domingo, 7 de diciembre de 2014

El paseo de la basura



Suscribo las siguientes líneas, exactamente dos años después de haberlas escrito. Me duele que poco haya cambiado la situación… Dice así:
Una conocida profesora de la ULA recibió hace unos días a unos investigadores que vinieron de Europa, en una visita académica a nuestra ciudad. Los atendió, fueron de aquí para allá, concretaron las reuniones que debían cumplir y finalmente los despidió. Al final esta amiga exhaló como quien contiene por un largo rato la respiración: “Yo dije: por fin se fueron. Era que se me caía la cara de vergüenza por lo que tuvieron que ver, oler y sufrir en Mérida durante esos tres días. En verdad sentí una gran pena ajena”, confesó la profesora aún contrariada.
Por supuesto que la historia es real. Y en una ciudad que se pretende turística como Mérida, esa pena ajena la debemos sufrir a cada rato, porque todos los días transitan nuestras calles no sólo turistas nacionales, sino muchos internacionales que, por suerte, casi siempre desean salir de la ciudad a recorrer el campo, menos atestado de basura, mugre y caos, que nuestra pequeña pero malograda metrópolis.
Hay algo, sí, en lo que difiero de mi amiga la profesora: ya, a estas alturas, no debemos sentir pena ajena sino pena nuestra, pena propia. Es decir, un profundo sentimiento de que lo que ocurre es, en gran parte, nuestra responsabilidad. De la pena ajena a la pena propia hay una gran diferencia de percepción. Ambas nos avergüenzan, pero la pena propia nos debería hacer ver la causa de nuestra incomodidad, no como quien pasaba por allí caminando y de repente se topó con ese escenario vergonzoso, sino como aquel que debe responder “presente”, cuando alguien pregunte por los responsables.
Por Mérida debemos sentir algo de perturbación, incomodidad, vergüenza tal vez. Pero no para sonrojarnos sino para buscar acciones.
Allí tenemos aún vivito y coleando el problema de la basura. Se evidencia en cada calle, cada avenida, cada esquina. Entendemos de las acciones y esfuerzos de la Alcaldía y de la Gobernación pero, como diría un abogado “a las pruebas me remito” y esas están a la vista y al olfato de quien se dé una vuelta breve por la ciudad.
El barrido de las calles del centro sólo alcanza el casco central. Las principales avenidas de la ciudad lucen sucias pero… ¡Hay más!: el monte que crece en las áreas verdes de avenidas como Los Próceres, Alberto Carnevali y Las Américas, es un verdadero símbolo de desidia.

Es por ello que más de uno afirma que el problema generado con la basura no es el único mal de nuestra ciudad sino que ese aspecto es una parte de un mosaico mayor, donde queda claramente dibujada la ineficiencia de la alcaldía y de la gobernación. Hay monte y culebra, paradas destruidas y sucias, paredes mugrosas y empapeladas, escombros, indigencia, avenidas a oscuras, parques y plazas maltrechas, falta de autoridad vial, postes caídos, mobiliario urbano en pésimas condiciones de mantenimiento, huecos, calles y avenidas sin demarcación, semáforos dañados. Por favor: ¡No digan que es sólo la basura! Es muchos más, es un olvido, una insensibilidad para con una ciudad pequeña, de seguro fácil de gobernar en términos estrictamente poblacionales y espaciales. Por favor, amigos del gobierno municipal y regional, de la alcaldía de Libertador y de la Gobernación: no digan que nuestro mal es sólo el de la basura porque cuando lo dicen, allí sí, lo que nos producen es pena ajena. / Foto: Cortesía Carlos Unhelms

Tiempos de paz





Uno de los mayores deseos del ser humano es la paz. La expresión “la paz contigo” es, de hecho, una de las más sentidas que puede pronunciarse en favor del otro.

No obstante la paz es esquiva. Eventualmente se asoma como un niño asustado y de seguida desaparece. Y no lo digo sólo por las circunstancias que vivimos (o sufrimos en Venezuela) sino por lo que acontece en casi todo el planeta. Guerras, muertes, terrorismo, destrucción, contaminación, drogas, armas, golpes, violencia, maltrato, abusos.

Y, sin embargo, nos llega diciembre que intenta ser un bálsamo para sanar heridas.


Es probable que estos tiempos de construcción de paz no cambien en nada nuestras vidas y circunstancias. Pero su presencia puede obrar algo que no es nada despreciable: el anhelo de la paz. No la tenemos pero diciembre permite soñarla, quererla. Y, en consecuencia, tal vez nos animemos a buscarla.

domingo, 30 de noviembre de 2014

El derecho a cuestionar



Malagradecidos. Somos unos malagradecidos. Así lo reiteraba como una oración un taxista que me llevó hasta el centro, pasando justo al lado de los trabajos que adelanta Tromerca en la calle 26, como nueva etapa en la ampliación de la ruta del Trolebús.
El taxista quería ilustrarme sobre lo que había escuchado en muchas personas e incluso en varios de sus colegas conductores quienes ya se lamentan de las horas que perderán varados en colas eternas cuando les toque pasar por el casco central.
“Se quejan de los trabajos como si eso no fuera parte del progreso”, remarcaba el taxista.
Y yo, mientras veía las máquinas hacer añicos la  antigua calzada de la 26, entre la 7 y la 8, asentaba con la cabeza los puntos de vista de este señor que encontraba un inesperado equilibrio ante las obras que marcarán el día a día de los merideños, al menos por todo el 2015.
La razón asistía a este taxista por varias circunstancias que ya hemos comentado en otras columnas. Por ejemplo: Mérida es en este momento una de las ciudades donde, pese a la crítica situación económica y de gobierno, puede mostrar varios frentes donde precisamente ese gobierno hace algo. Usted puede estar de acuerdo o en desacuerdo, gustarle o no, pero deberá admitir que el Gimnasio Vertical que se levanta junto a la Plaza de Toros, los trabajos del Trolebús, las obras del Teleférico, la construcción de gran bulevar de la calle 24, el proyecto del distribuidor de la entrada norte de la ciudad, entre otras iniciativas, son, todas proyectos que se ejecutan en un país en el que muchas veces no es mucho lo que se hace.
Las energías de la crítica parece que deben dirigirse hacia otro flanco. Por ejemplo, se puede hacer presión para que las obras se hagan de la forma más rápida posible, tomando en cuenta que para nadie es grato permanecer la mitad del día en una cola mientras el carro se recalienta.
También se le puede pedir al gobierno que use de forma clara y pulcra los recursos que se le asignen, de tal manera de que no existan cuestionamientos por lo manejos de los recursos y que esa no sea una excusa para justificar el retraso de la obra.
Lo que no se puede hacer es decir que la obra no se debe ejecutar porque “me hace perder el tiempo”, o porque “el ruido de la maquinaria molesta mi siesta durante las tardes”. Eso no es pensar en el beneficio colectivo. Y si no, pregúntele a los vecinos de la cuenca del Chama, quienes ahora disfrutan de un Trolcable eficiente y que les da un sentido de respeto a la propia condición humana, convirtiendo dos horas de tedio en un autobús en 3 minutos en una cabina digna de lo que algunos llaman “el primer mundo”.

¿Todo lo dicho, entonces, quiere decir que no tenemos derecho a cuestionar lo que hace el gobierno y que debemos aplaudir como borregos todo lo que se nos presente? Ciertamente no. Pero siendo pragmáticos y con un sentido de la participación más activo y vigilante, lograremos aprovechar las pocas bondades del accionar público y convertir esa obra en algo que nos haga la vida mucho mejor.

De las tardes con el Chavo


Por supuesto que El Chavo tuvo sus detractores justificados. 

Me refiero que, a conciencia, ciertas situaciones que se mostraban en esa vecindad mexicana de la década de los setenta, pueden ser cuestionadas a la luz de los avances en materia de derecho infantiles, juveniles, de la mujer e incluso de las personas de la tercera edad (recordemos que la Bruja del 71 recibía burlas por su vejes).

Del mismo modo se le pueden buscar al Chapulín Colorado las costuras de su discurso. Y por el mismo camino van el Chompiras o el Dr. Chapatín.


Pero todo ello cae en un distante plano cuando recordamos las risas. Cuando vienen a nuestras mentes las tardes viendo las tremenduras del Chavo y los chistes a costa de Don Ramón y del Señor Barrigas. Risa sencilla, fácil, ligera y a veces hasta elemental. Así eran los momentos que prodigó Roberto Gómez Bolaños, el actor que logró transformar su humor en una bandera latinoamericana en el mundo. 

Y es que el peso de un rostro sonriente al final de la tarde es mayúsculo cuando se compara con cualquier cuestionamiento. “Es más fácil obtener lo que se desea con una sonrisa que con la punta de la espada”, dijo en una ocasión el escritor William Shakespeare. Así lo hizo el Chavo y otros personajes del genial Chespirito: conquistaron el mundo montados en el caballo de una sonrisa. 


domingo, 23 de noviembre de 2014

Mucho viaje sin retorno





Venezuela, según las estadísticas de la OMS, es uno de los países con mayor cantidad de accidentes viales en función del número de habitantes.
En esos accidentes han estado involucrados, cada vez con preocupante frecuencia, autobuses de líneas extraurbanas o expresos, como mejor los conocemos en nuestro país.
Semanalmente, y de manera consistente en los meses de octubre y noviembre, la prensa reseña la muerte de  venezolanos que tomaron el autobús en algún terminal con la esperanza de llegar a su destino pero por razones que deben ser muy bien revisadas, no alcanzaron ese sencillo deseo.
Cuando digo que los accidentes de autobuses deben ser seriamente revisados es porque si bien están documentadas las causas principales y recurrentes de esos siniestros de carretera (exceso de velocidad, consumo de alcohol entre las más citadas) pareciera que nuevos elementos surgen en esa lista o, bien, se redimensionan como causales que antes eran marginales y que ahora pudieran ser protagónicos.
Por ejemplo, lo referente a la condición mecánica de las unidades. El impacto de la falta de repuestos – situación que todos sufrimos en primera persona – debe tener un efecto directo en aquellas empresas que sustentan su actividad en el uso de vehículos a motor, tal es el caso de las líneas de transporte.
Además, cada vez son más frecuentes las unidades accidentas. Hacer un viaje sin el fantasma de las averías técnicas o sin accidentes, es una verdadera proeza.
Cuentan los más viejos que por allá en los años 40 y 50 todavía prevalecía la costumbre de despedir al viajero que se aventuraba a cruzar el páramo en unos vehículos con asientos de tabla y que entre resoplidos mecánicos intentaría la misión de atravesar el país para llegar a un destino lejano e incierto. De Mérida  a Caracas un par de días de travesía no era poca cosa en aquellos lejanos años. Pero, sobre todo, los viajeros encomendaban sus vidas a sabiendas que un viaje siempre era una posibilidad de no retorno.
Hoy en día esas prácticas, ya en desuso, tal vez deban ser retomadas.
El viejo refrán dice que uno bien sabe cómo sale pero no como regresará. Nada más vigente en estos momentos.
Pero, volviendo sobre las causas de los accidentes de autobuses, alguien debe decir si la frecuencia de tales tragedias se corresponde con una situación de causales específicas o nuevas o  si bien se trata de las consabidas situaciones ya establecidas anteriormente como elementos propiciadores de accidentes. También sería importante que quienes manejan las estadísticas indiquen si ese repunte es parte de las tendencias o si bien hay un salto en los números.
Todo ello es importante por la sencilla razón de que alguien debe responder por las muertes. No estamos hablando de una muerte aislada sino de decenas de hombres, mujeres y niños que dejan su último aliento en medio de un amasijo de metales, cables y asientos.

Esas muertes, entre las que se cuentan la de muchos merideños, deben tener, por parte del Estado, una respuesta que sería una muestra de respeto ante la fatalidad y el luto. No debemos quedarnos con la explicación de que fue el destino y la mala fortuna la respuesta para toda tragedia. La irresponsabilidad de unos cuantos puede estarse beneficiando de esa aptitud de decir que los accidentes son, siempre,  la expresión de la voluntad de Dios.

Energía a cuenta gotas





En Mérida, durante las últimas semanas, la energía, en todas sus formas, desaparece a ratos. Luego vuelve. Pero la energía que mueve la vida, las actividades diarias, la economía, no debe, en un país como el nuestro, esconderse como si de un acto de magia se tratara. 

Digo no en el nuestro aludiendo al hecho archiconocido de que Venezuela es sinónimo mundial de energía (petróleo, gas, electricidad). O… ¿Lo era?


No es que la gasolina haya vuelto a las estaciones. Es la incógnita del porqué desapareció. Es que el gas doméstico nos deje un fin de semana sin agua caliente y sin cocina para los alimentos. Que vendrá  un día de estos, de seguro. Pero, igual ¿Por qué desaparece? Y no digamos de la electricidad. 

La continuidad energética, la seguridad de que tendremos el combustible para movernos no sólo es sinónimo de eficiencia sino de independencia. A veces se nos mueve el piso con estas inesperadas ausencias. 

domingo, 2 de noviembre de 2014

Érase un país a una cola pegado…





Un mal augurio me asalta al ver las colas para echar gasolina. Una amiga, que junto a mi esperaba turno para cargar gasolina en la bomba ubicada al inicio de la avenida Alberto Carnevali, resumió mis peores pensamientos en la pregunta: “Aja... ¿Y si a partir de ahora tenemos que hacer cola cada vez que vayamos a echar gasolina?” Quiero pensar que se trata de un episodio temporal y que a las colas que tenemos, no se sumará ahora, esta nueva sobre cuatro ruedas.
Esto me lleva a un post que escribimos un tiempo atrás y que decía así:
En algún momento de nuestra historia reciente, las colas se convirtieron en parte del paisaje. Me refiero   a las colas humanas frente a los supermercados, abastos y farmacias o, incluso, detrás de un camión desde donde se despacha uno o varios productos de la lista de los más buscados, como la leche completa en polvo, el azúcar, el aceite, el papel higiénico y la margarina, por nombrar  unos pocos.
Uno camina por la calle y, quiéralo o no, termina siempre pasando al lado de una cola imponente. Y es que pese a que ya estemos acostumbrados a ver colas por doquier, siempre nos sorprende su dimensión, lo  absurdo de su tamaño. El asunto es que las colas – en función de su morfología  - representan, ni más ni menos, la medida exacta de nuestras desventuras económicas, sobre todo desde la perspectiva de un abastecimiento que habla de mesas vacías, angustia  y desazón.
Por lo tanto, las colas nuestras de cada día, han  generado un micromundo – su propio sistema  planetario  - en el  que los ciudadanos gravitan en post de cumplir el obligado ritual de hacerse con uno o varios productos que necesitan.
Por eso, comprender lo que llamaremos la tipología de las colas, que nos remite también a la “personalidad de la cola”, resulta importante en el intento de salir bien parados de nuestra incursión en el supermercado    o en el abasto de los chinos.
Vamos a lo básico: las colas pueden ser largas o   cortas. Pero, ¡ojo!: una cola “corta” puede ser una denominación engañosa a la luz de las actuales   circunstancias. Si una cola llegó a tener un día 500  personas, el hecho de que otro día tenga 250 la hará ver como que, en efecto, es una cola “corta”, aunque sólo de ver la extensión de la fila nos den ganas de regresarnos.
Por cierto, el asunto de la personalidad de las colas no es un dato  irrelevante.  Más bien aquellas personas que por necesidad u obligación se han hecho expertas en colas  - tal es el caso de muchas doñitas amas de casa –  se  refieren a éstas de forma curiosamente humana.  Así, una señora conocida, que luego de 4 horas había logrado comprar jabón Ace en Yuan Lin, me habló de la enorme cola como  si  describiera  a  una amiga: “Pues sí, ella es larga, no te lo voy a negar, pero se mueve bien”. Otro amigo, muy  poco dado a  hacer colas, me  advirtió  sobre lo que ocurría en una ocasión en Farmatodo del centro: “Ni se te ocurra hacer esa cola. Esa bicha no se mueve y además es violenta”.
Nuestra relación con las colas es de un grado tan  especializado que incluso existen colas de la nada   (algo así como la materia oscura que los científicos   saben que existe en el espacio pero de la que no   pueden mostrar mayores evidencias). ¿Cómo es esto?  Sencillo: en el supermercado Ciudad de Mérida, hace unos semanas, había unas 30 personas, más o menos, en    cola, pero dentro del local comercial no había ninguno   de los productos más buscados. Un señor me explicó   la extraña situación: “Sí, sabemos que no hay nada  pero estamos parados aquí para cuando llegue  lo   que tenga que llegar”.  Es decir, las colas son a   veces un acto de fe.

Además, las colas están llegando a un grado tal de   protagonismo que, no lo vamos a negar, cuando  alguien ve una cola es porque, como diría una  vecina “algo bueno llegó”. Y aunque el sentimiento anti cola nos embargue, la fuerza de gravedad de las mismas  cada vez va atrapando a más gente, personas que poco pueden  hacer para luchar contra esa fuerza de atracción que nos obliga a estar parados allí,  respondiendo a las reiteradas preguntas: ¿Epa, y esa cola es para qué?,  a lo que nosotros  responderemos: “Para lo que ella decida”.

Basura y hora pico





El viernes 31 de octubre, a las 7:00pm, subiendo por la avenida 8, una extraña cola de vehículos llegaba hasta la calle 26. Pensé en un accidente, en un operativo policial, incluso en una protesta vecinal por algún problema puntual. Pero no era nada anormal... ¿O a lo mejor sí?
Se trataba de un camión del aseo urbano que hacía su ruta de recolección de desechos, subiendo por la avenida 8 a esa hora de tarde-noche, un fin de mes, un viernes y en hora pico.

Las caras de los conductores lo resumía todo: una mezcla de rabia, desespero y resignación. Creo que todos en su sano juicio se hacían la pregunta: ¿A quién se le ocurre recoger la basura a la hora de mayor tránsito en la ciudad? No es la primera vez que este abuso ocurre y, por los vientos que soplan de esa cierta inconsciencia de las autoridades municipales y también de la Gobernación, parece que no será la última.

lunes, 27 de octubre de 2014

La ciudad entre todos



Me sorprende que el alcalde de Mérida, Carlos García, acompañado por sus directores de gobierno y por varios asesores, tengan que salir en rueda de prensa a recodarle a las autoridades de la Gobernación del estado Mérida – entiéndase: políticamente distintos – que cualquier obra que se ejecute en la jurisdicción geográfica y política del Municipio Libertador, debe incluir la participación y notificación a las autoridades locales de lo que la persona, ente o empresa piensa construir, mejorar, arreglar o acondicionar.
¿Parece obvio verdad?, ¿Parece prudente verdad?... Pues lo obvio y lo prudente no calzan en esta historia y de allí que tengamos que ver escenas como las señaladas en el primer párrafo de este escrito: un alcalde que le pide al Gobernador algo así como: “Señor, usted está trabajando en el área donde yo también gobierno. Por favor, al menos avíseme lo que piensa hacer”.
Este incidente no es nuevo. Ya con la construcción del Gimnasio Vertical que se levanta a buen paso en los terrenos del estacionamiento de la Plaza de Toros de la ciudad, se produjo un toma y dame en los cuales el principal argumento del gobierno regional era que el alcalde se oponía a la obra por pura oposición barata, que no pensaba en los merideños y que estaba en contra de los deportistas y del propio desarrollo de Mérida.
Los argumentos del alcalde, en aquella ocasión, eran que no estaba en contra de un gimnasio pero que reclamaba aspectos como la no participación a la Alcaldía de la ejecución  de la obra y el desconocimiento que exhibía la Gobernación hacia la autoridad local, en cuanto a no mostrar el proyecto integro de la obra, más allá de que ésta fuese promovida por el propio gobernador.
Bien: en esta ocasión el escenario no es muy distinto. La Gobernación del estado Mérida está emprendiendo un plan de rescate de la calle 24, para convertirla, hasta donde sabemos, en un bulevar que conecte con Las Heroínas. Es una obra que creo que cualquier merideño aplaudirá debido a los positivos efectos urbanos que conllevará, además de convertir ese eje entra la Plaza Bolívar y Las Heroínas, en un icono turístico adicional para la Mérida.
Pero una vez más la Alcaldía reclama que no la han tomado en cuenta para semejante proyecto.
Si vemos este incidente en perspectiva, se entiende que las buenas intenciones no son suficiente respaldo legal para llevar adelante un proyecto. Por lo visto, de fondo, eso es lo que la Gobernación sostiene: la obra es positiva, es buena, le conviene a la ciudad…Por eso la hacemos y siendo así, no tenemos que tomar en cuenta la opinión del gobierno local, el de la ciudad de Mérida.
Ese argumento es bastante pobre porque cualquier obra, pública o privada, gana más involucrando en ella a la mayor cantidad de actores. Estoy seguro que con unas reuniones amplias y sin ningún otro interés que el de la ciudad, tanto la Alcaldía como la Gobernación pueden llegar a acuerdo fundamentales sobre lo que necesitamos los merideños.

Presumimos que tanto Alexis Ramírez como Carlos García desean el bien para Mérida y los merideños. Si ese es el punto de partida común… ¿Por qué no construir la ciudad entre todos?

Nuestro perrito tiene un parque






Fue una idea de mi hijo Gabriel dedicarle una placita o parque a Manchis. ¿Quién es Manchis? Manchis fue nuestro querido perro, mascota dirán algunos, uno más de nuestra familia diremos nosotros. Manchis murió la mañana del pasado viernes 17 de octubre, luego de darnos 14 años de lealtad, cariño y compañía.

Este domingo 26 de octubre fuimos todos en familia a visitar el lugar donde decidimos devolver a Manchis a la tierra. Es en La Mucuy Baja, rumbo a la Alta, cerca del paso de la quebrada o Ña Leona, como por allí la llaman.

Manchis descansa bajo unos árboles centenarios. A su manera él era también un perro centenario (1 año canino equivale a 7 humanos). En familia,  Aslin, Nilsa, Gabriel y yo, limpiamos el área, acomodamos piedras y colocamos un cartel que reza en tizas de colores: “Parque Manchis”. Es un gesto de amor familiar para nuestro amigo. 

Claro que es triste no tener a Manchis entre nosotros, pero él mismo, antes de irnos se encargó de dibujar una sonrisa en cada uno de nosotros. Por eso decimos con Anatole France: "Hasta que no hayas amado a un animal, una parte de tu alma permanecerá dormida".

martes, 21 de octubre de 2014

País de emprendedores



El pasado sábado, durante un taller sobre redacción periodística que dictamos en el Centro de Estudios Teológicos Juan Pablo II, tuvimos el gusto de conocer a un interesante grupo de participantes, la mayoría estudiantes de comunicación social.
Con Juan Ramírez, uno de esos jóvenes participantes en el taller, tuve ocasión de conversar un rato. Me enteré que él trabaja para EmpreRed, experiencia que se define como “un espacio de encuentro de los emprendedores que trabajan en el mundo de las micro y pequeñas empresas”, según revisé luego en la página de esa organización (http://www.emprered.org/). 
EmpreRed busca “desarrollar competencias en el arte y la práctica del liderazgo y el emprendimiento para mejorar constantemente nuestras empresas y emprendimientos”. Igualmente se propone “conectar a nuestros miembros con un mundo más amplio, que les permita ampliar sus relaciones y contactos mientras buscamos enriquecer su red social de apoyo”.
Según Juan Ramírez EmpreRed ha constatado algo de lo cual muchos hemos escuchado hablar más de una vez: que somos un país de emprendedores o, dicho de forma más llana, de gente a la que le gusta “echar para adelante”, ser creativa con sus ideas e intentar ponerlas a producir.
Sin embargo, y esta es mi propia percepción, también somos gente muy pasional, de emocionalidad a veces desbocada. Quiere decir esto que algunos con una primera rabieta pueden echar por la borda, sin más ni  más, un proyecto coherente. También tenemos ciertos episodios de informalidad, improvisación, poca constancia, impaciencia, que si no son canalizados pueden atentar contra la continuidad de un proyecto, por interesante que éste sea.
Pero la gente de EmpreRed, y así me lo hizo saber el amigo Juan Ramírez, ha desarrollado varias estrategias a lo largo de una década, técnicas que, aplicadas con constancia y con mucha fe en los emprendedores venezolanos (sobre todo en Caracas y en el estado Anzoátegui), han dado como resultado magníficas experiencias, no sólo porque resultan sostenibles desde la perspectiva económica, sino porque, de hecho, son la prueba fehaciente de nuestras potencialidades como país, como ciudadanía. En suma: porque demuestran que en nuestra genética ciudadana existen los componentes necesarios para enfrentar adversidades y generar respuestas que construyan bienestar para todos.
En la página de EmpreRed, por ejemplo, se muestran casos de personas que, asistidas, asesoradas y guidas por EmpreRed, hacen que sus sueños pasen al terreno de lo tangible. Lo que sigue es cita textual de una de esas experiencias:

“Carmen Blanco es una de esas emprendedoras. Lleva meses trabajando con esmero en un negocio de comidas a pedido con entrega a domicilio. Ha bautizado el proyecto como Delicias Mamá Carmen. Dice que le apasiona muchísimo. Vestida con una filipina blanca nos confesó su inspiradora historia. “Estuve durante más de cuarenta años trabajando en casa de familia, limpiando pisos, haciendo comida, lavando y planchando. Toda una vida, desde niña.” Pasados los años, cayó en cuenta de que se estaba haciendo mayor. “Yo escuchaba que había pensiones, pero no tenía conocimiento de eso. Cuando intenté exigir mis derechos, una pensión, me despidieron”, dice. “Tampoco fui a la escuela, soy prácticamente analfabeta. Yo pensé que sólo un chef podía ponerse este uniforme, pero aquí estoy hoy”. Una ejemplar historia de perseverancia y lucha. Con un nudo en la garganta suelta un agradecimiento especial: “estar aquí me hace sentir un gozo en mi alma. No tengo palabras”.


Recuerdo que le conté a Juan Ramírez que, en lo personal, como periodista, creo que hacen falta más esfuerzos de los medios de comunicación por mostrar esa realidad de experiencias motivacionales. En medio de tanta noticia infausta, hay también, razones para una esperanza construida con gente “de la vida real”.

Por amor al Mercado Principal





No de ahora sino desde hace meses, un verdadero cerro de basura – por supuesto maloliente – recibe a los visitantes del Mercado Principal de Mérida, exactamente ubicado entre este centro de servicios y turismo y las residencias Mayeya.
Adicionalmente al basurero, propios y visitantes deben ver cada día como aumentan los vendedores informales en ese punto del también Centro Comercial  Mayeya (al lado del Banco Exterior) y la presencia de borrachines y cuidadores de carros del ya famoso club “bien cuidao”.
Creo que las autoridades del Mercado Principal, junto a la Junta de Condominio de Residencias y CC Mayeya, además de la Alcaldía, le pueden hacer un gran bien a la ciudad, al turismo y la propia calidad de vida, si intervienen ese foco de conflicto sanitario y social en el que se ha convertido la frontera entre el Mercado Principal y Mayeya.


domingo, 12 de octubre de 2014

La especulación: todos contra todos





Cuando se trata de adquirir un producto (no importa cuál) al famoso “no lo tenemos” – que en los últimos meses se ha vuelto una oración en boca de los comerciantes – hay que sumarle una ola de especulación que golpea sin piedad a aquellos que intentan el milagro de acceder a un bien de forma más o menos normal.
La especulación es la guinda perversa que algunos le colocan a un contexto económico ya de por sí duro y atroz.
Por ejemplo, si usted desea comprar, digamos, una nevera, el primer reto que debe superar es conseguir un comercio que tenga ese producto, una misión cuesta arriba según lo que los mismos comerciantes han informado. Pero supongamos que usted buscó, caminó y encontró en un remoto almacén una nevera, deberá entonces enfrentar el segundo reto: comprar lo que existe, no lo que usted busca.
Olvídese de colores, condiciones, especificaciones…No señor. Si la nevera es amarilla y usted quería una plateada, si hay que descongelarla y usted quería una sin escarcha, olvídese de esos pensamientos de lo que a usted le gusta o necesita: si encontró una nevera es esa y no otra.
Si usted traga grueso puede que acepte que, al fin de cuentas, esa nevera rosada con luces de neón interna y de dos metros de alta no está tan mal después de todo, y bueno, que se le va a hacer “con tal y enfríe” todo bien, entonces usted debe prepararse para la tercera fase de la situación de compra: el precio. Aquí es donde hace su aparición el mazo doloroso de la especulación: si el comerciante o el vendedor es una persona inescrupulosa, ya sabrá, a estas alturas, que usted es una persona vulnerable, cansada, desesperada por ponerle fin a la odisea de comprar algo que se suponía sencillo, deseosa de llegar a casa con aquel equipo necesario para el cual ahorró y que su familia requiere de verdad.
Ese ser inescrupuloso – que parece pertenecer a una estirpe de gente que se reproduce por obra y arte de nuestra incapacidad para denunciar los abusos – le clavará los dientes en el cuello, como una presa fácil capturada por una hiena en medio de una solitaria sabana en la que de vez en cuando aparecen inocentes corderos.
Le dirá que por tratarse de usted esa nevera (de la que ese unidad es la última …siempre es la  última) le será vendida al solidario precio de 150 mil bolívares, 10 veces más que los 15 mil que hace cuatro meses atrás se pedía por un producto de similares condiciones.
Usted sabe que le quieren dar con el mazo y esquiva el ataque con una cándida solicitud de rebaja, la cual es rechazada porque, según este personaje “yo más bien estoy perdiendo con esta venta”.
Usted saca algunas cuentas mentales y sabe que es una locura poner en la cuenta del mercader semejante fajo de dinero por un producto que no los vale. Pero en su mente queda muy claro que esa será, ciertamente, la última vez que vea algo parecido a una nevera.

La especulación es un sentimiento de ataque directo a las personas, una cruel forma de justificarse por los problemas económicos por los que atraviesa el país. Cierto, los valientes comerciantes – los honestos – deben hacer malabares para poder mantenerse a flote en una economía totalmente dislocada. Pero saben que no le pueden poner al pobre y sufrido consumidor más peso sobre la espalda. Propondrá un precio que permita su sobrevivencia como comerciante y que acerque al consumidor a la posibilidad de pagar un precio alto pero sólo el que las circunstancias dictan y no aquel construido en base a la maldad.

Que la autoridad muestra su cara



Las autoridades de Tromerca han denunciado que motorizados  inconscientes siguen usando los canales exclusivos del trolebús.
La verdad es que hemos sido testigos de esta situación y el sentimiento que embarga a todos es el de la necesidad de imponer la autoridad para ponerle freno a este irrespeto, acto que pone en peligro la vida no sólo del motorizado, empeñado en creerse más que los demás, sino de los que viajan en las unidades del trolebús.
No hay otra forma de evitar que el servicio de transporte masivo se convierta en el escenario de los excesos de ciertas personas.
Los motorizados que entren al canal exclusivo deben ser seguidos, detenidos y multados por violar la ley. Cuando esto se haga efectivo, los casos de incursión de estos personajes bajarán drásticamente. Ya la información sobre la obligación de respetar el canal del trole se ha hecho pública por lo que a estas alturas no caben las excusas del “yo no sabía”. La ley debe mostrar su rostro y devolverle a la ruta del trole más seguridad.


jueves, 9 de octubre de 2014

MI CIUDAD está de aniversario...Mérida cumple 456 años

El día jueves 9 de octubre, se presentó  como uno de los típicos de los años 70, donde predominaba el frío y la neblina baja en toda la ciudad. Así continuaron los actos para celebrar el cumpleaños 456 de Mérida. La Alcaldía del municipio Libertador organizó los festejos que se escenificaron en La Parroquia, único pueblo asentado en plena urbe. Las imágenes presentadas acá dan muestra de las actividades culturales vinculadas a la celebración aniversaria.





Durante todo el día, se presentó una muestra artesanal y gastronómica que atrajo a cientos de merideños quienes quisieron celebrar el asueto compartiendo en familia y en sana paz. El alcalde Carlos García manifestó que con estas actividades se busca promover la identidad cultural de los merideños. “En esta oportunidad contamos con la participación de agrupaciones de los municipios Campo Elías, Rangel, Alberto Adriani y por supuesto de Libertador”, indicó.

También hizo referencia a la importancia de retomar la identidad que ha caracterizado a los merideños, destacando que la ocupación de los espacios públicos de la ciudad en el marco de actividades similares, es un compromiso de la gestión del burgomaestre Carlos García.

Desfilaron para agasajar a Mérida

Cerca de 600 personas entre niños, jóvenes, adultos participaron en el colorido desfile también organizado para el aniversario de la ciudad. Tres bandas show, estudiantes, maestros y representantes de las cinco escuelas municipales, 40 agrupaciones culturales, más de 10 asociaciones deportivas y el Alcalde desfilaron a lo largo de la avenida Bolívar de La Parroquia hasta llegar a la plaza donde continuaron los actos con la presentación de agrupaciones como el Ensamble Alegría conformado por personas con diversidad funcional, concluyendo con la presentación de gaitas.

Desde la Alcaldía se ha creado la Asociación Artística Gastronómica y Artesanal del municipio Libertador, con el objeto de apoyar a todas las personas que desarrollen alguna actividad relacionada con la cultura y las tradiciones merideñas para apoyarles en la promoción de sus creaciones. Todas estas han sido actividades que, si bien están enmarcadas en el aniversario 456 de la ciudad, se repetirán para ofrecer a los merideños otras alternativas de recreación. 

Esta información fue generada por la Oficina de Prensa de la Alcaldía del Municipio Libertador



domingo, 5 de octubre de 2014

El rancho es una afrenta



Esta historia ya la había contado, lo sé, pero al observar el resurgimiento de algunos procesos de “ranchizificación” en Mérida y Ejido, creo que vale la pena tener estas referencias en cuenta. Siga leyendo.
De los ya lejanos años 80 nos llegan los recuerdos infantiles de los inmensos ranchos que simbolizaban el estatus  de sus opulentos propietarios, en los famosos pero interminables melodramas norteamericanos como Dallas, Falcon Crest o Dinastía.
Entonces me inquietaba que algo tan ostentoso como los ranchos propiedad de los magnates petroleros texanos, pudieran llamarse igual que los ranchos a los que nosotros estamos acostumbrados en nuestra realidad venezolana y que son, por decir lo menos, la manifestación más patética de lo que debería ser una vivienda.
El “rancho” de la serie de televisión Falcon Crest era una mansión, con decenas de cuartos, habitaciones cuyo uso era sólo conocido por sus dueños, piscinas, grandes jardines y sobre todo infinitas entradas en los que había que recorrer una calle interna flanqueada por altas palmeras que se mecían con el viento.
Nuestros ranchos eran (y siguen siendo) lo opuesto: cuatro “paredes” de cualquier material de desecho, una puerta, piso de tierra, todo decorado con una profunda desesperanza.
Cuando niño, un amigo del colegio se negaba a que yo lo visitara para ir a hacer las tareas en su casa. El siempre me visitaba y al final de la jornada casi como un fastidio yo terminaba preguntándole cuándo podría visitarlo, una propuesta que más que por curiosidad la hacía por el sólo hecho de lograr la aventura infantil de ir a un lugar distinto a mi casa. Pero Emilio, que sí se llamaba mi amigo, esquivaba la conversación y se incomodaba.
Un día, sin que él lo supiera, fui a visitarlo, con la excusa de un trabajo escolar. Él vivía en el mismo barrio y yo sabía la dirección por algunas referencias. Pregunté a algunos vecinos y me señalaron una estructura que no tenía forma de casa, mucho menos de hogar. Era un rancho.
Me acerqué y grité el nombre de Emilio. De aquella precaria caja de latón oxidado y destartalado salió mi amigo, sorprendido y junto a él varios de sus hermanos más pequeños se asomaron curiosos. Se quedó parado allí con cara de disgusto pero, sobre todo, con una enorme vergüenza reflejada en sus ojos. Allí supe que el rancho era más que varias hojas de latón unidas en un vano intento de esculpir un hogar: era la negación de los sueños, la imposibilidad de tener un poco de privacidad, una ofensa a la dignidad, una marca excluyente, un castigo injusto.
A estas alturas sé que el diccionario le ofrece a la palabra rancho, dentro de sus muchas acepciones, la de choza pobre, descripción que se ajusta en parte a nuestros ranchos y no tanto a la que se usa allá en el norte.

Pero el rancho, nuestros ranchos, significan más. Esos ranchos que se asoman en distintas partes de la ciudad y del estado Mérida, son un peso. Una vergüenza como la que intentaba ocultar mi amigo Emilio. Por eso, erradicar los ranchos debe ser una cruzada de todos, con el gobierno como principal responsable a la cabeza. Una cruzada para acabar con la negación a la dignidad humana.

Mientras tanto, la gente se organiza



El pasado viernes estuvimos de visita en La Mucuy Baja acompañando a la comunidad organizada de ese sector en su camino de construir una comunidad más segura mediante las acciones puntuales en torno a la gestión de riesgos como estrategia.
Puntualmente el viernes los vecinos se hicieron acompañar de representantes de varias instituciones de gobierno, de la Universidad, de grupos de investigación y de otras expresiones de la sociedad civil organizada. La idea fue darle respaldo a la iniciativa La Mucuy Baja define sus riesgos, que buscó poner los puntos sobre las íes en torno a tomar decisiones sobre a qué escenarios de riesgos darle  mayor relevancia en las actividades puntuales que habrán de desarrollarse en los meses venideros.

Vecinos por el Ambiente, como organización base en las acciones en La Mucuy Baja, tuvo el respaldo del Cesap, Uniandes y las Redes Locales de Gestión del Riesgos y el solidario apoyo de los expertos Raúl Estévez y Gustavo Páez… Mientras algunos ven que no hay nada que hacer en medio de la diatriba política, mucha gente se organiza y toma decisiones.

domingo, 21 de septiembre de 2014

El mejor rostro de la Alcaldía




Pareciera lógico pensar que una autoridad pública, en ejercicio de sus funciones, no caería en la tentación de dedicar recursos para hacerse promoción a partir de las obras que le toca ejecutar. Pero seamos más claros: no lo debería hacer – no debería promocionarse – si por un lado no hay recursos para las obras o si esos recursos económicos son menguados.
Nuestras autoridades municipales, indistintamente del signo político que profesen, nos recuerdan a cada momento que “no hay recursos”, “no nos han aprobado el situado”, “nos van a dar lo mismo que el año pasado”, “el presupuesto se lo come el pago de funcionarios”, y frases por el estilo. A decir verdad esto lo suele decir desde un alcalde hasta un gobernador.
Pero a la par de los reclamos por más recursos económicos – solicitudes regularmente válidas desde la perspectiva de las inversiones requeridas – los ciudadanos solemos ver con cierto estupor, pese a la costumbre, que esas mismas autoridades gastan lo que tienen, y lo que no, en hacerse promoción en vehículos oficiales de las alcaldías, vallas, pancartas, franelas, gorras, llaveros y todo aquel soporte que aguante una gran foto del susodicho (o la susodicha) sonriendo al mundo en una pose digna de la presentación de un artista.
Por supuesto que como periodista conozco bastante bien la importancia que una autoridad debe darle a la comunicación y el contacto con la gente. Pero, a decir verdad, no comparto que este requerimiento del ejercicio del poder se haga a partir de una muchas veces exagerada cuota de promoción de la imagen en los soportes que brindan las estructuras y vehículos públicos.
Hace poco me llegó una fotografía de un pequeño paseo que un alcalde inauguró en algún remoto paraje del estado Guárico.  Lo que más destacaba de la noticia era que el personaje colocó un inmenso portal con su foto, en un desafortunado intento de recibimiento a quienes iban a usar los 50 metros de acera. Además había otra parafernalia propagandística con la misma imagen. Era una situación grotesca. Colocan dos bloques y levantan tres vallas publicitarias. La locura.
Cuento todo esto con una intención: destacar que cuando vemos lo contrario, es decir un alcalde que no hace gala de su rostro para meternos por la cara que él si hace cosas, entonces estamos en presencia de algo sui generis. Algo digno de mencionar.
Y en este caso la buena nueva viene del alcalde de la ciudad de Mérida: Carlos García. Las ambulancias y otros vehículos en manos de la Alcaldía de Libertador no tienen el rostro ni el nombre en mayúscula del joven burgomaestre.
Además hemos visto que se han recuperado paredes, pasos peatonales, pasarelas y se está colocando una llamativa señalización en las principales intersecciones viales de la ciudad. Todo ello sin que aparezca la cara de Carlos García.
Insisto en que un alcalde es una figura política y que, indudablemente, las obras y sus acciones de seguro tendrán una lectura política, de quien ejerce el poder y desea seguir como autoridad. Y eso implica una promoción. Pero esto es una cosa – lo cual se puede hacer con discreción – y el avasallamiento propagandístico que suelen ejercer alcaldes y gobernadores (de la cuarta y de la quinta) es otro asunto muy distinto. Esto último es una ofensa, sobre todo cuando se pregona la ausencia de recursos económicos.

Felicitamos al alcalde Carlos García por la forma como lleva este punto de su presencia personal en la obra pública. Y lo hacemos para estimularlo a no caer en el juego de aquellos que le susurrarán al oído que en cada poste del alumbrado debe ir su foto sonriente. El mejor rostro que ahora muestra la alcaldía son las obras. No hace falta más.

Buenos tiempos para el turismo




Los miles de turistas que visitaron el estado Mérida en esta larga temporada de agosto-septiembre, ya regresaron a sus puntos de origen. Pese a los augurios de muchos de que “la gente  no tiene para viajar” y otros presagios de la mala situación, la gente, el ciudadano común, se armó de inventiva y haciendo de seguro uno que otro sacrificio, salió de vacaciones. Mérida, una vez más, estuvo en la agenda.

Con la reapertura del primer tramo del Teleférico, el arreglo de plazas, el mejoramiento de la limpieza y el ornato, nuevas obras hoteleras y ofertas de servicios y los arreglos que se puedan hacer a la iluminación pública, no dudo en pronosticar una temporada de diciembre más robusta en cuanto a la presencia de turistas. Amén.

Cara a cara con el centro



Llegó uno de los momentos en la vida del sistema de transporte masivo Trolebús, que requerirá mayor planificación y eficiencia por parte de las autoridades públicas y funcionarios de la empresa Tromerca, así como de aquellas instituciones que tienen injerencia en la vida de la ciudad: la llegada de las obras al casco central de Mérida.
Por supuesto que estos trabajos debieron haberse efectuado hace varios años atrás pero, dados los retrasos ya conocidos en las obras públicas venezolanas, es ahora cuando Mérida debe asumir el reto de tener una importante obra de infraestructura rozando la cotidianidad asfixiante del centro de la ciudad.
La buena noticia es que, al menos desde lo publicado en los medios, las instituciones responsables parecen reconocer la importancia del diálogo entre los distintos entes de gobierno, más allá de los roces políticos, muy de moda en el quehacer de la vida en el país.
Precisamente una nota de prensa de la misma empresa Tromerca habla de estos esfuerzos de ponerse de acuerdo para evitar un colapso en la movilidad, en momentos cuando se intenta conectar el sistema Trolebús con el Trolcable, interviniendo toda la avenida Don Tulio Febres Cordero.  Esa nota decía así: “Un nuevo plan de movilidad es revisado y analizado por expertos y especialistas en vialidad y transporte urbano de Trolebús Mérida, (Tromerca), Gobernación de Mérida, Alcaldía Libertador, Tránsito Terrestre y policías regional y municipal, con el propósito de facilitar el desplazamiento de merideños, ante la intervención de otros espacios de la avenida Tulio Febres Cordero para consolidar la obra del tercer tramo del Trolebús. Simón Pablo Figueroa, presidente de Tromerca, informó que dicho plan, en una de sus propuestas, plantea que conductores puedan utilizar las avenidas 3 y 4, desde la calle 35 en sentido norte, como corredores viales que faciliten la movilidad urbana”.
Por su parte el gobernador Alexis Ramírez ya estableció fechas para la entrega de estos trabajos, un tiempo que ojalá sea cumplido para evitar que el malestar inherente a una obra de este tipo, de gran impacto sobre la movilidad, genere controversias. El gobernador dijo que:  “con esta activación de obras en un primer sector de la avenida Don Tulio Febres Cordero, donde se intervendrán 2,2 kilómetros de vialidad para construir las paradas y el canal exclusivo del Trolebús, que conectará el Mercado Periférico y el casco central de la capital emeritense estimamos que las mismas estén lista para enero de 2015”.
Volviendo con las declaraciones de Simón Figueroa, presidente de la estatal Trolebús de Mérida (Tromerca),  “el nuevo tramo de 2,2 kilómetros extenderá la cobertura del sistema hasta en casco central de la capital merideña, tarea para la que se tiene previsto intervenir 1.500 metros de vialidad en el corto plazo”.

“Este será el sistema de transporte masivo superficial más moderno del país y va a beneficiar a 60 mil personas diariamente”, resaltó Figueroa.

Si analizamos estas declaraciones, tanto de la máxima autoridad de Tromerca, como la del Gobernador, tenemos que concluir que esta tramo del Trolebús debería entregarse ante de las próxima temporada de Carnavales 2015, es decir seis meses de aquí hasta allá. Medio año para cumplir con este reto parece un tiempo suficiente. Apostamos porque los entes de gobierno comprendan que estar cara a cara con el centro de Mérida implica un reto de eficiencia que, estamos seguros, sabrán estimar y sobre todo: cumplir.

¿Y el aeropuerto?



Promesas van y promesas vienen en torno al día en el que el aeropuerto de la ciudad de Mérida, el Alberto Carnevali, vuelva a tener sus vuelos regulares hacia algunos de los principales destinos nacionales.
Uno de los puntos de expectativa más cercanos al cumplimiento de ese deseo de muchos, lo vivimos hace dos años cuando se planteó el inicio de los vuelos de la aerolínea merideña Lamia. Más adelante el silencio en torno a este proyecto aeronáutico regional fue poniendo las cosas en claro, y demostrando que la historia no iba a terminar bien.

Con la solicitud de reinicio de vuelos desde Mérida no se pretende que El Vigía pierda su estatus como principal terminal del estado Mérida. La idea es que el Alberto Carnevali convierta en un complemento de la oferta para los viajeros y con ello estimule a más personas a venir a Mérida, sobre todo viendo en el futuro cercano la reapertura del Teleférico y otras obras de interés turístico que se adelantan para Mérida.

domingo, 27 de julio de 2014

Relatos de la inseguridad



Pareciera que ser víctima de la inseguridad es un deporte nacional.
Esta semana, en cinco escenarios distintos en los que nos movimos, las historias, esos temas de los que habla la gente, no giraron en torno a las colas y el papel higiénico, sino sobre episodios escalofriantes de robos y hurtos que suceden con una frecuencia que debería encender las alarmas en una Mérida que hasta hace pocos años era referencia en cuanto a seguridad.
Para empezar, una amiga de La Mucuy Baja me contaba como en esa bella comunidad de Santos Marquina los vecinos deben, los fines de semana, estar alertas ya que cualquier salida de paseo es aprovechada por un grupo de delincuentes para ingresar en las casas y llevarse todo lo que puedan.
Luego, otro día, en la barbería del buen amigo Miguel, allí en la avenida 3 en el sector El Llano, de 5 personas que estábamos presentes en el reciento, igual número habíamos sido víctimas de la inseguridad al menos una vez en los último meses. Un joven presente aún tenía fresca la situación de peligro que vivió junto a su novia en plena calle, cuando dos maleantes lo interceptaron para quitarle el celular.
En una buseta, una vecina me contó que ella, apenas la semana que acaba de terminar, fue despojada de su celular mientras el ladrón le apuntaba con una pistola en la sien.
En los kioscos de la avenida Cardenal Quintero una señora que compraba verduras, advertía que en las noches es un milagro salir y no recibir un susto de cualquier maleante que exige dinero, mientras exhibe una amenazante navaja como tarjeta de presentación.
El sábado en la mañana la mamá de una de mis alumnas de la Unica, fue a entregar el trabajo de su hija. La razón: la joven no pudo asistir a clases ya que está de reposo porque, junto a su amiga, fueron víctimas de cortes con un arma blanca, propinados por un delincuente, hecho que por poco pudo haber pasado a mayores.
Hay varios aspectos sumamente preocupantes que unen las historias que me contaron.
En primer lugar: la delincuencia ya no sale solo de noche. Es decir, si bien la oscuridad y la soledad de las calles nocturnas sigue siendo un territorio para  sufrir un incidente con antisociales, los ataques se están produciendo a cualquier hora del día. Olvídese usted que la luz del sol espanta a los malandros. Ellos no son vampiros pero sí gustan sacarle la sangre a cualquiera.
Otro elemento común: a los criminales no les importa que usted vaya sólo o acompañado, o que esté rodeado de gente. Muchos robos ocurren con un grado de sangre fría que indica una mayor temeridad por parte de los delincuentes.
Y, finalmente, el tercer elemento común es que cada vez aumenta más la saña contra las víctimas, lo que quiere decir que estos sujetos están dispuestos a usar sus armas de fuego o sus cuchillos u otras armas si usted se niega a darles lo que piden, sea esto un celular (lo más común), dinero, joyas, el carro o, como ya ha ocurrido, una bolsa llena de víveres del supermercado.

Creo que el mayor peligro que enfrentamos los merideños no es sólo la criminalidad en creciente aumento sino que nuestra actitud frente a este fenómeno sigue siendo débil, tal vez porque pensamos que aún tenemos una ciudad segura. A estas alturas, me duele decirlo, la seguridad es un cuento de fantasía y la inseguridad es el relato verídico de todos los días.

Plaza Bolívar a oscuras



El pasado sábado en horas de la noche (cerca de las nueve) bajaba por la avenida 4, desde Milla. La idea era mostrarles la plaza Bolívar a algunos familiares que, en plan de turistas, nos visitaban. Cuando llegamos a la plaza la oscuridad fue nuestro comité de bienvenida.
A duras penas  dos o tres postes estaban encendidos. La oscuridad no sólo convirtió el respetado espacio de El Libertador en una suerte de boca de lobo, sino que creaba una atmósfera de atemorizante inseguridad.
Ni que decir: nadie se animó a bajarse ante semejante espectáculo de olvido y decadencia. Incluso los edificios circundantes, de lo mejor que tiene Mérida en cuanto a arquitectura, estaban perdidos en las tinieblas.

Mientras en Las Heroínas todo era luz y color, en la plaza más importante, todo era silencio y oscuridad. ¿A quién le reclamamos?

martes, 22 de julio de 2014

Los detalles que nos faltan



Ya esta historia la he contado antes pero como sigue ocurriendo, ni modo.
Manejaba por la avenida Alberto Carnevali, en sentido Norte. Subía rumbo La Hechicera y cuando pasaba sobre el río Albarregas noté algo que me llamó mucho la atención, al punto que bajé la velocidad unos segundos para verificar que realmente lo que veía era lo que veía.
Se trataba de un detalle tal vez insignificante pero que expresa la forma cómo entendemos nuestras responsabilidades para con la ciudad, tanto aquellos que tienen la responsabilidad de  atenderla, porque esa es su función, como para aquellos que debemos cuidarla pero desde la perspectiva del ciudadano.
El asunto era que como parte de los planes de ornato que se ejecutan en los espacios públicos (siempre bienvenidos) la pintura de los brocales, puentes, postes y otras estructuras se cuenta entre las acciones.
Pues bien, alguien decidió que la pintura amarilla (que tiene una clara connotación de advertencia) y la blanca, se usarán de forma discrecional, es decir, que los obreros que tomaran la brocha escogieran el color que más les parecía y pintaran.
Lo que ocurre es que donde debieron pintar de amarillo (que indica prohibición de estacionarse) pintaron de blanco. Y al revés: donde debía ir blanco, pintaron de amarillo. Incluso el puente está pintado de blanco en la zona media, donde lo regular es la pintura amarilla.
Me sigue causando cierta tristeza comprobar que en muchos casos, no estamos dispuestos a buscar la excelencia de las cosas, a cuidar los detalles. Cuando viajamos a otras ciudades, a otros países, tal vez los que más nos llama la atención - y con lo que venimos echando el cuento - es la limpieza, el ornato, el orden… El buen vivir. Para mí esos son los detalles.
Dice Miguel Ruiz en su famoso libro Los Cuatro Acuerdos – en realidad una interpretación de la filosofía de los toltecas – que siempre debemos hacer el máximo esfuerzo. Escribe lo siguiente en el acuerdo número cuatro: “Haz siempre tu mejor esfuerzo. Bajo cualquier circunstancia, haz siempre tu máximo esfuerzo, ni más ni menos. Pero piensa que eso va a variar de un momento a otro. Todas las cosas están vivas y cambian continuamente, de modo que, en ocasiones, lo máximo que podrás hacer tendrá una gran calidad, y en otras no será tan bueno.
Cuando te despiertas renovado y lleno de vigor por la mañana, tu rendimiento es mejor que por la noche cuando estás agotado. Lo máximo que puedas hacer será distinto cuando estés sano que cuando estés enfermo, o cuando estés sobrio que cuando hayas bebido. Tu rendimiento dependerá de que te sientas de maravilla y feliz o disgustado, enfadado o celoso. En tus estados de ánimo diarios, lo máximo que podrás hacer cambiará de un momento a otro, de una hora a otra, de un día a otro. (…) Independientemente del resultado, sigue haciendo siempre tu máximo esfuerzo, ni más ni menos. (…) Limítate a hacer tu máximo esfuerzo, en cualquier circunstancia de tu vida. No importa si estás enfermo o cansado, si siempre haces tu máximo esfuerzo, no te juzgarás a ti mismo en modo alguno. Y si no te juzgas, no te harás reproches, ni te culparás ni te castigarás en absoluto. Si haces siempre tu máximo esfuerzo, romperás el fuerte hechizo al que estás sometido”.

Con respecto a la pintura de los brocales,  estoy seguro que allí no se hizo el mayor esfuerzo, tal vez porque no se consideró necesario. ¿Quién va a notar que algo se pintó de éste o de aquel color?...Pero se nota, como se notan los detalles que sumados nos hacen un mejor o un peor país, una mejor o una peor ciudad, mejores o peores personas.

Basura, mercado y deporte





Los alrededores del estadio de beisbol Libertador están convertidos en un basurero.
El pasado sábado estacioné por allí el carro para ir a hacer unas compras de verduras en el Soto Rosa y apenas bajar del vehículo tuve que abrirme paso en medio de la basura, acumulada allí durante semanas.
Hay barro y tierra acumulados en las aceras, al igual que monte.
Sorprende esta situación ya que la misma puede solucionarse con unas pocas horas de trabajo de un par de obreros de la alcaldía o de la propia Gobernación.
Y sorprende más cuando la basura está acumulada al lado de un espacio deportivo que suelen frecuentar niños y jóvenes. Y sorprende más y más porque allí mismo está el Mercado Soto Rosa, donde se expenden alimentos.

Es decir: no hay excusa para no activar con urgencia planes específicos de limpieza en torno al Soto Rosa y al estadio Libertador. ¡Es para ya!