lunes, 25 de mayo de 2015

¿Quién se robó el acelerador?



Quien visite la ciudad de Mérida podrá comprobar algo concreto, palpable, que no deja lugar a dudas: en Mérida las autoridades de gobierno (sea éste central, regional o municipal), están construyendo. Es decir, se ven, en ejecución obras de interés público. Incluso, con las limitaciones que el drama y el mal manejo económico del país impone, también hay varias estructuras del sector privado que se abren paso en esta pequeña pero acogedora urbe andina.
Obras importantes: el Teleférico de Mérida, el Sistema de Transporte Masivo Trolebús, el Bulevar de la calle 24, el distribuidor Juan Félix Sánchez, varios urbanismos (en Las Américas y en Los Próceres).
Todo esto coloca a la ciudad de Mérida en una situación que dentro del contexto nacional, se torna como envidiable, si tomamos en cuenta que en algunas urbes importantes del país no hay asomos de proyectos del calibre que muestran las iniciativas públicas en Mérida.
Nunca hemos sido mezquinos como para ocultar esta realidad, ya comentada en varias columnas en este mismo espacio. Decimos lo que se hace, intentamos expresar las observaciones de lo que parece no estar bien hecho, exaltamos los esfuerzos pero, definitivamente, no somos indolentes ante los retrasos.
Porque el hecho de que Mérida sea el escenario de obras importantes, de las que podemos realizar más adelante un más detallado catálogo (invito a leer la página www.skyscrapercity.com, en la sección Ciudades de Venezuela, Mérida) implica también un necesario seguimiento ciudadano de tales proyectos. Y allí nosotros, desde nuestra humilde opinión, intentamos, con respeto, advertir cuando un proyecto excede no la fecha que algún criticón saca a relucir sino las propias fechas que el gobierno públicamente asume para tales compromisos.
Tomemos un ejemplo de lo que pasa no en la ciudad de Mérida sino en la pujante capital del municipio Alberto Adriani, El Vigía.
El 15 de agosto del año 2013 (hace casi 2 años) se inició la construcción del nuevo puente sobre el río Chama (el actual está sobresaturado).
La nota, tomada de los archivos afirmaba que – a partir de aquí la reproducimos in extenso - “Este jueves (15 de agosto de 2013), se iniciaron los movimientos de tierras en el área en la que será construido el estribo este del puente sobre el Río Chama, en El Vigía, estado Mérida, informó este jueves el ministro El Troudi durante un contacto con Diálogo Bolivariano, programa que dirige el presidente Maduro. El ministro para Transporte Terrestre, Haiman El Troudi, explicó que el proyecto contempla la edificación de todo un sistema vial, que incluirá 35 kilómetros de nueva vialidad, distribuidores y vías de conexión. “A partir de este momento la obra ha arrancado, estamos en la fase de movimiento de tierra para la construcción de los estribos que es el punto desde donde comienza a proyectarse el puente. Además de forma paralela se irán construyendo toda la vialidad que le he comunicado: más de 35 Km. Esperamos tener todo el proyecto finalizado en 24 meses, 2 años. Tanto el puente, como los 5 distribuidores como las 5 vías de enlace como la vía perimetral de El Vigía, informó el Ministro” (Fin de la cita).
Hace una semana pasé por el elevado de Iberia, que forma parte de ese conjunto de obras anunciadas por el Ministro. Va bien el distribuidor, para qué negarlo. Pero ¿Va este proyecto al ritmo indicado por las propias autoridades? A casi dos años del inicio del proyecto, está claro que el segundo puente sobre el río Chama no estará para la fecha.

Agradecemos, como no hacerlo, que Mérida siga siendo escenario de importantes proyectos, anunciados, en ejecución y algunos (unos pocos) terminados en toda su extensión. Pero pedimos colocar el pie en el acelerador de los compromisos. 

Mentalidad “bachaquera”


Sorprenden los precios a los que pueden llegar algunos productos en el mercado negro, de la Venezuela de hoy, organizado y abastecido por los llamados bachaqueros. El sábado pregunté por un empaque que contenía 3 jabones de baño de una famosa marca. “320, aproveche que se acaban”, me dijo el vendedor sin atisbo de recato ante semejante robo.

Muy cerca de allí una señora bachaquera se ufanaba de haber vendido el día anterior “cuatro bultos de papel higiénico. Cada paquete de cuatro rollitos los vendo en 400 bolívares. Y vienen más caros”, me contó orgullosa de regentar un negocio, por lo visto, redondo.


El bachaquero cree que se hace rico. Disfruta de vender 500% o 700% por sobre el valor regulado. Se frota las manos. En su visión bachaquera, se le olvida que ese dinero que obtiene de manera fácil lo tendrá que usar en un país en el que otros están esperando la oportunidad para asestar, también,  el cobró exagerado. Lo que come y usa el bachaquero tiene el sello de la inflación letal. No sé de qué se ríe el bachaquero.

lunes, 18 de mayo de 2015

¿Qué hacer con los buhoneros?





Cuando vemos una estampa turística que nos llega de algún lugar exótico del mundo, pareciera que la presencia de vendedores ambulantes, tarantines, improvisados mesones y otras imágenes de los mercados de pulgas, constituye una “típica” situación, lo cual justificaría que por estos lares tengamos nuestras propias expresiones de la economía informal, es decir, nuestros buhoneros.
Pero esa es una falsa imagen a lo interno. Una cosa es un mercado de pulgas con medio siglo de antigüedad perdido en un remoto país oriental, a una ciudad en la cual no hay espacio en las aceras porque los vendedores las han tomado para ofrecer cualquier producto que les permita una fuente mínima de sustento.
Además, echemos un vistazo a los productos que podemos conseguir en una típica calle del centro de Marruecos, por ejemplo, a los productos que nos ofertan los vendedores de una calle en las aceras de Mérida: por allá cueros artesanales, tejidos y orfebrería que transmite el trabajo artesanal de siglos de tradición. En lo que a nosotros respecta, nuestros vendedores se concentran en forros para celulares, cigarrillos, ropa traída de cualquier país cercano, sostenes y chucherías…
En pocas palabras: no debemos caer en el juego – muchas veces propuestos por algunos burócratas de algún ente de gobierno que buscan justificar lo injustificable – de confundir la desesperada expresión de un problema económico (como tal en buena parte de nuestra economía informal) con las imágenes de mercados artesanales que van de la mano de un escenario típico en otras latitudes.
Porque los buhoneros de nuestras ciudades son personas que buscan ganarse la vida a falta de mejores oportunidades en la estructura formal de la economía, bien sea en las empresas o instituciones de gobierno, como en el aparato económico promovido por el sector privado.
Hay que tomar en cuenta que antes de que el actual gobierno arribara al poder ya Venezuela exhibía preocupantes signos de deterioro económico. Por ejemplo, en 1999 la informalidad en el país era de un 55 por ciento, versus un 42 por ciento actual, según cifras que maneja el gobierno nacional a través del Instituto Nacional de Estadística (INE). Es decir, se ha logrado frenar el crecimiento de la informalidad e incluso se han bajado significativamente los porcentajes (ojo: a partir de las cifras que nos ofrece el gobierno).
No obstante los avances,  esos casi 6 millones de venezolanos que todos los días salen a las calles a ver cómo resuelven el día (no la semana, ni el mes, sino el día, esas 12  horas que van desde que el sol alumbra hasta que cae la noche) siguen colocando los planes de reducción y control de las ventas informales en ámbitos urbanos como un ejercicio parecido al de arar en el mar.
Mérida es buen ejemplo de esas iniciativas frustradas. Desde que Fortunato González fue electo en 1989 como el primer alcalde de la ciudad de Mérida, han pasado siete alcaldes en ese lapso de 25 años de vida ciudadana que han corrido hasta estos días de 2015.
Me imagino que cada uno de estos alcaldes cuando revisó las condiciones de la ciudad concluyó que algo había que hacer con tantos buhoneros.
En la mayoría de los casos hubo una aparente bien intencionada política de “sacar a los buhoneros de las aceras”. Los planes incluían hacer un censo previo para saber cuántos buhoneros existían en total. Esa revisión además indicaba el tipo de mercadería que expendían en las calles, los años de labor en lo que los comerciantes llaman “el punto”, la situación socioeconómica de los buhoneros (edades, sexo, número de hijos, estudios realizados). Finalmente las soluciones siempre terminaban en la búsqueda de un terreno para la construcción de un espacio para los comerciantes y la solicitud de abandonar las calles para irse a sus nuevos locales. Esto último nunca se cumplía y si ocurría era una mezcla extraña de situaciones en la que el comerciante informal prefería seguir en la calle – más rentable y de venta segura - y alquilar o vender el local otorgado por la municipalidad.
Así, tenemos varios mercados organizados y construidos en la ciudad y la misma o mayor cantidad de buhoneros en la calle. En fin, el problema sigue sin resolver.

Vale recordar que – según el diario El Universal - de acuerdo a las cifras oficiales, sólo en 2014 dejaron de existir 58 mil empleadores y en 12 años 153 mil. En 2000, había 499 mil patronos privados y hoy apenas sobreviven 345 mil. Esto ligado al cerco regulatorio que enfrenta el empresario local, los controles de cambio y de precios, que han frenado la expansión del sector, crea las condiciones para que cualquier persona se plantee sumarse a la lista de la economía informal. Esa presión va a parar, indefectiblemente, a los espacios públicos de las ciudades, que deben lidiar con la expresión más conflictiva del problema.

Heroínas vivas


La Plaza de Las Heroínas, gracias al buen trabajo que realiza Mukumbarí, ha pasado a ser uno de los mejores espacios urbanos para compartir en familia y para encontrarse.

Esta nueva etapa de Las Heroínas se ha sustentado en la presentación de todo tipo de actividades culturales, en brindar seguridad y en un espacio armónico, desde el punto de vista del ornato.

Es menester felicitar la constancia de quienes llevan adelante el mantenimiento y el contenido cultural que nos brinda cada semana la Plaza de Las Heroínas. Esta iniciativa habla de una ciudad viva.


domingo, 10 de mayo de 2015

Desperdiciamos el aeropuerto



Hace pocos días tuve que ir a visitar a un familiar hospitalizado en el quinto piso del Instituto Autónomo Hospital Universitario de Los Andes (Iahula). Mientras cumplía con la visita, en un momento tuve tiempo de asomarme por la ventana de la habitación que mira hacia la avenida 16 de septiembre. Apareció ante mí una vista inmejorable del aeropuerto de Mérida y de una buena parte de nuestra hermosa ciudad de Mérida.
Comenté que a la persona que hacía compañía a mi convaleciente familiar que la vista era maravillosa y que debía ser un gran entretenimiento ver ir y venir a los aviones. La persona se asomó por la ventana y luego me miró y me dijo: “¿Aviones…? Hace rato que no despega uno”.
Claro: dentro de nuestra inocencia ciudadana – y la de muchos – se nos olvida que el aeropuerto Alberto Carnevali es una estructura solitaria, silenciosa, vacía.
Que los aviones privados que eventualmente despegan sólo sirven para acentuar la incongruente realidad de tener una terminal inoperante.
He comentado más de una vez en este espacio de reflexiones que no estoy de acuerdo con cerrar el aeropuerto de la ciudad de Mérida, o restringirle las operaciones a partir de supuestos totalmente fuera de lugar, desde el punto de vista de los avances de la aviación y por ende de la seguridad aérea.
Pero recuerdo dos de esos argumentos. El primer supuesto en contra de nuestro aeropuerto de Mérida es que éste no puede operar porque está “demasiado metido en la ciudad”.  ¡Vaya argumento para sostener un cierre! Sólo basta con echar una mirada a ciudades como Nueva York en la que no hay uno sino tres aeropuertos, y no son modestos aeropuertos, sino terminales internacionales (el Aeropuerto Newark – también llamado Libertad -, el aeropuerto LaGuardia y el famoso Aeropuerto Internacional John F. Kennedy). Juntos esas terminales mueven más de 110 millones de pasajeros al año en una de las aéreas urbanas más densas del mundo.
Entonces… ¿No se puede abrir el aeropuerto de Mérida porque hay viviendas a su alrededor?... Pues no parece ese un argumento válido si revisamos la realidad internacional, tal como el ejemplo neoyorquino. Claro está: el funcionamiento implica una renovada seguridad, punto éste que es un aspecto accesible para un país como Venezuela y una ciudad como Mérida.
El segundo argumento es que ya existe el aeropuerto de El Vigía y, entonces… ¿Para qué otro? Nuevamente dicho planteamiento, estrecho y poco competitivo, parte de argumentos cuestionables sobre, por ejemplo, el potencial turístico, de movilidad, económicos de un estado como Mérida. Si usted tiene la fortuna de tener dos vacas ¿No sería mejor ponerlas a producir a las dos en vez de sacrificar a una? Y ojo: no estoy en contra del aeropuerto de El Vigía, cuyo potencial se pierde de vista. Pero El Vigía y Mérida son dos realidades y no tienen que competir sino complementarse.
En fin: asomarse por una ventana y ver al aeropuerto solo y vacío, no es nada grato y tampoco es un negocio para la ciudad.

Viene el Teleférico Mukumbarí, se nota que ha aumentado la  construcción de hoteles (hasta 4 terminan en estos momentos). Para esta faceta turística, Mérida, la Ciudad, necesita su aeropuerto en pleno funcionamiento.

Entre periodistas te veas



La profesora Patricia Patricia Rosenzweig Levy nos acompañó al final de la charla. 


Quiero agradecer a los responsables del Diplomado Balance y Equilibrio Informativo, del Convenio Universidad de Los Andes y Venevisión, la invitación a participar como conferencista en uno de sus módulos.

Esa invitación la atendimos el pasado sábado en horas de la mañana, en el auditorio de  la Facultad de Ciencias.

Allí saludamos a muchos colegas. Con una audiencia de más de 50 participantes, conversamos sobre el periodismo de Provincia e intentamos conceptualizar qué era eso de un “periodismo de aquí”. 

Al final convenimos con el hecho de que más allá del lugar desde donde se ejerza la profesión de periodista, deben resaltar el compromiso con la ética y el compromiso social, que bien puede entenderse como una búsqueda ciudadano. De hecho, revisamos un par de propuestas sobre acción comunicacional en medios (el periodismo Social y el Periodismo Público) que pueden ayudarnos a lograr una comunicación social más responsable y asertiva.

  

lunes, 4 de mayo de 2015

Un túnel para el futuro




Mérida tiene la fortuna de contar entre sus habitantes con gente de mente amplia, abierta, diríamos que ilimitada en cuanto a los sueños, entendidos éstos no como utopías o ideas estrafalarias sino como guías para transitar caminos cuesta arriba pero que llevan lejos, muy lejos. Podríamos decir que el destino de las naciones, de los pueblos, está determinado por la existencia de personas que se preguntan: ¿Y por qué no hacerlo?

Una de esos merideños que colocan alto el listón de las metas que nos debemos proponer con vista al futuro es Germán Monzón Salas quien en su Blog MiradorElectrónico GMS se define como agricultor, gremialista y político, pero quien además fue gobernador del estado Mérida en un breve tránsito por allá en 1983. De su preocupación por Mérida han surgido propuestas, ideas, planteamientos y hasta proyectos dirigidos a potenciar la presencia de Mérida no sólo en el contexto nacional sino mundial. 

Monzón Salas es, precisamente, un hombre para quien los límites hay que medirlos en términos globales, no de lo que hizo el vecino más cercano.
Recientemente, el día 30 de abril, Monzón Salas presentó una vez más, esta vez en el Colegio de Ingenieros, su idea de construir un túnel que, pasando por debajo de la Sierra Nevada comunique a la ciudad de Mérida con Barinas. Cierto, apenas uno oye esa propuesta se escuchan preguntas como ¿Es posible hacerlo?, ¿Cómo hacerlo? Y aún más ¿Con qué hacerlo?, por no decir que pueden asaltar otras dudas como ¿Es necesaria semejante propuesta? Y… ¿Qué ganaría el país – y Mérida en especial – asumiendo este reto de ingeniería?
Para Germán Monzón Salas la repuesta netamente técnica e ingenieril se encuentra en proyectos en distintos rincones del mundo.

Por ejemplo, allí está el Túnel Seikan que tiene el título de túnel ferroviario más largo del mundo. Está en el muy sísmico Japón, se extiende por más de 53 kilómetros  de los cuales 23 corren bajo el lecho marino. También el Eurotúnel es una obra legendaria. Este túnel une a Francia con el reino Unido y se extiende por  50,5 km, de los cuales 39 son submarinos.
Es decir, la ingeniería moderna tiene la capacidad de asumir retos monumentales y convertir en obras tangibles lo que en principio eran ideas posiblemente descabelladas.

Pero alguien dirá: “Perfecto, pero las obras mencionadas fueron construidas en Japón, una y entre Francia e Inglaterra, la otra. Esos son países desarrollados. Nosotros no”.

Sin embargo,  en su propio Blog, Germán Monzón Salas se apoya en una obra que sirve de ejemplo concreto y motivador para los merideños y para el cual sólo tenemos que abrir la ventana de nuestras casas para verlo…El Teleférico de Mérida.

Así lo explica Monzón Salas: “El teleférico de Mérida fue promovido por el Club Andino venezolano en el año 1952. Para ese año Mérida era sólo la parte central y en su breve territorio apenas estaban colocando las cloacas y poniendo pavimento rígido a algunas calles. Todavía teníamos la Electricidad Parra y La Picón, no había empresa pública. No había vías asfaltadas para llegar a la ciudad, apenas los hoteles La Sierra y El Cordillera en la Plaza Bolívar, no obstante Pérez Jiménez aprobó el teleférico. Se hizo en tiempo récord, las mulas de Mérida no alcanzaron para subir los agregados para las bases del teleférico de carga, trajeron cientos de Colombia”. Remata el exgobernador afirmando: “A pesar de las limitaciones se construyó el teleférico más largo y alto del mundo; los túneles propuestos pueden ser equivalentes a esa monumental obra”.

En esencia la obra de ingeniería vial propuesta por Monzón Salas sumaría 70 kilómetros de túneles más 94 de vialidad superficial (autopistas) para un total de 164 kilómetros que permitirían unir a Mérida con barinas en 1 hora y 47 minutos. Un tercio del tiempo actual.

Demás está decir que la propuesta tiene como trasfondo la trasformación económica regional, apuntalando nuestros puntos fuertes en turismo y agricultura, pero no ya a una escala local sino internacional.

Vuelvo: ¿Cosa de locos?... No. Más bien cosa de visionarios, valientes y de gente que, como Germán Monzón Salas, tal vez crea más en nuestras capacidades que nosotros mismos.

El Seminario se lo merece



Un aspecto de la fachada principal del edificio diseñado por Manuel Mujica Millán, sede del histórico Seminario San Buenaventura de Mérida.


En una nota informativa que nos llegó de parte del departamento de prensa de los amigos de Mukumbarí, se nos hace saber que la recuperación de la calle 25 y de la calle que comunica al Seminario San Buenaventura con la Estación Los Conquistadores (del Trolcable) va a ser objeto de recuperación o rescate urbano.

Si bien la nota no entra en mayores detalles sobre este punto, creo que es digno mencionar la posibilidad de que se concrete algún proyecto de recuperación de la fachada del Seminario, como edificio emblemático de la arquitectura y la historia de Mérida.

Ya en un anterior post habíamos comentado lo interesante que sería integrar la Estación Barinitas (la entrada fundamental a nuestras cumbres) a un concepto de “Complejo Turístico” que atara El teleférico, el Trolebús, el Trolcable, la plaza de Las Heroínas, el bulevar de Amador, el nuevo bulevar de la calle 24 y el Seminario San Buenaventura… Si es así  !qué bien!