La
complicada naturaleza humana tiende a ser aún más difícil de descifrar cuando
la asumimos en el ámbito colectivo. Si cada cabeza es un mundo, entonces comprender
a toda una población es aún más complejo.
Por
ejemplo, si usted aplica una encuesta para saber sí los habitantes de Mérida
creen que su ciudad está sucia, es muy seguro que ese estudio arroje altas
cifras que confirman la percepción que vivimos en una ciudad alejada del ideal
de limpieza. Pero si le pregunta a esas mismas personas cual es el origen de
toda esa basura, apuntarán con el dedo hacia quien tienen al lado o hacia el
gobierno.
Es
como si los desechos tuviesen vida propia y durante las noches salieran de las papeleras y depósitos para irse a
acumular en calles, plazas, parques y avenidas.
Es
suma: vivimos en una ciudad construida a la medida de nuestro comportamiento
colectivo. Está comprobado que un comportamiento ciudadano en favor de la
limpieza de la ciudad, que puede significar algo tan sencillo como no arrojar
desperdicios en los sitios públicos, puede replicarse cuando el entorno obliga
a los que ensucian a mejorar su comportamiento.
Pero, por el contrario, si todos ensucian es muy poco probable que los
que aún mantienen la promesa de no ensuciar, la mantenga. Sencillamente porque
la elección colectiva fue ensuciar, vivir entre la inmundicia.
Así
es: si Mérida está sucia no es solamente porque nuestras autoridades hayan sido
históricamente incompetentes para arreglar ese problema, sino porque la
sumatoria de mentalidades contrarias a la limpieza son más que los que sí
deseamos vivir en una ciudad que intente acercarse a ejemplos mundiales de
pulcritud como Calgary, Kobe, Honolulú, Otawa, Helsinki o Montreal.
En
el caso de la ciudad de Calgary, esa ciudad es según todos los estudios, la
ciudad más limpia del mundo. Según una nota de prensa “Calgary es una ciudad
ecológica con agua purificada y una excelente distribución de sus recursos.
Dispone de un centro de tratamientos de aguas usadas que recicla y purifica 100
millones de litros de agua al día. El 75% de la energía de la ciudad proviene
de energías renovables con un programa puntero en el ámbito de reciclaje de
desechos”.
Aún
con el gobierno más ineficiente en materia de recolección de desechos, si los
ciudadanos asumen su sencillo rol de “no ensuciadores” la ciudad mostraría un
rostro limpio y aseado. Claro que es importante que el aseo urbano limpie y
asee de forma constante y eficiente, pero, repetimos, eso es solamente una
parte de la historia y no precisamente la más importante de aquellas ciudades
que se ubican en el sitial de más limpias del mundo.
Lo
bueno es que esa elección que en Mérida ha ido ganando terreno, como es la de
vivir entre calles llenas de basura, puede revertirse de forma progresiva,
paciente. La educación a los niños es la base sobre la que debe construirse una
mentalidad más amable para con el entorno. Pero la información hacia la
ciudadanía, las campañas y la organización social, pueden enrumbarnos hacia la
elección correcta. Todo ello con una presencia nítida de la autoridad y las
sanciones que estructuren un entorno en favor de la limpieza.
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