Uno de los mayores deseos del ser humano es la paz. La
expresión “la paz contigo” es, de hecho, una de las más sentidas que puede
pronunciarse en favor del otro.
No obstante la paz es esquiva. Eventualmente se asoma
como un niño asustado y de seguida desaparece. Y no lo digo sólo por las
circunstancias que vivimos (o sufrimos en Venezuela) sino por lo que acontece
en casi todo el planeta. Guerras, muertes, terrorismo, destrucción,
contaminación, drogas, armas, golpes, violencia, maltrato, abusos.
Y, sin embargo, nos llega diciembre que intenta ser un
bálsamo para sanar heridas.
Es probable que estos tiempos de construcción de paz
no cambien en nada nuestras vidas y circunstancias. Pero su presencia puede
obrar algo que no es nada despreciable: el anhelo de la paz. No la tenemos pero
diciembre permite soñarla, quererla. Y, en consecuencia, tal vez nos animemos a
buscarla.
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