Como periodista – y más como ciudadano
merideño – me ha tocado comprobar que sobre el aeropuerto Alberto Carnevali hay
dos visiones claras, pero encontradas. Están aquellos ciudadanos que consideran
que este aeropuerto merideño no debe volverse a abrir por su peligrosa
ubicación (lo que entraña un grave riesgo en sus operaciones) y porque en el espacio que ocupa pueden
ubicarse varios servicios que requiere la ciudad como interconexiones viales -
por ejemplo entre la avenida 16 de septiembre y la Urdaneta - construcción de parques, teatros, ciclo vías,
centros culturales, áreas comerciales, entre otros.
En algunos casos los que apoyan esta
interesante propuesta dejan abierta la posibilidad de que se construya un
helipuerto, para usarlo en casos de gran emergencia. Esa, pues, es una de las
visiones sobre el aeropuerto.
La otra mirada, en la que por cierto yo me
anoto, plantea que el aeropuerto debe seguir operando y, más aún, incrementar
su actividad. Las razones básicas de esta tesis tienen que ver con el
desarrollo del turismo, con la existencia de tecnologías que permiten controlar
el riesgo de operaciones a niveles seguros y porque las condiciones geográficas
de nuestro estado apuntan a la presencia de aeropuertos que puedan suplir el
cierre intempestivo de vías terrestres, aspecto ya comprobado por los propios
merideños.
No podría aventurarme a decir cual de las
dos visiones tiene más seguidores, pero lo que sí está claro es que al menos
para las autoridades gubernamentales, la opción de reapertura del aeropuerto es
la que mayor peso ha ganado.
Claro, esa operatividad aeroportuaria tiene
que vérselas con anuncios que paradójicamente quedan “en el aire”, o sea
promesas que van y vienen y que nunca llegan a aterrizar.
Esas promesas incumplidas del gobierno
regional y nacional han alimentado un robusto escepticismo que no
necesariamente nace de una postura antigubernamental sino que ha sido una
respuesta natural de una comunidad ante la burla. Me explico: no es que se apueste a que los planes del
gobierno salgan mal, sino que una pesada burocracia, la politiquería, los
anuncios alegres, una poca efectiva y consecuente acción gubernamental para con
el aeropuerto, han llevado a retrasos tras retrasos, todos comprobables en
cualquier revisión somera de nuestra historia local reciente.
Los que apostamos a un renacimiento de las
operaciones aéreas para Mérida – sin descuidar la alternativa de El Vigía –
debemos, sin embargo, tomar con la mayor esperanza los anuncios que en caliente
acaban de hacer no sólo Hebert García, ministro del Poder Popular para el
Transporte Acuático y Aéreo, sino también el vicepresidente de la república,
Jorge Arreaza y el Gobernador Alexis Ramírez sobre que en agosto, es decir en 2
meses, estará operativo el aeropuerto merideño.
A este nuevo anuncio de reapertura se
sumaron el presidente de Conviasa, César Martínez, el representante de Lamia, Ricardo Bastardo y
uno de los propietarios de Avior Airlines, Jorge Añez. Ante tanta palabra
optimista los merideños no debemos perderle la pista a esta importante noticia.
Como en los anuncios del sonido interno de los aeropuertos estaremos atentos al
último llamado.
Una nota periodística sobre esta informaciión puede leerse en El Nacional
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