Por la vida ciudadana
El presente trabajo forma parte de una serie de artículos elaborados por el Grupo de Investigación sobre el Espacio Público (Gisep) de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad de Los Andes, en el marco del Proyecto “Revalorización de la identidad del merideño a partir de su cultura, espacios y vida ciudadana” que emprende en conjunto con la Empresa Venezolana de Teleféricos C.A. (Ventel), a propósito de las actividades culturales a realizar durante la conmemoración de la Semana Mayor 2014. El objetivo de dicha iniciativa busca contribuir a la formación de ciudadanía a través del enriquecimiento de la vida urbana de la ciudad de Mérida, mediante el desarrollo de actividades culturales y turísticas en sus espacios públicos.
De las dos visiones en las que suele
repartirse el interés por los días Santos
(una mundana, la otra espiritual)
Mérida termina siendo escogida por quienes prefieren el acercamiento a los símbolos cristianos,
expresados mediante ceremonias y actos culturales de profundo contenido popular. Religión y turismo se
fusionan y potencian lo mejor de una Mérida que cambia de voz y se expresa a través del sonoro repiquetear de
las campanas de sus templos.
La historia de la religiosidad merideña que se vive en el período de la
Semana Mayor, el más prominente por cierto del calendario católico a nivel
mundial, da cuenta de una riqueza de manifestaciones culturales que buscan
mantenerse en el imaginario popular, a pesar de los embates de la ciudad
contemporánea en la vida de la gente. En efecto, sus valores, tradiciones y
costumbres se vinculan a una memoria histórica que ha sido transmitida de
generación en generación, convirtiéndose en un patrimonio cultural que ha
trascendido como uno de sus elementos identitarios más reconocido por la
sociedad merideña y los visitantes.
Gracias a la acuciosa pluma del genio merideño, Don Tulio Febres Cordero,
ya para comienzos del siglo XX, muchas familias se movilizaban hacia esa Mérida
plácida y de hermosos paisajes, para visitar sus numerosos templos y asistir a
los actos religiosos. Desde el punto de vista social constituye sin duda un
conjunto de vivencias que evidencian interacción de personas y grupos, lo cual
tiene un efecto cultural, nutrido por rituales simbólicos religiosos y formas
diversas que van de la mano de esta
fecha cristiana.
La antesala de la Semana
Mayor
Una vez finalizada la celebración de los carnavales, la preparación de
los actos de la Semana Mayor se inicia en el tiempo católico conocido como la
Cuaresma, época de penitencia y ayuno. La vida se revestía de silencio y paz y
hasta cuidaba de su vestimenta como parte de la costumbre asociada a la
conmemoración del sacrificio de Cristo. Estas costumbres cambiaron a la llegada
de la modernidad. Con debida antelación, muchas familias mantienen la costumbre
piadosa elaborar los adornos florales con elementos de iluminación que
engalanarían el paso de las procesiones con especial esmero. Por otra parte, la
planificación y desarrollo del programa litúrgico ha estado a cargo de las
autoridades de la iglesia con la participación de cristianos y el apoyo de
organizaciones públicas y privadas. Este conjunto de prácticas, representaciones
y motivaciones populares induce a una emocionalidad colectiva que se entiende
como propia.
Procesiones y cofradías
El ritual social fundamental de la Semana Mayor lo constituyen sin duda
las procesiones. Según algunos textos que narran la historia de la Semana
Santa, las mismas fueron concebidas como homenajes de carácter público a Jesús
de Nazaret, María y Juan el Apóstol, principalmente. Practicadas desde tiempos
muy antiguos, el pueblo busca compartir a través de esta expresión colectiva,
sentimientos asociados a la piedad y el perdón, así como la exaltación del
sacrificio a favor del bien común, mediante la recreación de escenas de la
pasión y muerte de Cristo.
De acuerdo a la investigación de la profesora Eligia Calderón y del propio
Febres Cordero, las procesiones se apropiaban de los espacios públicos
siguiendo un orden y número de pasos: el Domingo de Ramos salía de la Iglesia
de El Espejo; el Lunes Santo partía de la Iglesia Nuestra Señora de Belén de
Mérida; el Martes y Miércoles Santos partían del Templo de San Francisco; el
Jueves Santo, iniciaba su recorrido en la Iglesia San Miguel del Llano; el
Santo Sepulcro, la Dolorosa y San Juan salían el Viernes Santo del extinto
Convento de las Clarisas cerca del mediodía y pasadas las nueve de la noche se
llevaban a la Catedral. El Sábado Santo se conmemora a Jesús en el sepulcro y
se celebra la Vigilia Pascual a partir de las seis de la tarde. Este ritual
constituye para muchos la noche santa más importante del año por su contenido simbólico
basado en la esperanza de la venida de Jesús. El Domingo de Resurrección,
conocido también como la Pascua Florida, recuerda uno de los hitos
fundamentales de la religión cristiana y determina el calendario de otras
fiestas católicas tales como la Ascensión del Señor y Pentecostés.
Vale destacar que a partir del Domingo de Ramos la Catedral acogía a un
pueblo que concurría en forma numerosa a las ceremonias, sin distingo social de
ninguna naturaleza. Sin embargo, la mayor participación de las familias en los
actos litúrgicos se apreciaba el Miércoles Santo, cuya procesión alcanzaba
hasta cuatro cuadras. Por otra parte es necesario comentar que la ocurrencia
del terremoto el Jueves Santo en el año 1812, mermó la asistencia de las
familias al acto conocido como el Lavatorio, por el temor a que se repitiera el
sismo.
Con respecto a las Cofradías y otros grupos asociados a las mismas, las
mismas se conformaron en torno a la socialización de la devoción cristiana y el
servicio a los más necesitados, contribuyendo en gran medida a la
popularización de los actos de la Semana Santa, en tanto fiesta participativa y
popular inspirada en el Nazareno, símbolo de libertad a través de la
conversión. Desde el punto de vista cultural el arte barroco se expresa en la belleza
de tallas e imágenes, así como de la ornamentación preparada por los cofrades
para las procesiones. En el Estado Mérida son muy estimadas las labores que
emprenden la Cofradía Hermandad de Rocieros de Corazón con sede en la Parroquia
Universitaria, Los Vasallos de la Virgen
de la Candelaria en La Parroquia y las Cofradías del Santísimo Sacramento en
Guaraque y de Nuestra Señora de Regla en Tovar, entre otros.
La religión: puntal del
turismo
En el mundo entero cobra mayor fuerza el interés de la gente en conocer
los referentes que identifican y dan rostro a las tradiciones de los
pueblos, en tanto conjunto de prácticas y saberes compartidos, valores
artísticos y religiosos, relaciones y convivencia que construyen eso que se
llama la comunidad. De lo anterior
se desprende la sostenibilidad de
tradiciones culturales y religiosas vinculadas a la Semana Santa es de enorme
trascendencia social, además del altísimo impacto que genera en la actividad
turística como elemento sustantivo del anhelado desarrollo urbano sustentable
para la ciudad de Mérida. / Sabel González / AS/ CNP: 8965
Procesiones, cofradías, rituales. Mérida
ofrece expresiones de profunda devoción.
Desde que la ciudad inició su camino
como modesta urbe entre grandes
montañas, ha otorgado un gran peso a la
celebración de la Semana Mayor.
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