Las Ferias del Sol no deberían – no hay razón – de ser
uno de los momentos que genera mayor caos en la ciudad. Sobre todo en el eje de
Las Américas con la Plaza de Toros.
Para las miles de personas que vivimos en esa zona de
la ciudad, las Ferias no son ni remotamente un momento esperado. Todo lo
contrario, es un tiempo de preocupaciones por la seguridad, de luchar por
intentar ingresar a nuestras residencias, de esquivar borrachitos y de soportar
a conductores que se creen dueños de la ciudad, de su gente y de la vida.
Vivir en Residencias El Viaducto, Las Marías, Cardenal
Quintero, Rosa E., Los Apamates, Las Orquídeas, Jardín Cardenal Quintero, entre
otras, es un tormento desde el momento en el que empiezan a sonar los
estribillos de los primeros pasos dobles.
A sabiendas de este tradicional batiburrillo vial, las
autoridades deberían aplicar nuevos planes y acciones, que encaren con mayor
eficiencia los aspectos negativos derivados de la movilización ferial.
No estoy contra las Ferias porque considero que las
mismas son un elemento dentro de la programación turística de la ciudad, pero
sí estimo que la Feria debe sufrir una transformación que la haga el tiempo
colectivo de mayor alegría para los que vivimos en Mérida y sus alrededores.
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