Una imagen de Don Mariano Picón Salas...Amante de Mérida
En Viaje al Amanecer, esa joya de la
literatura venezolana, y más aún, especie de monumento a la andinidad, que
escribió Don Mariano Picón Salas en 1943, se puede leer el texto - más abajo - colocado
como párrafo final y, por lo mismo, con el sentimiento de la despedida que
siempre incluye un nudo en la garganta y unas lágrimas en los ojos.
Lo
trascribimos como un regalo más a la Mérida que tuvimos, la que vivimos y la
que vendrá. Es este párrafo una comprobación de que, más allá de los apegos, el
destino de la ciudad no es el de ser
estática postal, sino imágenes cambiantes, a tono con el tiempo y su
gente:
“Desde
donde la ruta vuelve a subir, tengo la última visión de mi ciudad y de
su sosegado caserío blanco, de las torres de sus iglesias, de los árboles que
despuntan tras del tapial de sus solares. ¡Adiós, Mocho Rafael, adiós Teresita,
adiós Catire Bravo! Otros muchachos – como lo impone la cambiante civilización
– escucharán otros cuentos y tratarán otros personajes, no conocerán el miedo
al diablo, a la próxima visita del Cometa Halley, a las señales del fin del
mundo, pero siempre habrán de gozar - ¿por qué no?- con las mariposas, los
pájaros y la luz de Mérida. Para entonces yo estaré muerto y me gustaría que me
recordasen”.
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