Hay casas humildes y hay ranchos. Para
quien por alguna afortunada circunstancia nos lee fuera de Venezuela, les
explico que para nosotros la palabra “rancho” no indica una enorme mansión en
el campo, como esas que hemos visto en algún pasaje televisivo de las series
norteamericanas. El rancho, aquí, es todo lo contrario: es la mínima expresión
de lo que pudiera llamarse una casa, un
hogar para vivir.
El rancho siempre fue ajeno a la realidad
merideña. Casas humildes siempre hubo, pero ranchos muy pocos. Ahora los
ranchos comienzan a aparecer y llenan espacios donde la naturaleza muestra una
de sus caras más hermosas, como en plena comunidad de Santo Domingo – allá en
el páramo – o en El Vallecito. Los ranchos se reproducen y eso nos preocupa.
Volveremos más adelante sobre este tema.
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