domingo, 18 de noviembre de 2012

Todo en uno





De vez en cuando a la tecnología le da por poner orden a las cosas. Si tienes un aparato, para esto, otro para aquello y uno más para lo otro, en un momento la tecnología los agrupa bajo el concepto de “todo en uno” u “All in one” para decirlo con un sentido  más publicitario y  por lo mismo llamativo y muy mercantil.
La verdad, lo anterior no es nada nuevo. Recuerdo de mi infancia la vez cuando llevaron a la casa un portento de la tecnología musical y del entretenimiento bautizado “Tres en uno” (lo que en este tiempo tendríamos que llamar entonces “three in one”). Se trataba, ni más ni menos, de un tocadiscos de vinilo, acompañado por un reproductor de cassette y un radio AM. Entonces uno agradecía la genialidad de los diseñadores de equipos electrónicos por poner todo en un solo aparato, proeza que permitía disfrutar mejor de la tecnología.
Sin embargo, hay algunos “todo en uno” que nadie desea porque significan algo así como vivir el infierno en la tierra. A veces a nuestra ciudad le da por presentarnos todos sus males, empaquetados en un solo lugar, en un solo momento. Vaya usted a saber porque hay quienes se empeñan en hacernos pagar nuestros pecados en el centro de Mérida, pero cuando nos toca entrar al casco central por obligación, no hay otra cosa que podamos hacer sino resignarnos. Y les cuento:
Fui víctima el pasado viernes de un  “todo en uno” en plena avenida 4, entre calles 19 y 20.  En este caso el “all in one” al que me refiero incluía protestas en la Plaza Bolívar, cierre parcial de la avenida 2 por una tarima para un concierto, choque de un taxista con otro vehículo (precisamente delante de mi) y un basurero obstaculizando parte de la vía. Lo único que faltaba para complicar más el tránsito era un desfile de elefantes pintados de rosado. Por suerte esto último no ocurrió.
Atrapado allí en medio de ese caos del tránsito y, digamos, con algo de tiempo para reflexionar sobre mi situación (no podía ni subir, ni bajar a ningún lado) observé algunos importantes detalles que, ahora lo comprendo, pueden ser entendidos como una revelación urbana.
Para empezar, el caos no le pertenecía a nadie. Así de sencillo: eran tan variadas las causas del pandemónium, que, sencillamente, era imposible apuntar el dedo hacia autoridad alguna, lo cual no dejaba de ser algo frustrante cuando la rabia nos pide soltar algunos sapos y culebras podridos contra una autoridad en particular. Ese caos, amigas, amigos, era de todos nosotros. Allí lo teníamos regado por las calles, aceras, avenidas y cuanto espacio urbano exista, a disposición de nuestro tiempo, para que cada quien haga con su caos lo que mejor quisiera, o, para decirlo con palabras de la filósofa Diosa Canales, para hacer lo que a cada quien le diera la “perra gana”.
Y, por supuesto, cada quien siguió los consejos de la susodicha, ya que a falta de algún agente de la Policía Municipal (por cierto… ¿Existe la Policía Municipal?) algunos conductores optaron por subirse a las aceras, retroceder arbitrariamente y, como el mejor de los faquires, tragarse las flechas de algunas calles.
Como era mediodía, el sol pegaba sobre aquella escena, especie de cuadro no descubierto de Dalí.  Hacía rato había apagado el carro con la esperanza de que se refrescara (usted sabe que a veces a uno le da por  tratar al carro como un animal que se cansa y se fatiga). Mi hijo de nueve años aprovechó la tranca para ir a jugar con un perro mientras yo lo miraba con ternura. Sin saberlo, él me dio la clave para entender, y saber enfrentar,  nuestro muy merideño “todo en uno”. Los mensajes de Don Miguel Ruiz, el de los Cuatro Acuerdos, y de Deepak Chopra, el de las Siete Leyes Espirituales, vinieron a mi mente como una brisa fresca, como un vaso de agua helada en medio del fatigoso desierto. “No te tomes nada personalmente”, aconseja Don Miguel; “Deja que fluya la ley del menor esfuerzo”, afirma el maestro Chopra.
Supe pues que esta es la ciudad que hemos construido con nuestras omisiones, nuestras decisiones políticas y nuestras acciones. El caos es nuestro momento. Claro que todo esto debe cambiar, de eso no hay duda, pero mientras todo confluye y se hace uno, toca bajarse del carro y ponerse a jugar con los perros.

La renuncia como respeto






Ayer leí una noticia dolorosa: 47 niños murieron en Egipto, como consecuencia de un accidente que involucró al autobús donde viajaban y a un tren. Aparentemente, el chofer que conducía el autobús repleto de niños intentó cruzar la vía del tren. No tuvo éxito y él conductor murió junto con sus pequeños pasajeros. Hay 18 heridos que luchan por sus vidas en los hospitales.
Sin embargo, no es del accidente que deseo precisar esta nota, sino de la decisión del Ministro de Transporte de Egipto, Rashad Al Metini de renunciar al cargo. El funcionario afirmó que “acepta la responsabilidad”. Con el ministro, también renunció el responsable del sistema de trenes de ese país. Valga decir que más allá de las razones de fondo de la renuncia (es decir, si se hace por verdadera consciencia o por presiones) lo cierto es que en ciertas circunstancias éste será siempre un acto de mínimo respeto para con la víctimas y sus familiares. Cabría reflexionar sobre las tantas tragedias nuestras y la posición que suelen asumir muchos funcionarios públicos, sean estos del color político que sea, sean estos de gobiernos municipales, estatales o nacional.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Kilómetros per cápita





Hacía un buen rato – un rato largo como dicen ahora – que no leíamos una noticia en la prensa local relacionada con una obra de vialidad de regular o gran envergadura, para el área metropolitana de Mérida. Pero, para nuestra grata sorpresa, el pasada sábado el actual Gobernador informó sobre el inicio – reinicio cabría decir – de las obras para la segunda etapa del bautizado Enlace Don Pedro.
¿Qué es el enlace Don Pedro? Se trata precisamente de una vía que interconecta dos alternativas viales, en este caso el Puente de La Pedregosa (al final de la avenida Los Próceres, o Panamericana como algunos la llaman), hasta la parte posterior de La Mata, específicamente  las residencias Serranía Casa Club Serranía, una urbanización vecina del sector F de Los Curos.
Según los datos aportados por el Gobernador Marcos Díaz Orellana, este enlace tendrá una longitud de mil 200 metros y se constituirá en una de las obras fundamentales para aliviar el tránsito en la zona sur de la ciudad de Mérida. Será particularmente útil para los vecinos de Los Curos, La Pedregosa y zonas aledañas.
Cuando decíamos que había una ausencia de buenas noticias sobre vialidad, es porque la última obra que recordamos construida en la zona metropolitana (es decir en los municipios Santos Marquina, Libertador y Campo Elías) fue el enlace vial de acceso al estadio Metropolitano, con mucho la obra de infraestructura vial más importante de la última década en la ciudad.
Por supuesto que gracias a los trabajos del trolebús Mérida ha contado con algunas obras y mejoras bien importantes. Por ejemplo, el enlace que permite comunicar la avenida Andrés Bello con la avenida 16 de septiembre. La referida es una vía del sistema trolebús pero que beneficia la transitabilidad de la ciudad en ese nodo en torno a Pie del Llano.
Si bien el enlace Don Pedro, que suma una nueva inversión de 5 millones de bolívares (antiguos 5 mil millones) debía estar terminado, al menos debemos agradecer que no lo hayan olvidado. Por cierto, la información que leímos no indica para qué fecha piensan inaugurar la obra, tal vez porque nadie sepa ese dato fundamental.
Más allá del enlace, no debemos olvidar que la actual gestión de gobierno había anunciado y prometido los recursos para una vía que comunicaría Las Américas con la Pedregosa Sur (presumimos que por algún lugar detrás del cementerio La Inmaculada). En el mismo estante de obras emblemáticas está la Perimetral Sur y la entrada norte de la ciudad de Mérida, un viaducto que eliminaría el cuello de botella en el sector de La Vuelta de Lola.
Sería muy importante saber hasta qué punto las obras que tiene en mente la gobernación y la alcaldía de Libertador se compaginan, acompañan y soportan con las obras de Tromerca, la empresa responsable de la construcción y operación del trolebús que, quiérase o no, es el elemento urbano sobre el que gira la ciudad presente y de seguro la que debemos erigir con un mínimo de sapiencia e inteligencia.
Más aún, cabría preguntarse hasta qué punto los tres entes mencionado, saben, conocen y manejan, la información que desde la Universidad de Los Andes (ULA) se ha atesorado durante décadas de estudio, cálculos, mediciones, diseños y propuestas, de decenas de investigaciones sobre vialidad e ideas para mejorar el tránsito de la ciudad y, en general, la movilidad toda.
Siempre se ha dicho que en Mérida no se pueden construir nuevas vías porque “no hay espacio”. Me parece que tal aseveración esconde una pobre consideración de la creatividad y el “ingenio de la ingeniería” y de los hombres que la hacen posible. Veamos  como en otras latitudes hay ciudades más densas, más complejas y con la misma precariedad de espacio, que retan con empeño las limitaciones que creíamos insalvables.
Por ahora, y sin que esto suene a una promoción del uso de los vehículos, ojalá terminen el enlace Don Pedro y nos regalen más kilómetros per cápita a los habitantes de esta ciudad. He allí una tarea clara para el nuevo gobernador.

Como dato de lo que puede hacer la ingeniería, los invitados a ver este sitio donde se puede observar como el espacio es vencido por ingenio. Se trata de Autopistas Elevadas en Osaka, Japón. No es que quiera ver a Mérida como semejante embrollo urbano, sino que no es posible levantar la bandera de las limitaciones topográficas para no hacer nada.

Escuelas reforzadas





Recientemente, en compañía del doctor Alejandro Liñayo, tuve el gusto de compartir unos minutos con el ingeniero Luis Fargier, un profesional que desde hace varios años no cesa en su empeño de lograr la atención gubernamental sobre un tema escabroso, delicado y del cual la naturaleza nos pudiera pasar una dolorosa factura en algún momento del futuro cercano: el reforzamiento estructural de algunas escuelas de las cuales hay evidencias de que podrían colapsar ante un sismo de fuerte magnitud.
Fargier ya tiene, incluso, la llamada ingeniería de detalle de algunas escuelas (información levantada por él y por su bolsillo) pero la ejecución del reforzamiento implica costos que sólo el estado puede ejecutar. Tenemos la amenaza sísmica, las escuelas identificadas, la solución detallada pero hace falta una decisión política para emprenderla. ¿Quién se anima?