Pongamos un ejemplo sencillo: usted
construye una posada porque el negocio de la atención turística es algo que le
apasiona y porque, además, todo indica que con una buena administración la suya
será una empresa que puede llegar a generarle importantes recursos económicos a
partir del trabajo intenso y constante.
Siendo esa su intención, no cabe duda de
que se esmerará porque sean muchos los huéspedes que elijan su posada. Usted
sabe que hay mucha competencia así que pondrá especial cuidado en que cada
detalle de su posada, dentro de la austeridad económica, esté pensado para
hacer que el turista se sienta cómodo, seguro, bien atendido, agradado y
relajado.
Lo anterior implica un arreglo de las
instalaciones que propicie la comodidad y la calidez. La limpieza será punto de
honor así como la higiene. Tendrá en cuenta aspecto como las comunicaciones
(teléfonos, acceso a internet, planta eléctrica) y de accesibilidad, es decir
que las personas puedan entrar y salir de la posada sin ningún conflicto. Por
supuesto, los servicios de agua, limpieza en las habitaciones, comedor, paseos
y recreación, estarán dirigidos a que todo aquel que llegue a su posada quiera
venir una y otra vez y que cada vez que regrese se consiga con una novedad.
Pues bien, esa lógica estrategia es la
misma que debería aplicarse a Mérida como destino turístico. Pero ocurre que en
la “Posada ciudad y estado Mérida”, ocurren hechos que llevan a pensar que
nuestra madera de buenos anfitriones se ha ido desgastando o que debe ser
renovada.
Apuntemos inicialmente a todos los entes
del estado (Cormetur, Gobernación, Alcaldías, Consejo Legislativo, entre
otros). Debemos saber si en la conciencia de estos entes está claro el punto
inicial de estas reflexiones: ¿Consideran al turismo como una prioridad social,
económica y política? Y siendo así ¿saben qué tal decisión implica un
compromiso de buen anfitrión – anfitrión responsable- que debe asumirse
mediante una serie de acciones que delatan el cumplimiento de esa
responsabilidad?
Por otro lado las mismas preguntas pudieran
recaer en el sector privado, no ya hacia
lo que pueda hacer con los negocios particulares de posadas, hoteles,
restaurantes, agencias y otros, sino en la suma armónica de visiones y acciones
que busquen elevar el estatus de Mérida en el concierto de las opciones para el
turista que desea, como no, aceptar la invitación pero sabiendo que deben
ofrecerle las mejores condiciones para efectuar esa visita.
Por ejemplo, hemos visto como el monte y
los desperdicios se acumulan en las principales avenidas de la ciudad. Y
entonces cualquier se podría preguntar por el hecho de que si no hay eficiencia
para mantener el monte fuera de las
zonas verdes de nuestras calles ¿Habrá capacidad para entender que ese gesto de
desatención implica una ruptura de nuestro rol de anfitriones?
El tema es delicado y obviamente no se
agota en estas elucubraciones pero creo que muchos estarán de acuerdo que puede
ser un acto de gran irresponsabilidad pedirle a unas personas que vengan a
alojarse en nuestra posada, si para llegar a la misma hay que sortear huecos y
derrumbes, si al llegar no hay baños ni camas limpias, si la comida es un
desastre y si no hay de parte de nuestros anfitriones el más mínimo gesto de
que las cosas mejoren. Entonces ¿Por qué no empezar cortando el monte,
recogiendo la basura, limpiando las paredes, iluminando la oscuridad?
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