Recuerdo que cuando se
iniciaron los trabajos del trolebús, en su etapa de la avenida Andrés Bello,
aún este servidor trabajaba en el diario Frontera, periódico ubicado en Ejido,
y ya que yo vivo cerca del centro de Mérida, el hecho de trasladarme hasta el
trabajo me daba la oportunidad de monitorear casi a diario el avance de la
obra. Hablo del año 2003, hace 11 años.
Habían muchos supuestos
que en aquel entonces animaban (y aún hoy justifican) una obra de la magnitud
del trole.
Por ejemplo, se afirmaba,
en base a datos técnicos e incluso a experiencias previas de transporte en
otras ciudades, que el trolebús, en tanto sistema, mejoraría la oferta del
transporte para los habitantes de la zona metropolitana, hoy habitada por casi
medio millón de personas.
¿Específicamente que
quería decir lo anterior, en torno a las mejoras? … Bueno, que habría más
unidades, que tales autobuses serían más modernos, más cómodos, más seguros.
Que bajaría la contaminación ambiental ya que las unidades no generarían gases
contaminantes, no emitirían ruido debido a que esos autobuses funcionan con
electricidad, lo que reduciría o incluso eliminaría cualquiera de los efectos
dañinos clásicos en buses de tecnología tradicional.
Todo lo anterior se ha
cumplido y quien tenga dudas sólo tendría que hablar con los usuarios
frecuentes del trole.
Pero otros supuestos aún
no se han cumplido, básicamente porque este sistema de transporte masivo de la
ciudad de Mérida sigue su lenta, tal vez lentísima, construcción, casi
rivalizando en demoras y atrasos como los que vemos en el Sistema Teleférico,
otra de las grandes obras que se construyen en suelo merideño a ritmo de
somnolencia.
Y es que, como hemos
afirmado en otros escritos previos sobre el trolebús, para que este servicio
pueda apreciarse en toda su integridad y presuntos beneficios, tiene que
mostrase como sistema, esto quiere decir a partir de una serie de rutas
definidas que crean un circuito alimentado de manera constante y regular, al
que se unen e integran de forma armónica el resto de la dinámica de transporte
y en el que la transitabilidad y movilidad de toda la ciudad está construida y
definida en función de apoyar al sistema.
Por ahora, lo que vemos
del trolebús es parte de una sola línea. En este caso se trata de la Línea 1,
que lleva culminada dos etapas y de la
que hace unos días se anunció una nueva etapa, la que podríamos definir como la
tercera y última. En el proyecto inicial la Línea 1 seguía desde el sector
Paseo de La Feria hasta La Hechicera, pero en el nuevo enfoque esa parte desde
el centro hasta La Hechicera se denomina Línea 2.
En fin, no hay sistema al
cual calificar, hay un pedazo, una porción, una parte de ese sistema, lo cual
deja al trolebús en un estado de expectación general, ya que los que critican
esta propuesta de transporte se basan en los precarios beneficios generales que
el trole ha traído para la zona metropolitana en materia no sólo de transporte
sino también de ordenación urbana.
En lo personal no soy opositor
del trolebús, sino más bien un ciudadano entusiasta de los favores prometidos
por el trole. Ahora que comenzó la parte final de la línea 1, vamos a darle al
trole el beneficio de la duda y dejemos que al menos esté lista la primera de
sus líneas, eso sí, con la crítica amarga de que tales anuncios de finalización
de la primera línea llegan 13 años después que los trabajos se iniciarán un 6
de marzo del año 2001.
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