César Miguel Rondón al frente del espacio del circuito Éxitos, entre las 6 y las 9 de la mañana, de lunes a viernes. Su estilo punzante y ciertamente cuestionador del actual gobierno, lo han hecho blanco de criticas del oficialismo.
Desde que tengo uso de razón, los
funcionarios y autoridades del actual gobierno siempre suelen invocar la
existencia de una plena libertad de expresión a la hora de caracterizar la
forma cómo se ejerce el periodismo en Venezuela.
Entre otras frases siempre
afirman que respetan la crítica, la pluralidad, las observaciones, los otros
puntos de vista. Lo dicen, lo pregonan pero les cuesta asumir esa postura
democrática. Es un querer y no poder.
El último asalto surgió contra el programa
de César Miguel Rondón, del Circuito Éxitos. Se le acusa de congraciarse con un
entrevistado colombiano, por no hacerle las preguntas que el gobierno supone
debía hacerle.
Indistintamente de la aceptación o no del
estilo del señor Rondón, lo que surgió luego fue una nueva evidencia del
talante poco democrático de los que
ostentan el poder. Se refirieron a Rondón como méxico-venezolano, en una
burda y muy poca institucional forma de exigirle el acato a los procedimientos
que existen en mente del gobierno (que no del Estado institucional).
Es decir,
la voz del gobierno, cuando pide apego a sus procedimientos (los cuales no son
otros que la de una voz monótona que celebre a ojos cerrados los actos de los
funcionarios) recurre a formas bajas y tristemente repetitivas en el actuar.
No
queremos una sola voz. En lo plural está el sentido de la democracia.
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