que, como era de esperarse, se vivían toda suerte de situaciones muy de nuestra forma de ser venezolana, con sus aspectos positivos y negativos.
Por ejemplo, no eran raras las colas. Así es: a veces alguien ocupaba un teléfono monedero y se instalaba a hablar largo y tendido. Esto causaba la molestia de los que esperaban quienes no dudaban en hacer sus reclamos entre gritos y bochinches. Los chistes estaban a la orden del día: “Si quiere le busco una sillita para que hable más cómodo”, soltaba alguien desde la cola al abusador que se negaba a soltar el aparato.
Eran monederos porque, obviamente funcionaban con monedas…Monedas que tenían suficiente valor como para aguantar una llamada. Eran otros tiempos de un Bolívar sólido como moneda. Esos grandes aparatos avisaban que la llamada se iba a cortar y, nuevamente, se le insertaba una moneda… Y luego otra, y otra. Por cierto, en muchos países los monederos aún se usan de forma regular.
Para robar llamadas locales, nacionales o internacionales,  algunos usuarios con pocos escrúpulos y mucha creatividad, inventaban sofisticados sistemas       que los funcionarios de Cantv tenían que descubrir pronto para evitar la ruina de la empresa. No es exagerado decir que la mayoría de la gente estaba a la caza de una de estas técnicas de robo. Una mujer una vez explicaba así uno de estos métodos de robo de llamadas: “Después que descuelgue el teléfono debe apretar fuerte el botón # mientras habla. Así queda fijo”. A veces un problema técnico, atribuible a Cantv, dejaba un aparato funcionando de forma “directa”. Las colas para llamar en esos equipos eran infinitas como también infinitas las conversas.
Este extraño mundo de llamadas en centros de monederos desapareció por la sencilla razón de que casi todo el mundo comenzó a tener acceso a un celular y que en las viviendas había un teléfono fijo, un lujo que no se daba todo el mundo un cuarto de siglo atrás. Otras razones: lo volátil del valor de las monedas y la inseguridad no hacían viable el uso de este tipo de pago.
Claro, el servicio de teléfonos públicos siguió prestándose con la lógica evolución tecnológica.  Primero hubo un cambio a tarjetas “magnéticas”, luego vinieron las tarjetas “inteligentes”, entre otras variables.
Pero, al menos esa es la sensación que me producen,  ya la gente no usa casi los teléfonos públicos. En la calle, sin embargo, Cantv mantiene este importante servicio. Incluso la empresa Movistar está instalando estos aparatos públicos. Los de Movistar funcionan de forma inalámbrica, son bidireccionales, pueden hacerse llamadas a todas las operadoras y lugares, incluso llamadas internacionales. Los de Cantv tienen las mismas operaciones. Ambos funcionan sin necesidad de insertar nada, a no ser el código de la tarjeta.
Creo que un teléfono público siempre será de gran utilidad, sobre todo si tomamos en cuenta que desde  ellos podemos llamar de forma gratuita a números de emergencia y de organismos de seguridad, y porque uno nunca sabe cuando el celular se quedará sin saldo, sin carga, se te extraviará,  te lo robarán, se te dañará, en fin.
Por lo anterior, la pregunta arriba de estas líneas ¿Qué hacemos con los teléfonos públicos?,  no la planteo porque esté promoviendo su eliminación, sino más bien su mantenimiento.
Pareciera que Cantv desistió del mantenimiento. Viendo el estado de suciedad de estos equipos, no me extraña que nadie los use no tanto porque no quiera sino por no agarrar una infección.

Si Movistar instala teléfonos públicos es porque aún quedan usuarios…Pocos pero los necesarios como para justificar el servicio. De allí que Cantv deba volver la miradas sobre esos equipos que hoy sirven  para colocar basura y no tanto para “unir a la gente”.


El Viaducto Campo Elías da miedo




Cuando llega la noche el principal viaducto de la ciudad de Mérida, el Campo Elías (Calle 26), es de los sitios más oscuros que uno se pueda imaginar.
Miles de personas transitan de noche por allí pero, por lo visto, ni Corpoelec, ni la Alcaldía, ni Cormetur, parecen darse cuenta de ese detalle.

Ahora que viene la Feria Internacional de Turismo ¿Por qué no aprovechar para colocar todos los bombillos a tan bonita estructura y recuperar sus espacios convertidos  hoy día en vergonzosos  basureros?
Por cierto, la hermosa fotografía muestra al viaducto cuando tenía todas sus luminarias en funcionamiento. Era un espectáculo visual muy interesante y le daba al centro de la ciudad un aspecto de urbe moderna y segura. De esa imagen no queda nada en cuanto a iluminación se refiere. La fotografía fue tomada por el forista VENEX del foro SkyscraperCity, uno de los foros más importantes de temas urbanos.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Una oportunidad sobre ruedas






Con interés hemos seguido la inauguración – por fin dirán algunos larenses – de lo que es la primera etapa del Sistema de Transporte Masivo del área Metropolitana de Barquisimeto, sistema que lleva el nombre de Transbarca. Fue inaugurado el pasado sábado 14 de septiembre por el propio Presidente Nicolás Maduro.
Algunos datos nos permiten suponer la importancia de esta obra de infraestructura para el futuro de la que considero es una de las ciudades venezolanas con un diseño urbano    que permite suponer el emprendimiento de proyectos que impacten para bien la calidad de vida del pueblo guaro.
Esos datos están representados por el beneficio directo de la obra para la población: más de un millón 800 mil personas se benefician con la puesta en marcha de Transbarca. La flota estará compuesta por 130 unidades Yutong, cada una con capacidad para
62 pasajeros, “incluidos asientos preferenciales para mujeres embarazadas, adultos mayores y personas con discapacidad”, según nos aclara la nota de prensa del Ministerio del Transporte Terrestre.

El horario de funcionamiento de Transbarca - durante el mes de prueba - va desde las 6:00 am hasta las 9:00 pm, los 7 días de la semana. El sistema está integrado por dos rutas troncales (cada una de 17 kilómetros de recorrido) y seis rutas alimentadoras, además de  230 paradas ya establecidas. Estiman que la movilización diaria de pasajeros alcance los 150 mil usuarios, lo que representa cuatro millones y medio de pasajeros al mes.
En fin, enhorabuena para los barquisimetanos y ojalá el recién estrenado sistema de transporte sea una oportunidad… ¿Una oportunidad para qué?: pues para hacer una mejor ciudad.
Y es que si vemos a Transbarca desde la experiencia de Mérida con su Trolebús, podemos suponer al menos dos escenarios: uno en el cual el sistema a más de cooperar con la ciudad, su movilidad, su tránsito, su ornato y su seguridad, se convierte en factor perturbador. Eso por el lado de las consideraciones de algunos. Pero está también el escenario positivo: el de un sistema que ayude a mejorar una variable fundamental en las ciudades modernas como lo es la movilidad, amén de ser factor de mejora para los servicios públicos, el ornato, la seguridad y el propio impulso a la actividad económica de la ciudad. Para mí el Trolebús se inscribe en este segundo escenario, es decir ha sido un factor que en cierta medida ha propiciado unos cambios y transformaciones que han servido para mejorar algunos aspectos de la vida urbana de los merideños.
Pero, por supuesto, que el sistema es una herramienta y son las autoridades y los usuarios los que le dan el sentido final de impacto sobre el quehacer urbano. Quiero decir que lo bueno o lo malo que haya podido traer el Trolebús para Mérida no viene dado por el sistema en sí mismo sino por la inserción consciente y exitosa del sistema en la estructura de la ciudad (no sólo la estructura física sino incluso la cultural, la del “time” o ritmo de la urbe). En este punto, obviamente, se abre la polémica, la discusión, pero siempre será preferible tener la discusión o el debate derivado de un problema sin resolver a no tener nada a lo cual referirse porque la ciudad carezca de obras.
Para Barquisimeto, con su Transbarca, se inicia una etapa urbana que muy bien puede catapultar a la urbe crepuscular hacia mejores derroteros. Pero ojo con la corrupción, la ineficiencia, la improvisación y el conformismo, los fantasmas que más espantan el progreso por estos predios.

Hiroshima: progreso desde las cenizas





La semana pasada mencionamos el caso de una ciudad ejemplar ubicada en Alemania. Se trataba de Dresde, actualmente una encantadora urbe que demuestra con trabajo e ingenio que un feroz bombardeo no alcanza a detener los deseos de progreso de un pueblo.
En medio de tantos problemas que cargamos a cuesta en nuestras ciudades (recolección de desechos, inseguridad, violencia, deterioro del patrimonio, precariedad de los servicios públicos, entre otros) es bueno saber que ciudades que hoy vemos convertidas en ejemplos de buen vivir, sortearon en el pasado situaciones inimaginables que sorprenderían por lo crudo. Y sin embargo, allí están esas ciudades: de pie, como ejemplos de que no hay problema que  no pueda ser superado por el deseo de los ciudadanos.
Hiroshima, es, con mucho, el ejemplo más palpable de lo que comentamos. Ver la ciudad hoy, para alguien que no esté enterado de la historia, supone encontrarse con una metrópolis moderna, eficiente y próspera.
Y sin embargo Hiroshima fue escenario del primer bombardeo atómico de la historia, el 6 de agosto de 1945, en el final de la Segunda Guerra Mundial. Cifras: 120 mil muertos, 360  mil heridos, 90% de la ciudad hecha escombros.
Hiroshima no enterró su pasado. Su principal monumento urbano es un edificio en ruinas, recuerdo del ataque atómico. Cada día tal vez la gente se acuerde del bombardeo nuclear. Pero esas cicatrices han sido cambiadas por trabajo y esfuerzo. La ciudad es el resultado de la voluntad de sus habitantes.

domingo, 8 de septiembre de 2013

El estándar de Mérida





Porque me parece de una importancia capital, muchas veces he escrito sobre lo que yo llamo “el estándar de Mérida” o, más bien, los estándares que históricamente ha manejado  la ciudad y sus habitantes en asuntos como la calidad de los servicios, consideraciones que al final se traducen en calidad de vida para todos.
Permítanme una anécdota que puede aclarar mejor este asunto de los estándares que se da una ciudad: cuando llegué a Mérida hace 20 años, uno de los rasgos que como periodista más me llamó la atención fue, precisamente, el de los estándares de Mérida para temas claves en lo urbano, como por ejemplo la seguridad pública, la limpieza y el ornato.
Me explico: cuando a un habitante de Mérida un sector de la ciudad le parecía una “zona roja”, donde la delincuencia campeaba, yo, entonces recién llegado, veía una comunidad más bien tranquila. Me acuerdo que me tocó vivir 2 años en la parte media del sector Los Curos y cuando les mencionaba a algunos amigos merideños sobre el sector donde vivía me decían “licenciado múdese apenas pueda porque eso allí es muy peligroso”. A mí me parecía una broma. En dos años que viví allí no vi ni un atraco en la parada del autobús, algo que, de todas formas, hubiese considerado normal de haber ocurrido. Un amigo de Barquisimeto que me visitó en ese entonces, compartía esa visión: “los merideños ven una zona roja donde yo veo un sector tranquilito”. Claro que existía delincuencia pero la misma estaba a una escala aceptable para la vida en una ciudad, según  lo veíamos los que recién llegábamos a este paraíso. Por supuesto que para mis vecinos de Los Curos aquello era un infierno donde “ya no se podía vivir”.
A eso me refiero: había un estándar que determinaba el umbral por el que se medía la calidad de vida, en general.
Lo que a alguien de afuera- es decir, de otras ciudades de Venezuela - le resultaba tolerable y hasta bonito, al exigente merideño le resultaba peligroso, feo, problemático. Y allí estaba lo sorprendente de la gente de esta ciudad, de los merideños y de aquellos que nos hemos convertido en merideños a fuerza de querer a esta urbe, pequeña, encantadora, privilegiada pero sometida a un proceso de degradación que hay       que detener.
Era como una firma personal de los merideños: poca tolerancia a la basura, a la degradación ambiental, a la violencia, a la delincuencia. Y, por ende, un grado de exigencia mucho mayor para con las autoridades y los servicios.
Parto del supuesto de que si Mérida retoma esa visión de ciudad exigente (consciente o inconscientemente) dicha postura puede ayudar a recuperar muchas de las glorias urbanas pérdidas, entre éstas la de mostrar una ciudad realmente limpia.
Escribo esta reflexión sobre el estándar de Mérida porque la semana pasada redacté unas líneas bajo el título “No pudimos ofrecer una ciudad limpia” en las que reclamábamos la indolencia, tanto de la alcaldía como del gobierno regional en torno a la limpieza de la ciudad en  un momento de máxima presencia de turistas.  Según nuestro criterio, la ciudad estaba sucia. Punto.
Otros no lo vieron así y algunos comentarios generados sobre el escrito daban cuenta de que, todo lo contrario, la ciudad estaba bastante limpia. Tal vez si la comparamos con el basurero en el que Mérida estaba convertida hace tres meses resulte que, en verdad, ahora se vea más limpia, pero no podemos utilizar semejante punto de referencia ya que lo que ocurrió con la basura en Mérida semanas atrás excede cualquier escenario racional.
Creo que lo que ocurre es que algunos, ante la incompetencia gubernamental para hacer un trabajo decente de limpieza, barridos de las calles, lavado de las aceras, retiro de escombros, recolección domiciliaria y otros servicios vinculados, tienden a conformarse con que pasen una escoba una vez a la semana.

Mérida nunca ha sido una ciudad conformista con la suciedad y no debe serlo ahora. La Gobernación y la Alcaldía, deben superar las infantiles diatribas que nos afectan y entregar un servicio que no sólo sorprenda a los visitantes por lo impecable de la ciudad sino, y es lo más importante, que nos sorprenda a nosotros mismos. Allí debemos llegar, superando cualquier conformismo.

Un ejemplo desde Dresde







Dresde es una ciudad ejemplar. Es la capital del estado de Sajonia, en Alemania. Su historia ha estado plagada de grandes desgracias que en vez de someter a esta urbe, la han llevado a mostrar uno de los mejores ejemplos de resiliencia urbana, tal vez comparables con Hiroshima, la ciudad japonesa arrasada por la primera bomba atómica.
Dresde sufrió el que se considera uno de los más mortíferos bombardeos aéreos de la historia. Casi no quedó un bloque en pie.
Y, sin embargo, hoy Dresde es una ciudad con una de las mejores adaptaciones a las exigencias de la impredecible economía europea y mundial. Llaman a Dresde “Ciudad Cultural”, un título que debe decir algo en una Europa repleta de otras ciudades con esa característica destacable.
De las ruinas ha surgido una ciudad hermosa, renovada. Casi no quedan cenizas de aquel fantasmal lugar post  Segunda Guerra.
Dresde es una inspiración para otras ciudades que no han sido pulverizadas. Allí debe verse toda urbe que crea que no hay nada que hacer ante unos problemas que consideramos sin solución. Desde Dresde llega la inspiración.


domingo, 1 de septiembre de 2013

No pudimos ofrecer una ciudad limpia



Pese a que a la temporada de vacaciones aún le quedan al menos un par de semanas para terminar, tras haber transcurrido los meses de julio y agosto ya tenemos un retrato de cómo funcionó la ciudad de cara a la presencia de los turistas, en cuanto a los servicios y otras atenciones.
Lo primero que destaca es que, una vez más, miles de visitantes escogieron a Mérida para pasar algunos días de vacaciones, gesto que siempre debemos agradecer porque gracias a esa presencia se mueve una buena parte del músculo económico local.
Lo lamentable es que nuestras debilidades para ofrecer una buena cara a los visitantes siguen siendo muy evidentes, ya que nisiquiera los aspectos más básicos de atención urbana son cubiertos.
Las calles y avenidas, parques y plazas, mostraron acumulación de basura y no se notaba un servicio diario y eficiente de recolección de desechos. Esto no debe hacerse porque seamos una ciudad turística sino por elemental función de gobierno. Pero ni eso.
La menguada Policía Vial tampoco dio la cara en muchos momentos tensos sufridos en nuestras calles y avenidas.
En el Terminal de Pasajeros una vez más se vivieron vergonzosos momentos con cientos de personas que debían amanecer para intentar conseguir algunos pasajes (aquí las empresas de transporte también tienen una buena cuota de responsabilidad por no prever una logística que permita atender los picos en cuanto al traslado de pasajeros hacia a Mérida y desde nuestro estado a otras localidades del país).
Pero volviendo al punto de la limpieza, nos preocupa que ante el advenimiento de un evento tan significativo como la Feria Internacional de Turismo, pautada para dentro de dos meses, la ciudad y sus autoridades sean incapaces de mantener un mínimo de limpieza.
Frente al Terminal, en la avenida Las Américas, uno de los primeros rostros que ven los turistas, la basura y los escombros se acumulaban aceras y zonas verdes. Las paredes rayadas eran el saludo de bienvenida.
En la avenida Cardenal Quintero empezaron a podar el monte y a limpiar. Pero llegaron a la mitad y así quedó todo. Un detalle es que lo que cortan y acumulan queda allí: nadie la recoge.

No sé: creo que hasta que no cumplamos el ABC básico para mantener la ciudad, nuestro deseo de proyectarnos como espacio para el turismo será visto como un mal chiste.

Turismo a oscuras



El pasado viernes, cuando este agosto turístico contaba sus últimas horas, decidí salir con la familia a caminar hacia los lados de Las Heroínas para observar el movimiento de la ciudad y compartir una que otra conversa con gente de otros lares, ejercicio ciudadano siempre gratificante.
Nos llamó la atención la gran cantidad de visitantes: eran cientos de turistas que iban y venían con sus acentos mezclados, sus bromas y esa actitud relajada que solemos tomar cuando nos vamos de paseo. Todos parecían pasarla bien.
Caminamos de Las Heroínas hacia Las Américas. Serían las 7:00 de la noche cuando la oscuridad tomó la ciudad. No hablamos de la noche, sino de la oscuridad. Uno de los casos más graves de falta de iluminación lo palpamos en el Viaducto campo Elías, por donde a esa hora cientos de personas caminaban apurados. Si no hubiese sido por las luces de los vehículos que circulaban a esa hora, la oscuridad hubiese sido total.
A ver, nosotros como ciudad turística tenemos una responsabilidad clara: tratar de la mejor manera a los que toman la opción Mérida como destino para sus vacaciones. Dejarlos que caminen a oscuras no es precisamente una buena atención, ni un buen trato. Además el Viaducto es ni más ni menos una de las vías más emblemáticas de la ciudad por lo que su iluminación no es una alternativa sino una obligación de Corpoelec y las autoridades tanto de la Gobernación (Cormetur, por ejemplo) como de la Alcaldía del Municipio Libertador.
Si esa es la realidad del Viaducto Campo Elías… ¿Qué puede esperarse de otras zonas menos visibles de la ciudad? Creo, en definitiva,    que alguien debe salir a explicarle no sólo a Mérida sino a su turismo qué ocurre con la iluminación de amplios sectores de la ciudad.

El turismo no puede quedar a oscuras en plena temporada. Alguien debe estar atento (a) de que cada detalle funcione o, al menos, un servicio tan básico y elemental para una ciudad como lo es su iluminación.