Este artículo forma parte de una serie de artículos elaborados por el Grupo de Investigación sobre el Espacio Público (Gisep) de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad de Los Andes, en el marco del Proyecto “Revalorización de la identidad del merideño a partir de su cultura, espacios y vida ciudadana” que emprende en conjunto con la Empresa Venezolana de Teleféricos C.A. (Ventel). El objetivo de esta iniciativa es contribuir a la formación de ciudadanía a través del enriquecimiento de la vida urbana de la ciudad de Mérida, mediante el desarrollo de actividades culturales y turísticas en sus espacios públicos.
Dra. Nancy Freitez de Sardi (*)
Crecimos sabiendo que la familia es
la unidad fundamental de la sociedad. Después supimos que la palabra se deriva
del latín familia con que, en las sociedades esclavistas se denominaba el
conjunto de criados de una persona. Luego se le dio el sentido de linaje y
relación consanguínea en las sociedades monárquicas, hasta que llegamos al
concepto antropológico-social de familia nuclear como el grupo formado por un
padre, una madre y unos hijos, que se convierte en familia extendida cuando
incluimos a los abuelos, nietos, tíos y sobrinos. También se ha adoptado para
la clasificación taxonómica de especies vegetales y animales.
Pensar en Familia Sana, nos obliga a
pensar en salud como el “completo estado de bienestar físico, mental y social y
no solo la ausencia de afecciones o enfermedades” (Organización Mundial de la
Salud, Preámbulo de su Constitución, 1948).Tener bienestar físico implica el
disfrute de todos nuestros órganos y sistemas a la máxima capacidad de nuestro
cuerpo, salud mental que se disfruta cuando logramos un equilibrio con nuestro
entorno socio-cultural, donde está en primer lugar el núcleo familiar. Éste
mundo de relaciones nos permitirá el disfrute del bienestar social y nos debe
llevar al logro de la máxima armonía con el ambiente socio-cultural ya la
valoración y respeto por la naturaleza.
Siendo así, la familia es la fuente
fundamental de la siembra de valores que nos lleven hacia la salud y para esto, deberá basarse en el amor que
debe unir de manera indisoluble a un hombre y una mujer que asuman la creación
de un ser vivo, como un acto responsable y sublime, acto que involucre el
concepto de “maternidad y paternidad”, no como un “accidente fortuito”, sino como lo más noble
que nos permite nuestra naturaleza humana: dar vida a un hijo o hija a quien
debemos desarrollar primero en el paraíso uterino del vientre materno y luego
del parto, en el seno de una familia que sabe dar amor, protección, seguridad y
alegría. Y es allí donde deben sembrarse los valores que permitirán la
integración responsable a los nuevos escenarios: la escuela, donde los maestros
deben mantener y reforzar los valores que los niños deben traer de su hogar y
luego deben regir su conducta en los niveles educativos superiores, en el campo
laboral y en cualquier ámbito de la sociedad y así merecer el digno
calificativo de ciudadanos.
Pero… ¿Cuáles deberán ser esos
valores? El respeto a su propia condición de ser humano y evitar cualquier
riesgo que pueda hacer peligrar su salud física, el reconocimiento de las
condiciones físico-naturales del paisaje, la existencia de otros seres vivos de
la flora y fauna tanto visibles como microscópicos que cumplen un rol en el
inconmensurable misterio de la vida y sobre todo la conciencia de la
importancia de la convivencia con los otros seres humanos donde están presentes
factores de riesgo como la pobreza, la discriminación y cualquier tipo de
inequidad.
Es imprescindible el reconocimiento
de las diferentes conductas individuales y los estilos de vida relacionados con
los valores culturales que deben favorecer el fomento de su salud y la
responsabilidad ciudadana que deberá ser asumida como una actitud permanente.
Todas estas conductas individuales deben ser respaldadas por la acción
responsable de un Sistema de Salud eficiente e integral que cumpla con su deber
de garantizar dicha salud como Derecho Humano Fundamental, que es letra de la
Constitución de muchas naciones del mundo y por tanto, es deber de los
gobiernos y compromiso social del Estado, generar, propiciar y sustentar todos los mecanismos para que éste
derecho llegue a todos los ciudadanos favoreciendo las mejores condiciones de educación, trabajo,
vivienda, recreación y seguridad pública.
Solo así, con la siembra de valores y
conductas saludables desde el núcleo familiar, podremos enfrentar la diversidad
de factores que determinan la multicausalidad de los fenómenos mórbidos y
lograr el mayor nivel de salud física, mental y social posible de una población
para el disfrute de nuestros derechos con criterio de equidad en cualquier rol
que nos toque desempeñar como ciudadanos responsables.
(*) Facultad de Medicina ULA
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