domingo, 9 de febrero de 2014

La basura como evidencia





Como parte del Proyecto Cultura Ciudadana y Espacios Públicos, un grupo de profesionales ha sido llamado a integrar el equipo de trabajo que analiza, diseña y ejecuta algunas acciones tendientes a incidir sobre el concepto, a veces un tanto etéreo, de cultura ciudadana, aquí en la ciudad de Mérida.
Específicamente este proyecto institucional cooperativo apunta hacia la “recuperación de la identidad del merideño a partir de sus espacios y vida pública ciudadana”.
Para ello el objetivo central se ha fijado en “emprender un proceso coordinado de recuperación de valores identitarios tangibles y no tangibles, vinculados a  la vida urbana de la ciudad de Mérida, a partir del uso de sus espacios públicos para la integración y el  enriquecimiento de la vida pública local”.
Quien anima esta iniciativa es el Grupo de Investigación del Espacio Público (conocido por siglas Gisep), una instancia de trabajo liderada por la profesora Maritza Rangel, adscrita a la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad de Los Andes. El Gisep recibe el apoyo de Venezolana de Teleféricos (Ventel), del Consejo de Estudios de Postgrados (CEP-ULA) y la colaboración de organizaciones merideñas como la Cámara de Comercio e Industrias del estado Mérida, por citar una.
Por supuesto que esa misión de incidir en la cultura ciudadana implica buscar escenarios concretos en los que se pueda hacer tangible la dinámica ciudadana y, por lo mismo, definir qué elementos coadyuvan a elevar el grado de civilidad y que factores limitan o impiden el ejercicio de una práctica ciudadana consciente. Por cierto, en el Gisep, para efectos de un mínimo marco conceptual, se asocia el término de cultura ciudadana  al  “conjunto de costumbres, acciones y reglas mínimas compartidas que generan sentido de pertenecía, facilitan la convivencia y conducen al respeto del patrimonio común y al reconocimiento de los derechos y deberes ciudadanos”.
Pues bien, una de las áreas en las que es posible reconocer lo bien o mal que le va a una ciudad con respecto al tema del comportamiento de los ciudadanos es la referida al manejo de los desechos sólidos. Dicho llanamente: la forma como maneja lo que de forma genérica todos llaman basura.
En el caso concreto de Mérida, el proyecto que desarrolla el Gisep ha definido el tema del manejo de los desechos como un área prioritaria de trabajo. Las razones están a la vista: Mérida ha pasado en los últimos años ha convertirse en una de las ciudades venezolanas con mayor grado de conflicto derivado del mal manejo de sus desechos.
Por supuesto que en nuestro caso el problema es de muy arraigadas deficiencias, vinculadas con la poca continuidad política de las decisiones y acciones sobre el problema, con la apatía o la propia inconsciencia institucional, convidada con episodios de ineficiencia, partidización política del problema, hasta falta de recursos, limitaciones operativas y técnicas, hasta, por supuesto, una muy pobre contribución ciudadana a mejorar el manejo de los desechos que cada quien genera.
Esta suma de situaciones coloca el problema de la basura como una clara evidencia de nuestras debilidades como colectivo humano – ciudadano – en aras de atacar un problema tan básico como lo es la forma como generamos, almacenamos, recogemos y disponemos las 400 toneladas mensuales de basura que genera la zona metropolitana de Mérida.

La meta de alcanzar una respuesta política, institucional, académica, ciudadana, que se asiente en las decisiones técnicas más adecuadas y que cuente no sólo con los recursos para hacer viable las soluciones sino con la participación ciudadana como elemento fundamental, pasa por el reconocimiento de que no estamos haciendo las cosas como debemos y que nuestra cultura ciudadana, vinculada a este aspecto de los desechos, está lejos, muy lejos de ser la mejor. De esa autocrítica ciudadana puede derivarse, luego, una motivación para la acción.

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