domingo, 21 de julio de 2013

Deudas de cemento





El Centro de Convenciones Mucumbarila es una estructura fundamental para el desarrollo de la actividad turística del estado Mérida y especialmente de su ciudad capital. Creo haber escuchado de casi todas las autoridades que han estado al frente del Ejecutivo regional hablar con vehemencia sobre el valor estratégico que tiene para Mérida contar con un edificio de las características del Centro de Convenciones.  Dicho en una frase: el Centro de Convenciones es fundamental.
Extraña por lo tanto que aún siendo reconocido como un espacio de interés colectivo, hasta ahora haya sido imposible lograr de alguna de las administraciones (pasadas y presentes) los recursos suficientes que permitan terminar esta obra.
A veces da la impresión de que nos conformamos con un Centro de Convenciones a media máquina, medio hecho. No debe ser así: Mérida se merece un Centro de Convenciones 100 por ciento operativo. No le demos más vueltas al asunto.

La lucha por la luz







Hace ya un tiempo vi la película de ciencia ficción La hora más oscura (The darkest hour) en la que los invasores, venidos de lejanos mundos, eran una fuerza extraña de energía que se alimentaban de la electricidad. No era de extrañar, pues, que buena parte de la película transcurriera en un mundo oscuro. Bombillo que se encendía, luz que era absorbida por los visitantes estelares.

Si esos seres decidieran venir a Mérida morirían de mengua. Al menos si deciden deambular por las calles y avenidas de la ciudad, buena parte de las cuales se encuentran a oscuras.

El problema – grave porque nos golpea la imagen de ciudad turística y por ser un claro signo de inseguridad – es de larga data. Anteriormente hemos citado varios trabajos y declaraciones de funcionarios públicos vinculados a Corpoelec y a las propias autoridades policiales, quienes han dejado en claro que se trata de un asunto casi incontrolable ya que la oscuridad pública se deriva, ciertamente, del robo  constante de los cables subterráneos, incluso los aéreos que han sido instalados.

Los ladrones, muy al contrario de los extraterrestres sedientos de luz, no van por la energía sino por el cobre contenido en metros y metros de cable. Si roban varios centenares de metros de cables, pueden lograr una buena cantidad de cobre que al fundirse se vende a precio casi como el oro.

Este problema del robo de cables no es exclusivo de Mérida, nisiquiera de Venezuela sino que afecta a varios países latinoamericanos.

El éxito para evitar que las ciudades queden a oscuras debido a la llamada Mafia del Cobre, es un mecanismo de vigilancia continúa, mucha labor de inteligencia y búsqueda de sistemas alternativos de suministro de energía. Por acá, pese a la que pudiera ser una buena voluntad gubernamental, seguimos con varios tramos de las avenidas principales a oscuras. Si no fuese por la luz de los comercios o viviendas aledañas, la oscuridad sería total.

Ante este cuadro lastimero de oscuridad permanente, aplaudimos y reconocemos el gran esfuerzo que la empresa Tromerca hace por mantener la claridad, la luz, la iluminación, en las noches merideñas.

En una nota de prensa de Tromerca se dice que “El sistema de alumbrado público de las avenidas Andrés Bello y Monseñor Chacón de Mérida, por donde circula el Trolebús de la entidad andina, fue rehabilitado por el Gobierno Bolivariano, para beneficio de quienes circulan por estas vías de los municipios Campo Elías y Libertador”.

Las autoridades de Tromerca  saben que la oscuridad tienen detrás a la delincuencia por lo que esta empresa de transporte “intensificará las labores de monitoreo, vigilancia y patrullaje, en coordinación con los organismos de seguridad del Estado, a fin de atacar esos actos vandálicos, de los que han sido objeto algunas espacios públicos de la entidad”.

El resto de los organismos no debe dejar solo a Tromerca con ese rol de guardian de la luz. No estaremos en guerra contra alienígenas pero si está claro que debemos vigilar para no tener “la hora más oscura”.







Había una vez una policía…








No sólo aquí sino en cualquier parte del mundo, son típicos los chistes sobre la ausente presencia policial en momentos cuando la gente más la necesita. En esas mismas escenas lo funcionarios regularmente suelen llegar cuando ya no hay mucho que se pueda hacer. Claro, estas son sólo bromas para hacer mofa de algunos momentos en los cuales la autoridad llega a destiempo. Sabemos que en algunos casos – pocos, de seguro -la policía llega en el momento exacto e incluso nadie tiene que llamarlos porque, sencillamente, ya ellos han llegado. Por lo tanto, no demos dar por absoluto ni uno ni otro escenario - a favor o en contra - de los agentes del orden.

Lo mismo da para algunas labores específicas de los cuerpos policiales. En el caso de Mérida sabemos que el Instituto de Policía Vial pasó a ser ahora la Policía Municipal del Municipio Libertador, extendiendo sus labores del control vial a otras áreas de la seguridad en el contexto del municipio Libertador.

Es decir, ya la policía vial de otrora no es la que era debido a esos procesos de adecuación que la han llevado a asumir nuevos retos y responsabilidades.

Pero aún aceptando esta realidad, digamos evolutiva del referido cuerpo policial, nos cuesta aceptar que uno de los fundamentos de la existencia del órgano haya quedado casi reducido a cero.

De las labores de resguardo vial nos enteramos en Mérida sólo cuando vemos una grúa remolcando un carro mal estacionado. Entonces uno dice: “Allí va la Policía Vial”. Por ende, existe.

Pero en el otro 99 por ciento de los casos donde la situación del tránsito requiere de un agente  con competencia vial, no vemos ni la gorra.

Allí están, por ejemplo, los trabajos que Aguas de Mérida realiza en una de las intersecciones viales más dinámicas de la ciudad, como lo es la de la avenida Las Américas con el Viaducto Campo Elías. En los días que lleva la obra no hemos visto aún a un solo efectivo policial colaborando con despejar el caos que se forma en ese lugar, sobre todo a las horas pico (vale recordar: sobre el mediodía y al final de la tarde).

Y ese escenario de ausencia no es el único: si alguien cierra la vía por una protesta, una marcha, un reclamo, la Policía Municipal no da la cara para el control del tránsito circundante.

Hablo desde la visión de un ciudadano que confronta varias veces al día el centro de Mérida y buena parte de la ciudad como conductor y no pocas veces como peatón y cómo usuario del transporte público.

Dado el aumento del parque automotor, de la ahora presencia casi desproporcionada de motorizados, de la existencia de varias obras de construcción y de una ciudad más conflictiva en lo social ¿No será necesario rescatar la autoridad vial que la policía municipal una vez tuvo? Mérida, dada sus características urbanas y espaciales, seguirá requiriendo de un cuerpo especializado en ayudar a la ciudad a no colapsar y evitar que tal crisis de movilidad nos amargue la existencia.


domingo, 7 de julio de 2013

La religión del “operativo”






El operativo- su aplicación - es una expresión cultural venezolana. Suele mostrarse con mayor claridad en las acciones de los entes de gobierno como recurso de último momento de las políticas públicas.
Lo dicho no intenta ser una definición ni una defensa al operativo. Más bien, al menos desde el punto de vista práctico, noto que el operativo nos ha condenado a ejercer un tipo de acción de gobierno espasmódica, reactiva, circunstancial, de un extremo carácter focal o puntual, desprovisto de entorno, de estructura, de ilación y continuidad. El operativo es  muchas veces la evidencia de la falta de una visión integral de lo que debe ser una acción de gobierno coherente y centrada en el beneficio colectivo, las mejoras sociales, el aumento de la calidad de vida. Claro, hay el operativo como estrategia circunstancial que se aplica en cualquier parte de planeta pero no es a ese operativo al que nos estamos refiriendo sino a aquel que se instaura como la única respuesta.
Es por ello que, no ahora sino a lo largo del último medio siglo, los operativos aparecen en la escena venezolana, ante los ojos de los ciudadanos, como expresión del hacer público.
Por ejemplo, al no existir una política de mantenimiento continúo de las carreteras, se debe aplicar un operativo de bacheo, un operativo de asfaltado, respuestas que suelen llegar cuando ya la gente se ha cansado de caer en los huecos y por lo mismo plantea un fuerte reclamo que suele ser el activador del operativo.
Esto del operativo se evidencia en todos los niveles de gobierno, sea este municipal, estadal o nacional. En el caso de las alcaldías sorprende que, por ejemplo, apliquen  operativos de limpieza de las aceras, jardines o plazas públicas, y celebren estas acciones cuando en realidad su aplicación es la comprobación de que durante meses o años tales espacios públicos nunca recibieron la mano interesada y diligente de los trabajadores municipales que cortaran la grama, arrancaran el monte, pintaran los postes, cambiaran bombillos, o recogieran los desperdicios.
El operativo es, en nuestro caso venezolano, la respuesta a todos los males. Si no hay alimentos se levanta un operativo de abastecimiento y si lo que sobran son los delincuentes en las calles, se activa un operativo de seguridad ciudadana. Operativo, tras operativo, tras operativo, tras operativo. Para un hospital sin medicamentos, una calle sin luz, una escuela sin docentes. Allí va el operativo.
Claro, tendríamos que ser un tanto agradecidos y al menos admitir que si no fuera por esos operativos, tal vez muchos puentes se hubiesen caído, muchos buses estarían fuera de servicios, o sencillamente las ciudades habrían sido tragadas por la delincuencia. No se, a lo mejor es el operativo nuestra única forma de entender la gestión pública, la atención al otro.
A lo mejor el operativo, como los puentes vacacionales, las mises y el petróleo, son parte de nuestra cultura pero no ya en el sentido estrictamente negativo sino un ser y hacer que está determinado e incluso inscrito en nuestra genética. Vaya usted a saber.

Barinitas para la Fitven







Aunque no hay acceso para las personas que se acercan a ver cómo marchan las obras del Teleférico de Mérida, logramos enterarnos – de buena fuente – que al menos la estación Barinitas y la plaza de las Heroínas estarán listas para el ms de noviembre, fecha en la que se estará montando en la ciudad de Mérida la feria Internacional de Turismo (Fitven) 2013.
Claro, que según  nos indicaron algunos trabajadores, tendrán que esmerarse para que estos cuatro meses que vienen sean suficientes para poner a tono estas instalaciones (más no todo el sistema).  Ojalá lo logren.