No sólo aquí sino en cualquier parte del
mundo, son típicos los chistes sobre la ausente presencia policial en momentos
cuando la gente más la necesita. En esas mismas escenas lo funcionarios
regularmente suelen llegar cuando ya no hay mucho que se pueda hacer. Claro,
estas son sólo bromas para hacer mofa de algunos momentos en los cuales la
autoridad llega a destiempo. Sabemos que en algunos casos – pocos, de seguro
-la policía llega en el momento exacto e incluso nadie tiene que llamarlos
porque, sencillamente, ya ellos han llegado. Por lo tanto, no demos dar por
absoluto ni uno ni otro escenario - a favor o en contra - de los agentes del
orden.
Lo mismo da para algunas labores
específicas de los cuerpos policiales. En el caso de Mérida sabemos que el
Instituto de Policía Vial pasó a ser ahora la Policía Municipal del Municipio
Libertador, extendiendo sus labores del control vial a otras áreas de la
seguridad en el contexto del municipio Libertador.
Es decir, ya la policía vial de otrora no
es la que era debido a esos procesos de adecuación que la han llevado a asumir
nuevos retos y responsabilidades.
Pero aún aceptando esta realidad, digamos
evolutiva del referido cuerpo policial, nos cuesta aceptar que uno de los
fundamentos de la existencia del órgano haya quedado casi reducido a cero.
De las labores de resguardo vial nos
enteramos en Mérida sólo cuando vemos una grúa remolcando un carro mal estacionado.
Entonces uno dice: “Allí va la Policía Vial”. Por ende, existe.
Pero en el otro 99 por ciento de los casos
donde la situación del tránsito requiere de un agente con competencia vial, no vemos ni la gorra.
Allí están, por ejemplo, los trabajos que
Aguas de Mérida realiza en una de las intersecciones viales más dinámicas de la
ciudad, como lo es la de la avenida Las Américas con el Viaducto Campo Elías.
En los días que lleva la obra no hemos visto aún a un solo efectivo policial
colaborando con despejar el caos que se forma en ese lugar, sobre todo a las
horas pico (vale recordar: sobre el mediodía y al final de la tarde).
Y ese escenario de ausencia no es el único:
si alguien cierra la vía por una protesta, una marcha, un reclamo, la Policía
Municipal no da la cara para el control del tránsito circundante.
Hablo desde la visión de un ciudadano que
confronta varias veces al día el centro de Mérida y buena parte de la ciudad
como conductor y no pocas veces como peatón y cómo usuario del transporte público.
Dado el aumento del parque automotor, de la
ahora presencia casi desproporcionada de motorizados, de la existencia de
varias obras de construcción y de una ciudad más conflictiva en lo social ¿No
será necesario rescatar la autoridad vial que la policía municipal una vez
tuvo? Mérida, dada sus características urbanas y espaciales, seguirá
requiriendo de un cuerpo especializado en ayudar a la ciudad a no colapsar y
evitar que tal crisis de movilidad nos amargue la existencia.
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