No me alegro de los negativos pronósticos
lanzados entre burlas por un conocido mío, poco dado, debo decirlo, a reconocer
- cuando es menester hacerlo - las acciones acertadas del gobierno local, regional o nacional. Este amigo me
había retado a apostar que llegado el 30 de abril ni un solo avión comercial
surcaría los cielos de la ciudad de Mérida. Por suerte no aposté.
Llegó el 30 de abril y, ciertamente, ni un
solo avión comercial (fuese de Conviasa, Avior, Santa Bárbara, Láser,
Aeropostal o cualquier otra línea) ha entrado o salido del aeropuerto Alberto
Carnevali, que sirve a la ciudad de Mérida.
Para los que no estaban enterados, debemos
recordar que fue promesa del actual gobierno, más específicamente del para hace
poco candidato Nicolás Maduro, que, textualmente “antes del 30 de abril reabran
las operaciones de vuelos comerciales desde el aeropuerto de Mérida”.
El mandato fue tomado por el actual gobernador
de Mérida Alexis Rodríguez en muy buen tono y, hay que decirlo, se
efectuaron reuniones bien concretas y
que, para los optimistas sin remedio como yo, todo eso indicaba claramente que
esta vez se reabrirían las operaciones.
Pero ya vimos que la fecha pasó y no se escuchó ni el aleteo de algún águila o
zamuro por sobre la pista del literalmente alicaído aeródromo local.
Por supuesto que hay merideños que no son
amigos de que el aeropuerto de la ciudad reabra. Temen que éste sea una bomba
de tiempo y que en cualquier momento una aeronave se precipite sobre algún
sector de la ciudad, merced de las incómodas condiciones de maniobrabilidad que
ofrece nuestro aeropuerto.
Esas preocupaciones deben ser respetadas
pero – es una especulación mía – creo que es mayoría el sector de los merideños
que consideran que el historial de nuestro aeropuerto es un indicativo de que
sí es posible su operación y que la tecnología y unas correctas supervisiones
deben ser suficientes como suponer que el riesgo de operación es menor que los
beneficios globales que puede generar esta terminal para la ciudad de Mérida.
En lo que respecta a la promesa incumplida,
de abrir antes del 30 de abril, también es justo decir que las autoridades
nacionales vinculadas al tema aéreo (Inac, por ejemplo) dejaron en claro que
las operaciones se reabrirían siempre y cuando se cumplieran todos los
protocolos de seguridad, máxime en una terminal sensible como la nuestra, que
viene de ser testigo no culpable de la tragedia del vuelo 518 de Santa Bárbara
Airlines, ocurrida en febrero de 2008. Por lo tanto, debemos suponer que algún
elemento operativo de seguridad no ha estado aún certificado o que las
aerolíneas no han tenido el tiempo suficiente para establecer las pautas
administrativas que implicaría una reapertura de actividades comerciales.
Sea lo que sea, lamento que por presiones
electorales se haya lanzado una promesa que tal vez era imposible cumplir en
los lapsos señalados. Optimista a fin de cuentas, y más pensando en el
beneficio de Mérida que en cualquier otra cosa (sobre todo para nuestro
malogrado sector turístico) apuesto a que en los próximos días sí se activen
los vuelos comerciales y que la prevención aérea y la seguridad nos guíen por
buen camino o, mejor, por buenos aires.
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