En el caso de la severa escases de
productos que afecta a Venezuela (fijada en un sorprendente 22% por parte del
INE), está claro que la ausencia de productos en los anaqueles aúpa una
estructura especulativa en la que no sólo participan los grandes comercios,
sino una en la que los pequeños minoristas también quieren llevarse su tajada.
Lo que sorprende es que en casi todas las
principales ciudades de Venezuela la especulación parece ser vista por el
gobierno con el cristal ideológico de la lucha de clases. Es decir, se sanciona
y obliga al comerciante formal a vender a “precios justo” (bendita sea la iniciativa)
mientras que por el otro lado, se mira
de forma indiferente y no se sanciona a los miles de buhoneros que en el país
venden descaradamente los productos “desaparecidos” al triple de su precio.
En esa lógica gubernamental hay un sesgo
que desacredita la acción ya que pareciera partirse de la insensata idea de que
100 pequeños especuladores no son un
problema en cambio uno grande si lo es. Ciertamente, la acción gubernamental se
suele dejar llevar por una muy ligera apreciación de corte ideológico en la que
priva una visión estereotipada de los pobres versus los ricos.
En muchas ocasiones algunos venezolanos han
criticado que esa falta de mano dura contra ciertos sectores delictivos
“populares”, o esa extraña forma de permitir que los Pranes gobiernen en las
cárceles del país, tiene, de fondo, ese inexplicable punto de partida en el que
la gente pobre, humilde, del pueblo, tiene luz verde para infringir la ley, por
el presunto hecho de no pertenecer a un sector social ubicado con los estratos
pudientes de las clases sociales.
Pienso que varias acciones del actual
gobierno han sido aplaudidas por las mayorías debido a que, más allá de obligar
a un “rico” a vender a precio justo, se está obligando al especulador a cumplir
la ley y respetar al pueblo, mediante un comercio justo, no especulativo. Es
decir, no se trata de aplaudir la caída del rico, sino del especulador. (Por
supuesto, hay quienes estiman que todo rico es especulador por naturaleza, pero
no me cuento en los que así cortan la torta).
En ese sentido, bien haría la autoridad
gubernamental en ejercer su poder en contra de los buhoneros que, aunque a una
escala individual infinitamente menor al gran capitalista, opera con la misma lógica que no es otra que
aprovecharse de las circunstancias para hundir la daga del robo comercial al
primero que caiga en sus redes.
Ya basta pues, de consideraciones ridículas
hacia aquellos que en “micro” y no en “Makro” venden harina pan, aceite, café,
azúcar y papel higiénico, a precios criminales. Basta de verlos sonreír
cínicamente desde las aceras, sabiendo que para ellos no hay autoridad. Hágase
justicia sin mirar el tamaño, ni los apellidos, sino el delito, la acción, el
golpe hacia el pueblo.