Ante
todo partamos de lo más básico: ¿Qué es
la lluvia? La definición más elemental nos indica que la lluvia es un fenómeno
atmosférico. Lo de atmosférico es porque se produce allá arriba, en la
atmósfera, esa capa de gas que rodea nuestro planeta.
Ahora
bien, la lluvia es un fenómeno atmosférico de tipo acuático y aunque parezca una necedad decir que es
acuático (relativo al agua) la precisión es absolutamente necesaria ya que en
vez de gotas podemos tener copos de nieve o incluso granizo.
Lo
que sí es cierto es que en todos los casos es una precipitación -
caída - de agua en forma de
gotas. Estas gotas han sido medidas para tener el honroso título de gotas de lluvia: deben tener un
diámetro mínimo de 0,5 mm. Con este tamaño caen a la tierra por la gravedad a
una velocidad superior a los 3 metros por cada segundo, es decir unos
respetables 33 kilómetros por hora, más o menos.
Por
cierto, se sabe de unas gotas (o gotas
gigantes, o mega gotas) que llegaron a medir un centímetro, o sea 20 veces el
tamaño de una gota promedio. Pero lo normal es que con sus 0,5 mm tengan el peso suficiente para
precipitarse a tierra. Lo demás es lluviosa obesidad.
Estas gotas aparecen por la condensación del vapor de
agua contenido en las nubes.
La
lluvia es fundamental para la vida. Un año sin
lluvia en el planeta y la hambruna acabaría con buena parte del planeta. Dos años sin una
gota de lluvia, ni hablar de lo que
pasaría.
Pero pese a su importancia fundamental para la vida, la lluvia por lo general suele
ser polémica. A los poetas, románticos y
melancólicos les suele agradar. Los niños por lo general gozan un mundo
corriendo bajo la lluvia.
Otros,
sin embargo, la odian. Incluso cuando llueven
dicen que hay “mal tiempo”.
Parece
que lo que más enfada es la cantidad y la duración, cuando ambas son excesivas
para el gusto de la mayoría. Una lluvia muy fuerte o una muy prolongada, aunque
sea suave, suelen disgustar a muchos.
Algo así como “bueno es el cilantro pero no tanto”.
¿Y
cómo medirla para saber si es mucha? La cantidad de lluvia que cae en un lugar
se mide con unos aparatos llamados pluviómetros. La medición se expresa en
milímetros de agua y equivale al agua que se acumularía en una superficie
horizontal e impermeable de 1 metro cuadrado durante el tiempo que dure la
precipitación. Un litro caído en un metro cuadrado alcanzaría una altura de 1
milímetro. Si un pluviómetro recoge más de 30mm en una hora
o incluso si supera los 60 mm (es decir
60 litros de agua por metro cuadrado)
estamos en presencia de una lluvia muy fuerte o torrencial. Como dijo alguien
en una
película: “Houston, tenemos un
problema”.
Es decir, sí estamos
en el lugar equivocado en el momento menos recomendable, como por ejemplo el
cauce de un río, en las riveras
de una torrentosa quebrada o en una zona propensa a las inundaciones,
entonces cada gota de lluvia nos puede saber amarga.
En
Mérida, ya abril muestra de que estará hecho. Las lluvias han empezado a exhibir
su presencia necesaria para la vida pero, en medio de una ciudad y una sociedad
que sabe que la lluvia llegará pero a la cual nunca espera como es debido, las consecuencias
negativas no se harán esperar.
Basura
en los drenajes, alcantarillas repletas de desechos e improvisaciones, empiezan
a ser la nota recurrente. Y apenas comienza. Muy tarde para llamar a San
Isidro.
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