martes, 21 de octubre de 2014

País de emprendedores



El pasado sábado, durante un taller sobre redacción periodística que dictamos en el Centro de Estudios Teológicos Juan Pablo II, tuvimos el gusto de conocer a un interesante grupo de participantes, la mayoría estudiantes de comunicación social.
Con Juan Ramírez, uno de esos jóvenes participantes en el taller, tuve ocasión de conversar un rato. Me enteré que él trabaja para EmpreRed, experiencia que se define como “un espacio de encuentro de los emprendedores que trabajan en el mundo de las micro y pequeñas empresas”, según revisé luego en la página de esa organización (http://www.emprered.org/). 
EmpreRed busca “desarrollar competencias en el arte y la práctica del liderazgo y el emprendimiento para mejorar constantemente nuestras empresas y emprendimientos”. Igualmente se propone “conectar a nuestros miembros con un mundo más amplio, que les permita ampliar sus relaciones y contactos mientras buscamos enriquecer su red social de apoyo”.
Según Juan Ramírez EmpreRed ha constatado algo de lo cual muchos hemos escuchado hablar más de una vez: que somos un país de emprendedores o, dicho de forma más llana, de gente a la que le gusta “echar para adelante”, ser creativa con sus ideas e intentar ponerlas a producir.
Sin embargo, y esta es mi propia percepción, también somos gente muy pasional, de emocionalidad a veces desbocada. Quiere decir esto que algunos con una primera rabieta pueden echar por la borda, sin más ni  más, un proyecto coherente. También tenemos ciertos episodios de informalidad, improvisación, poca constancia, impaciencia, que si no son canalizados pueden atentar contra la continuidad de un proyecto, por interesante que éste sea.
Pero la gente de EmpreRed, y así me lo hizo saber el amigo Juan Ramírez, ha desarrollado varias estrategias a lo largo de una década, técnicas que, aplicadas con constancia y con mucha fe en los emprendedores venezolanos (sobre todo en Caracas y en el estado Anzoátegui), han dado como resultado magníficas experiencias, no sólo porque resultan sostenibles desde la perspectiva económica, sino porque, de hecho, son la prueba fehaciente de nuestras potencialidades como país, como ciudadanía. En suma: porque demuestran que en nuestra genética ciudadana existen los componentes necesarios para enfrentar adversidades y generar respuestas que construyan bienestar para todos.
En la página de EmpreRed, por ejemplo, se muestran casos de personas que, asistidas, asesoradas y guidas por EmpreRed, hacen que sus sueños pasen al terreno de lo tangible. Lo que sigue es cita textual de una de esas experiencias:

“Carmen Blanco es una de esas emprendedoras. Lleva meses trabajando con esmero en un negocio de comidas a pedido con entrega a domicilio. Ha bautizado el proyecto como Delicias Mamá Carmen. Dice que le apasiona muchísimo. Vestida con una filipina blanca nos confesó su inspiradora historia. “Estuve durante más de cuarenta años trabajando en casa de familia, limpiando pisos, haciendo comida, lavando y planchando. Toda una vida, desde niña.” Pasados los años, cayó en cuenta de que se estaba haciendo mayor. “Yo escuchaba que había pensiones, pero no tenía conocimiento de eso. Cuando intenté exigir mis derechos, una pensión, me despidieron”, dice. “Tampoco fui a la escuela, soy prácticamente analfabeta. Yo pensé que sólo un chef podía ponerse este uniforme, pero aquí estoy hoy”. Una ejemplar historia de perseverancia y lucha. Con un nudo en la garganta suelta un agradecimiento especial: “estar aquí me hace sentir un gozo en mi alma. No tengo palabras”.


Recuerdo que le conté a Juan Ramírez que, en lo personal, como periodista, creo que hacen falta más esfuerzos de los medios de comunicación por mostrar esa realidad de experiencias motivacionales. En medio de tanta noticia infausta, hay también, razones para una esperanza construida con gente “de la vida real”.

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