Hace unos días me
referí en este espacio al problema que genera nuestra cultural inclinación a
dar respuesta a los problemas mediante los famosos operativos. Concluimos con
el hecho de que si bien los operativos están casi que “genéticamente” metidos
en nuestra forma de atender los
problemas que nos
coloca la vida en ciudad, tal práctica nunca será mejor que la de
organizar la actividad urbana en función
de la regularidad de las respuestas, no en el acto coyuntural, efímero y, por lo mismo, poco efectivo de nuestros
operativos.
Haciendo una
lista breve de diez puntos, sobre cuáles son las áreas en las que suele
emplearse la energía puntual de los operativos, nos conseguimos que básicamente
se refieren a limpieza y ornato. Hay
otras áreas pero esas son las más
atendidas si a alguna autoridad le piden “hacer
algo por la ciudad”. Es obvio que
una escoba, una pala y una brocha obran milagros.
Siendo así,
cualquier gobernante tendría que hacer espacio
en su agenda de trabajo para atender los siguientes diez puntos de
acción gubernamental en pro de la ciudad: jardinería y poda, recuperación de
fachadas, mantenimiento del mobiliario urbano, demarcación vial, iluminación
pública, mejoras en la movilidad (vial y peatonal), plan de asfaltado o
mantenimiento de calles y avenidas, atención a la ocupación de espacios
públicos (vendedores informales, taxistas, motorizados) y mejoras en la
seguridad pública.
Lo anterior es,
para decirlo claramente, lo elemental, lo básico, lo obvio que deben hacer las
autoridades municipales. Si a ver vamos, la atención a la salud, deportes,
vivienda, gestión del riesgos, acceso a bienes, actividades culturales y
recreativas, promoción de las artes, planes de desarrollo urbano, incentivo a
la producción, desarrollo de servicios turísticos, atención a la ciencia y la
tecnología, aumento y mejoras de las edificaciones escolares, todo eso puede ser reclamado por la comunidad como
necesidades urgentes y ¿Quién dice que no sea así?
Pero volvamos a
lo obvio: esos asuntos que suelen atenderse cuando hay que dar la impresión de que desde las
oficinas de gobierno se hace algo… O sea la escoba, la pala y
la brocha.
Aún con lo
básico, cada acto de acción debe tener
en cuenta varios obstáculos que de no ser atendidos pueden echar por la borda
incluso la más humilde de las acciones de atención, como puede ser barrer
una calle.
La lista de
obstáculos supera con creces la de las acciones que deben emprenderse. Podemos
mencionar, sólo para precisar a los enemigos claves de la gestión a: la poca o
nula planificación, la falta de continuidad, la mala gestión de los recursos,
la corrupción, el conformismo, la ineficiencia, la poca acción para concertar
esfuerzos y voluntades.
Es decir, cada
acción que se decida hacer para bien de la ciudad, debe toparse con un ejército de obstáculos
cuya misión siempre ha sido la de impedir que se concrete el acto de mejora
urbana.
Quiere decir que
las autoridades que llevan el control
del gobierno de la ciudad (sobre todo
aquellos que desean ocuparse de
la cosa pública) deben no sólo hacer su lista de acciones sino, a la par, identificar en el camino los obstáculos que sobrevendrán.
Tal vez así podamos, por lo menos, sacar la escoba y hacerlo bien.
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