En días pasados, en una de las reuniones de
trabajo del Grupo de Investigación sobre el Espacio Público (Gisep), adscrito a
la Facultad de Arquitectura y Diseño de la ULA, revisamos una propuesta que
sopla como buen viento en varios espacios merideños, de ir más allá de las investigaciones propias
del mundo académico y aterrizar las intenciones de una mejor ciudad en un
evento puntual, concreto, sencillo, dirigido a rescatar los aspectos que
distinguen ese intangible supremamente sensible y valioso como lo es la
merideñidad.
Eso de la merideñidad, luego de algunas reflexiones,
lo entendemos como una condición que propende a exponer una serie de
características del ser local, expresadas en aspectos positivos del colectivo
merideño. La merideñidad no es un gentilicio. Es decir, se puede haber nacido
en Mérida y ser por lo tanto merideño, pero no necesariamente se es un defensor
de la merideñidad.
Esos aspectos positivos y la preocupación
por expresarlos se refieren a elementos como un gran respeto por la academia y
por lo tanto por el conocimiento, las luces, la ciencia, la tecnología y todo
lo vinculado a éstas: los estudiantes, los maestros, docentes, el campus donde
se hace labor universitaria, los centros de investigación, la autonomía. La ULA
encarna este sentimiento de merideñidad.
Pero también la merideñidad se reconoce por
el amor a las expresiones culturales en toda la dimensión humana del término:
desde la labor menuda, sencilla, humilde de un artesano que talla la madera con
devoción, hasta el celo por la continuidad de instituciones como la Orquesta
Sinfónica, el Museo de Arte Colonial, el teatro, la pintura, la danza, el cine
y en general todo aquello que ha caracterizado a Mérida a lo largo de su
historia: el ser espacio para alimentar el espíritu.
Esa merideñidad se vinculada con el respeto
a los valores cristianos y espirituales
que encarna nuestro pueblo. Se puede ser devoto o no, pero la merideñidad es el
reconocimiento de ese valor y la convicción absoluta de su importancia en el
ser humano.
La tierra, la siembra, la agricultura y por
lo tanto los valores asociados a esta actividad como la paciencia, el trabajo
duro como uno de los caminos que nos llevan a un mejor país.
La merideñidad es la armonía entre lo
parroquial, lo localista y lo cosmopolita. La convivencia de gente venida de
distintos países, distintas regiones del país, que se ubican como piezas de un
mosaico de entendimiento.
La merideñidad corre tras un balón de
fútbol, se presigna cuando pasa frente a un iglesia, asiste a un Congreso
Internacional de Medicina, se forma, crece en conocimiento, se come un helado
en una plaza y lee un libro en un café. La merideñidad es eso y, por su puesto,
mucho, mucho más.
Esta martes 28 de mayo se efectúa la
primera de varias reuniones de gente que se reúne por Mérida y por su
merideñidad. Es una reunión de puertas
abiertas en la Cámara de Comercio a partir de las nueve de la mañana. Vendrán
otros encuentros que intentan culminar con un homenaje a esa merideñidad el mes
de octubre. ¿Tienes una idea? La queremos conocer.
1 comentario:
Felicidades por tu trabajo. Merida es para mi opinion, una de las ciudades mas bellas de Venezuela. Rodeada de una belleza natural increible. No naci en Merida pero me siento andina de corazon. En el año 89 me fui al extrangero, y ahora regrese para quedarme, la ciudad a cambiado enormemente, pero su gente sigue siendo amable y de corazon noble. Lo que si debemos hacer es rescatar su imagen de ciudad limpia y enseñar a todos esos nuevos residentes que somos un Jardin Natural, que hay que cuidar.
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