Una
noticia que sería casi imposible leer en la prensa o en cualquier sitio de
Internet – porque es muy poco probable que suceda – es la siguiente: “Realizado
operativo de limpieza en las calles de Montreal”. En esa regularmente fría urbe
de Canadá, no se hacen operativos para recoger la basura porque, sencillamente,
no se necesitan. Y no se necesitan los operativos porque de forma regular,
periódica, constante, sostenida y planificada, se limpian a diario las calles
de la ciudad. No en balde Montreal aparece muy frecuentemente en las listas de
ciudades impecables del mundo.
Lo
anterior no quiere decir que nuestros muy tradicionales operativos de limpieza,
de recuperación de espacios públicos, de pago de impuestos, de arreglo de las
calles, de dotación de hospitales, de vacunación, de cedulación, de entrega de
becas, de inscripción en el seguro social, de venta de cemento o de expendio de
alimentos, sean malos en sí mismo. Si
a ver vamos los operativos nos suelen sacar en más
de una ocasión, y como decimos en criollo, “las patas del barro”. Bendito sea, pues, el operativo y bienaventurados los llamados a
aprovecharlo.
Lo
que ocurre es que el operativo es el signo de algo. O, mejor, el síntoma de que
algo ocurre. Por ejemplo, el operativo de venta de gasolina indica, claramente,
que el sistema regular de combustible no está siendo suficiente como para
garantizar combustible a todos. Las razones de que esto sea así no las vamos a
tratar aquí pero es obvio que cuando se
oferta un operativo es porque,
conscientemente, los responsables de un bien o servicio saben que la
regularidad ha sido trastocada por
algún factor. Y eso
es un problema que, dependiendo
del momento, puede ser más o menos intenso.
Por ejemplo, la falta de alcaparras en un
momento del año puede ser un problema de
poca monta pero en las
semanas previas a la Navidad este
artículo, su ausencia, puede
convertirse en un dolor de cabeza para los consumidores
y expendedores si la oferta del
producto es poca. Tendrá que recurrirse
a algún operativo de venta de alcaparras. Algunos sonreirán pero, de
seguro, no todos ya que el operativo
es y será siempre limitado, reactivo, ocasional, construido sobre una
estructura temporal. Como el circo que llega a la ciudad y luego de las
sonrisas y las maravillas, se va.
Es
por ello que el operativo no debería ser más que un anecdótico momento, erigido
a partir de situaciones ajenas a la regularidad de las acciones de gobierno. Es
decir, es totalmente comprensible que se haga un operativo de cedulación en una
comunidad remota de la frontera, ya que precisamente la regularidad del
servicio no está presente en esa población.
Ahora
bien, limpiar las calles de la ciudad, pintar aquí, recoger la basura allá,
mediante operativos, indica que hemos fallado (todos, gobierno y comunidad) en
la constancia. Que el operativo es el último recurso para enmendar lo que no
pudimos hacer de forma planificada.
En
esta línea, casi que debemos aplaudir gozosos que al menos se haga un operativo
de limpieza en el centro ya que sin esa herramienta ocasional la cosa
estuviese peor. Pero cuesta aplaudir porque ese modesto acceso al bienestar común, a una mejor
calidad de vida, es el signo de
problemas de gobierno, de participación, de inversiones, de consciencia, cuya
solución seria llevará años cambiar. Somos adictos a los operativos porque en
décadas no hemos logrado construir una
forma firme y seria de atender nuestros humanos asuntos. Y cómo sociedad
adicta al operativo, dejarlos será toda una proeza de constancia y esfuerzo.
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