Ayer leí una noticia dolorosa: 47 niños murieron en
Egipto, como consecuencia de un accidente que involucró al autobús donde
viajaban y a un tren. Aparentemente, el chofer que conducía el autobús repleto
de niños intentó cruzar la vía del tren. No tuvo éxito y él conductor murió
junto con sus pequeños pasajeros. Hay 18 heridos que luchan por sus vidas en
los hospitales.
Sin embargo, no es del accidente que deseo precisar
esta nota, sino de la decisión del Ministro de Transporte de Egipto, Rashad Al
Metini de renunciar al cargo. El funcionario afirmó que “acepta la
responsabilidad”. Con el ministro, también renunció el responsable del sistema
de trenes de ese país. Valga decir que más allá de las razones de fondo de la
renuncia (es decir, si se hace por verdadera consciencia o por presiones) lo
cierto es que en ciertas circunstancias éste será siempre un acto de mínimo
respeto para con la víctimas y sus familiares. Cabría reflexionar sobre las tantas tragedias nuestras y la posición que suelen asumir muchos funcionarios públicos, sean estos del color político que sea, sean estos de gobiernos municipales, estatales o nacional.
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