domingo, 16 de febrero de 2014

La tentación de la censura





Si se era estudiante de periodismo por allá en 1989 también se era ávido lector del diario El Nacional y, por qué no decirlo, admirador de aquellos quienes como un equipo profesionalmente consciente de su responsabilidad, dejaron plasmada para la historia una de las mejores páginas del trabajo periodístico venezolano en el papel y la tinta de aquel diario.
Elizabeth Araujo, Roberto Giusti, Fabricio Ojeda, Régulo Párraga, Francisco Solórzano (Frasso), entre muchos otros, respondieron a la urgente necesidad de saber, de enterarse, de contar, de narrar lo que se vivió y sufrió en la Venezuela en aquellos aciagos días de represión y muerte, el 27 y 28 de febrero de 1989 y días sucesivos.
Tan crucial fue el trabajo periodístico desplegado por los reporteros de aquel diario El Nacional que semejante esfuerzo por mostrar ese retrato textual y fotográfico de lo sucedido en Venezuela en tiempos del paquetazo de Carlos Andrés Pérez, quedó registrado en un libro  que debería ser fundamental para todo el que se desempeñe como periodista: El día que bajaron de los cerros, una antología de crónicas e  imágenes paridas  por periodistas, al calor de la poblada de 1989.
De la contundencia socio política de los acontecimientos de aquel febrero de 1989  no queda  el menor rastro de dudas. En una intervención recordando la fecha, publicada en el diario Correo del Orinoco en febrero de 2010, el  presidente Hugo Chávez, calificó  al Caracazo como “la chispa que encendió el motor de la Revolución Bolivariana”.
Pero si bien el evento, el acontecimiento mismo, fue el combustible que movió la nave en la que se embarcaron los nuevos procesos sociales, su registro por parte de los medios de información también fue determinante.
Eran, estamos claros,  otros tiempos donde no había celulares, ni existía Internet como herramienta. Estamos hablando de 25 años atrás o para que suene más histórico, un cuarto  de  siglo en el pasado. Imperaban la televisión y la radio pero eran los medios impresos los refugios de la mayoría de los más comprometidos periodistas. Tal vez de allí la vitalidad  social de medios como El Nacional de aquellos años  y la incómoda cobertura que representó para el gobierno de turno (el de Carlos Andrés Pérez) el trabajo comprometido de los periodistas.
Es importante mencionar también que no sólo para el gobierno que lideró en su momento Hugo Chávez – cuyo legado político es el sostén del actual mandato  constitucional de Nicolás Maduro -  sino para una buena parte de las principales figuras que ostentan  el poder político dentro  del gobierno, la cobertura de los  acontecimientos vinculados al  Caracazo de 1989, representan un patrimonio de la historia nacional, de su memoria.
Por ejemplo, el año pasado la Asamblea Nacional organizó el foro “El Caracazo, un verdadero grito de rebelión”. Los  organizadores afirmaban  que  ese foro formaba parte de “las jornadas de reflexión y rescate de la memoria histórica sobre las víctimas de los gobiernos del llamado Pacto de Punto Fijo”.
En el sitio web de la emisora Alba Ciudad 96.3 FM, de Caracas, que apoya al actual  gobierno, se publicó  el año pasado una recopilación de imágenes del  extraordinario fotógrafo Francisco Solórzano bajo el título “El 27 deFebrero, captado por el reportero gráfico Francisco Frasso Solórzano”, material en el que hay un párrafo que reza  lo siguiente:
“Estas imágenes históricas sólo nos dan una lejana idea de lo que fue el 27 de Febrero de 1989 (y los días subsiguientes) para el pueblo venezolano. Miles de personas se lanzaron a la calle tras ejecutarse un duro paquete de políticas económicas a instancias del Fondo Monetario Internacional, que se materializaron en escasez y aumentos desproporcionados de alimentos y servicios públicos. El pueblo no aguantó más, y el gobierno de Carlos Andrés Pérez respondió con una represión nunca antes vista, que dejó miles de muertos”.
¿Hacia dónde nos lleva estas referencias de 1989?: hacia la constatación de que más allá del primario impulso de quien ostenta el poder de prohibir, censurar, frenar la cobertura, la imagen, el registro, el trabajo de los medios, la acción periodística, debe imperar la sensatez de dejar que el flujo de la información siga su curso, sin más límites de lo que pueda establecer la responsabilidad ética, pero también jurídica, de quien difunda.
Es obvio que lo anterior entraña un gran riesgo político o puede interpretarse como el harakiri que pondrá fin al control del poder.
No obstante, la historia, constatada por los que ahora les toca el ejercicio del gobierno, indica que es preferible juzgar los excesos de la información a posteriori – que para eso sobran leyes - que frenar su ejercicio al calor de los acontecimientos. O lo que es lo mismo, es preferible ver las crudas imágenes de 1989, surgidas del a Dios gracias oportuno lente de Frasso; o leer las humanas pero a su vez estremecedoras historia de aquellas crónicas periodistas que nos contaron el Caracazo, que lamentarnos como sociedad por su ausencia.
Los únicos que se frotan las manos con el silencio son los culpables. Por ello, partiendo de la premisa de que este gobierno actúa con respeto e integridad frente a su pueblo, incluso ante a aquellos que reclaman, protestan y adversan, no debería haber, en lo absoluto, razones para sacar del aire un canal, presionar medios o decidir que imágenes o cuáles no podemos ver los venezolanos. En suma, la libertad de información es un reflejo del grado de fortaleza con la que se mira y aprecia el propio gobierno. Es una prueba de democracia. (La imagen usada en  esta  nota es   autoría de  Francisco  Solórzano  "Frasso"  / Febrero 1989 )




lunes, 10 de febrero de 2014

Sobre las suposiciones



Parece que vienen días duros y difíciles. Días en los que se nos pedirá estar de uno u otro lado. Del lado de quien tiene la razón. ¿Quién realmente la tiene? Es asunto de cada uno decidirlo. Días en los que sería importante no sacar conclusiones de buenas a primeras, a partir de impulsos basados en supuesto.
Lo que quiero explicar ya lo hizo, de forma serena y clara, Don Miguel Ruiz en su libro Los Cuatro Acuerdos. Uno de esos acuerdos, el tercero,  es contundente: No hagas suposiciones. Se dice rápido pero para todo ser humano eso entraña un esfuerzo monumental. Y más para los venezolanos, encrispados como estamos en un país con la piel sensible.
A partir de aquí, un reproducción parcial de las reflexiones de Don Miguel Ruiz sobre la humana manía de suponer:

“El funcionamiento de la mente humana es muy interesante. Necesitamos justificarlo, explicarlo y comprenderlo todo para sentirnos seguros. Tenemos millones de preguntas que precisan respuesta porque hay muchas cosas que la mente racional es incapaz de explicar. No importa si la respuesta es correcta o no; por sí sola, bastará para que nos sintamos seguros. Esta es la razón por la cual hacemos suposiciones.
Si los demás nos dicen algo, hacemos suposiciones, y si no nos dicen nada, también las hacemos para satisfacer nuestra necesidad de saber y reemplazar la necesidad de comunicarnos. Incluso si oímos algo y no lo entendemos, hacemos suposiciones sobre lo que significa, y después, creemos en ellas. Hacemos todo
tipo de suposiciones porque no tenemos el valor de preguntar.
La mayoría de las veces, hacemos nuestras suposiciones con gran rapidez y de una manera inconsciente, porque hemos establecido acuerdos para comunicarnos de esta forma. Hemos acordado que hacer preguntas es peligroso, y que la gente que nos ama debería saber qué queremos o cómo nos sentimos.
Cuando creemos algo, suponemos que tenemos razón hasta el punto de llegar a destruir nuestras relaciones
para defender nuestra posición.
Suponemos que todo el mundo ve la vida del mismo modo que nosotros. Suponemos que los demás piensan, sienten, juzgan y maltratan como nosotros lo hacemos. Esta es la mayor suposición que podemos hacer, y es la razón por la cual nos da miedo ser nosotros mismos ante los demás, porque creemos que nos juzgarán, nos convertirán en sus víctimas, nos maltratarán y nos culparán como nosotros mismos hacemos.
De modo que, incluso antes de que los demás tengan la oportunidad de rechazarnos, nosotros ya nos hemos rechazado a nosotros mismos. Así es como funciona la mente humana.
También hacemos suposiciones sobre nosotros mismos, y esto crea muchos conflictos internos. Por ejemplo, supones que eres capaz de hacer algo, y después descubres que no lo eres. Te sobrestimas o te subestimas a ti mismo porque no te has tomado el tiempo necesario para hacerte preguntas y contestártelas.
Tal vez necesites más datos sobre una situación en particular. O quizá necesites dejar de mentirte a ti mismo  sobre lo que verdaderamente quieres.
Imagínate tan sólo el día en que dejes de suponer cosas de tu pareja, y a la larga, de cualquier otra persona de tu vida. Tu manera de comunicarte cambiará completamente y tus relaciones ya no sufrirán más a causa de conflictos creados por suposiciones equivocadas.
La manera de evitar las suposiciones es preguntar. Asegúrate de que las cosas te queden claras. Si no comprendes alguna, ten el valor de preguntar hasta clarificarlo todo lo posible, e incluso entonces, no supongas que lo sabes todo sobre esa situación en particular. Una vez escuches la respuesta, no tendrás que hacer suposiciones porque sabrás la verdad.
Asimismo, encuentra tu voz para preguntar lo que quieres. Todo el mundo tiene derecho a contestarte «sí» o «no», pero tú siempre tendrás derecho a preguntar. Del mismo modo, todo el mundo tiene derecho a preguntarte y tú tienes derecho a contestar «sí» o «no».
Si no entiendes algo, en lugar de hacer una suposición, es mejor que preguntes y que seas claro. El día que dejes de hacer suposiciones, te comunicarás con habilidad y claridad, libre de veneno emocional. Cuando ya no hagas suposiciones, tus palabras se volverán impecables.

Con una comunicación clara, todas tus relaciones cambiarán, no sólo la que tienes con tu pareja, sino también todas las demás. No será necesario que hagas suposiciones porque todo se volverá muy claro. Esto es lo que yo quiero, y esto es lo que tú quieres. Si nos comunicamos de esta manera, nuestras palabras se volverán impecables. Si todos los seres humanos fuésemos capaces de comunicarnos de esta manera, con la impecabilidad de nuestras palabras, no habría guerras, ni violencia ni disputas. Sólo con que fuésemos capaces de tener una comunicación buena y clara, todos nuestros problemas se resolverían.”

domingo, 9 de febrero de 2014

La basura como evidencia





Como parte del Proyecto Cultura Ciudadana y Espacios Públicos, un grupo de profesionales ha sido llamado a integrar el equipo de trabajo que analiza, diseña y ejecuta algunas acciones tendientes a incidir sobre el concepto, a veces un tanto etéreo, de cultura ciudadana, aquí en la ciudad de Mérida.
Específicamente este proyecto institucional cooperativo apunta hacia la “recuperación de la identidad del merideño a partir de sus espacios y vida pública ciudadana”.
Para ello el objetivo central se ha fijado en “emprender un proceso coordinado de recuperación de valores identitarios tangibles y no tangibles, vinculados a  la vida urbana de la ciudad de Mérida, a partir del uso de sus espacios públicos para la integración y el  enriquecimiento de la vida pública local”.
Quien anima esta iniciativa es el Grupo de Investigación del Espacio Público (conocido por siglas Gisep), una instancia de trabajo liderada por la profesora Maritza Rangel, adscrita a la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad de Los Andes. El Gisep recibe el apoyo de Venezolana de Teleféricos (Ventel), del Consejo de Estudios de Postgrados (CEP-ULA) y la colaboración de organizaciones merideñas como la Cámara de Comercio e Industrias del estado Mérida, por citar una.
Por supuesto que esa misión de incidir en la cultura ciudadana implica buscar escenarios concretos en los que se pueda hacer tangible la dinámica ciudadana y, por lo mismo, definir qué elementos coadyuvan a elevar el grado de civilidad y que factores limitan o impiden el ejercicio de una práctica ciudadana consciente. Por cierto, en el Gisep, para efectos de un mínimo marco conceptual, se asocia el término de cultura ciudadana  al  “conjunto de costumbres, acciones y reglas mínimas compartidas que generan sentido de pertenecía, facilitan la convivencia y conducen al respeto del patrimonio común y al reconocimiento de los derechos y deberes ciudadanos”.
Pues bien, una de las áreas en las que es posible reconocer lo bien o mal que le va a una ciudad con respecto al tema del comportamiento de los ciudadanos es la referida al manejo de los desechos sólidos. Dicho llanamente: la forma como maneja lo que de forma genérica todos llaman basura.
En el caso concreto de Mérida, el proyecto que desarrolla el Gisep ha definido el tema del manejo de los desechos como un área prioritaria de trabajo. Las razones están a la vista: Mérida ha pasado en los últimos años ha convertirse en una de las ciudades venezolanas con mayor grado de conflicto derivado del mal manejo de sus desechos.
Por supuesto que en nuestro caso el problema es de muy arraigadas deficiencias, vinculadas con la poca continuidad política de las decisiones y acciones sobre el problema, con la apatía o la propia inconsciencia institucional, convidada con episodios de ineficiencia, partidización política del problema, hasta falta de recursos, limitaciones operativas y técnicas, hasta, por supuesto, una muy pobre contribución ciudadana a mejorar el manejo de los desechos que cada quien genera.
Esta suma de situaciones coloca el problema de la basura como una clara evidencia de nuestras debilidades como colectivo humano – ciudadano – en aras de atacar un problema tan básico como lo es la forma como generamos, almacenamos, recogemos y disponemos las 400 toneladas mensuales de basura que genera la zona metropolitana de Mérida.

La meta de alcanzar una respuesta política, institucional, académica, ciudadana, que se asiente en las decisiones técnicas más adecuadas y que cuente no sólo con los recursos para hacer viable las soluciones sino con la participación ciudadana como elemento fundamental, pasa por el reconocimiento de que no estamos haciendo las cosas como debemos y que nuestra cultura ciudadana, vinculada a este aspecto de los desechos, está lejos, muy lejos de ser la mejor. De esa autocrítica ciudadana puede derivarse, luego, una motivación para la acción.

La otra feria



Dentro de menos de un mes estaremos – querámoslo  o no – sumergidos en los carnavales, la feria, la fiesta.
Hay mucha gente, más de la que se ve, pensando en una fiesta que agregue alternativas a este asueto del carnaval y lo deslastre, en el caso merideño, de su eje únicamente taurino.
Con el respeto de quienes son aficionados a las corridas, está claro que los discursos mundiales sobre el tema apuntan a que este tipo de espectáculos vaya dando paso a otras formas de entender la relación con los animales. Pero ese es un tema polémico por lo demás y digno de una reflexión más larga.

Lo que apuntaba era que hay gente repensando las ferias y proponiendo agendas alternativas. De esas opciones estaremos conociendo más adelante en este espacio de reflexión.