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domingo, 25 de octubre de 2015

Aeropuerto caliente

La calidad del servicio en el Aeropuerto de El Vigía no debe desmejorar por asuntos técnicos.

No es que haya un incremento de la actividad aérea del aeropuerto Juan Pablo Pérez Alfonso de El Vigía. Lo de caliente es por el muy mal funcionamiento del aire acondicionado.

En una ciudad que se caracteriza por sus altas temperaturas, el aire acondicionado no es un lujo sino una necesidad casi fundamental. Y si hablamos del servicio que debe prestar una terminal de la categoría de El Vigía, pues tener el aire acondicionado funcionando de forma efectiva es una obligación.


Pero pasa lo contrario: el aire no da abasto y la gente se queja, con razón. 

Amén de la necesidad de cambiar la disposición de los mesones para la atención de los pasajeros ya que actualmente las colas obstaculizan la entrada, quedando el lobby convertido en un enredo monumental. Dos acciones que no deberían esperar demasiado.

domingo, 15 de marzo de 2015

El peso de los detalles





Ya hemos comentado en este mismo espacio que la ciudad es una de las más grandes creaciones humanas. Siendo espacio de relacionamiento y comunicación para la constitución de los enlaces que hacen posible la vida y la proyección de la especie, es fácil reconocer el carácter complejo de un entramado urbano contemporáneo.
Pero esta complejidad que enmarca el hecho urbano, no puede concebirse sin tener en cuenta una serie de condiciones mínimas que hagan posible la vida ciudadana.
Es decir, una ciudad requiere de un espacio físico en el cual asentarse y de una distribución y uso de ese espacio a partir de los intereses comunes. Se requiere una red vial eficiente, equipamiento, espacios para la recreación.
Igualmente deben funcionar de forma eficiente servicios fundamentales vinculados a la disponibilidad de agua, electricidad, telefonía, gas doméstico, estaciones de servicio, seguridad, transporte, por mencionar los más prioritarios.
Siendo así, la ciudad requiere, por lo tanto, autoridades eficientes, funcionarios públicos capaces de canalizar la puesta en funcionamiento de esos servicios y equipamientos.
El trabajo de los que ostentan la organización de las ciudades (alcaldías, concejos municipales, organismos descentralizados, institutos autónomos entre otros entes) debe basarse en planes que puedan ver la totalidad de la urbe como un sistema, pero no deben, por nada, descuidar los detalles cuya atención dispara ante los ojos de los ciudadanos la percepción de que la ciudad está en manos de gente competente.
A lo que queremos llegar es al hecho cierto de que para usted y para mí, para aquella señora que camina por la acera, o aquel joven que va camino al gimnasio, para el chofer de la buseta o para la mamá que va con su bebé a la guardería, la ciudad no se percibe ni se muestra con su bastedad y ramificaciones complejas, sino a través de los detalles, pequeños, sencillos, pero cruciales. Toda la percepción de lo bien o lo mal que los hacen las autoridades queda, pues, sujeta a la suma de esos detalles que, siendo atendidos de forma oportuna, delatan la calidad de gobierno que se tiene.
En el caso de Mérida, los detalles negativos con los que se consigue un ciudadano promedio, cuando sale al espacio público, son tantos y tan diversos, que no es de extrañar que se concluya con la sentencia de que “aquí no hay gobierno”.
Una plata reseca y muerta en una jardinera, la acumulación de basura en los bordes de la calzada, un pipote de basura repleto y sin recoger, una pared llena de publicidad desteñida, una acera sin pintura, un hueco en la vía… Todo suma pero para mal.

Los detalles son, en fin, una prioridad de la que a veces por su insignificancia las autoridades no se percatan. Pero por allí se les va el gobierno… 

lunes, 2 de marzo de 2015

El reino de la oscuridad


Aunque lo parezca, eso del reino de la oscuridad no es el título de alguna película de terror. Se trata de otra película, eso sí, con final ingrato para los habitantes de Mérida: la que cada cierto tiempo muestra las acciones de las bandas que roban los cables de electricidad instalados en las principales avenidas, cables a los que luego, para la venta, les extraen el cobre.
Está demás decir que el cobre es un metal con gran valor en el mercado. En países como España, Argentina, Uruguay y Colombia, por ejemplo, se han hecho verdaderas cruzadas para intentar frenar el robo de cables. Es una lucha tenaz ya que, si bien la policía suele estar alerta, las bandas siempre esperan que los agentes del orden bajen la guardia para atacar.
Y así lo han hecho en Mérida en reiteradas ocasiones. Debemos recordar que en una oportunidad la empresa Tromerca dispuso de un plan de reposición de las líneas robadas y rescató de la oscuridad a varios tramos de la avenida Andrés Bello, en la ruta del trole.  Pero una vez más la oscuridad ha vuelto.
Pero eses tinieblas no son admisibles en una ciudad como Mérida, en la que el turismo se tiene como norte. La iluminación no es accesoria: es una prioridad. Además, tomemos muy en cuenta que no hablamos sólo desde el punto de vista de la estética urbana sino de un elemento crucial para poder alcanzar la seguridad.
Así las cosas, no sabemos si la gente de Tromerca podrá hacer frente una vez más a la oscurana que cubre nuevamente tramos de la ruta del trole, como por ejemplo en la zona de El Carrizal.
La Alcaldía de Libertador ha venido también haciendo reparaciones y arreglos en distintos sectores de la ciudad (fundamentalmente en Los Próceres) pero tales esfuerzos no serán suficientes si los cuerpos de seguridad no buscan maneras más efectivas de controlar el robo de cables que, de forma campante, sigue minando recursos, dinero e imagen a la ciudad.
No se trata de colocar un policía en cada poste del alumbrado para pillar a los delincuentes. Se supone que ante la insistencia de estos individuos en el negocio del cobre, ya deben saber cómo opera la policía (horarios, rutas, operativos) y por lo tanto las estrategias convencionales parecen estar alejadas de la efectividad que se aspira.
La Policía y otros organismos de seguridad, sabrán qué hacer al respecto. Sólo que, como ciudadanos, debemos advertir del problema y solicitar que la actuación se produzca antes de que el robo de cables llegue incluso a la más humilde de las callecitas.

No es un trabajo para lanzar dos operativos, tres paseos nocturnos, a ver a quién se captura. Se trata de una acción sostenida en el tiempo que demuestre que hay efectiva presencia policial y cuyos resultados logren disuadir a aquellos que persisten en quitarnos la claridad y traernos la oscuridad como si fueran los verdaderos hijos de las tinieblas.

domingo, 23 de noviembre de 2014

Energía a cuenta gotas





En Mérida, durante las últimas semanas, la energía, en todas sus formas, desaparece a ratos. Luego vuelve. Pero la energía que mueve la vida, las actividades diarias, la economía, no debe, en un país como el nuestro, esconderse como si de un acto de magia se tratara. 

Digo no en el nuestro aludiendo al hecho archiconocido de que Venezuela es sinónimo mundial de energía (petróleo, gas, electricidad). O… ¿Lo era?


No es que la gasolina haya vuelto a las estaciones. Es la incógnita del porqué desapareció. Es que el gas doméstico nos deje un fin de semana sin agua caliente y sin cocina para los alimentos. Que vendrá  un día de estos, de seguro. Pero, igual ¿Por qué desaparece? Y no digamos de la electricidad. 

La continuidad energética, la seguridad de que tendremos el combustible para movernos no sólo es sinónimo de eficiencia sino de independencia. A veces se nos mueve el piso con estas inesperadas ausencias. 

domingo, 27 de julio de 2014

Plaza Bolívar a oscuras



El pasado sábado en horas de la noche (cerca de las nueve) bajaba por la avenida 4, desde Milla. La idea era mostrarles la plaza Bolívar a algunos familiares que, en plan de turistas, nos visitaban. Cuando llegamos a la plaza la oscuridad fue nuestro comité de bienvenida.
A duras penas  dos o tres postes estaban encendidos. La oscuridad no sólo convirtió el respetado espacio de El Libertador en una suerte de boca de lobo, sino que creaba una atmósfera de atemorizante inseguridad.
Ni que decir: nadie se animó a bajarse ante semejante espectáculo de olvido y decadencia. Incluso los edificios circundantes, de lo mejor que tiene Mérida en cuanto a arquitectura, estaban perdidos en las tinieblas.

Mientras en Las Heroínas todo era luz y color, en la plaza más importante, todo era silencio y oscuridad. ¿A quién le reclamamos?

domingo, 29 de junio de 2014

Sigue la oscurana


 Vista de la avenida Don Tulio, una de las más oscuras de la ciudad


Sorprende la oscuridad que reina en las principales calles y avenidas de la ciudad. Sé que este es un tema difícil para Corpoelec, en el sentido de que se ha hecho pública la dificultad de la empresa eléctrica de contar con suficientes postes, luminarias y cableado para reparar los daños o reponer los frecuentes robos.
Pero algo se debe hacer. La ciudad a oscuras es un atentado contra el turismo y un factor incitante de la criminalidad, ya de por sí desbordada.

Necesitamos, como ciudadanos, que la alcaldía, la Gobernación, Corpoelec y el gobierno central, se unan en una cruzada por devolver a Mérida la iluminación perdida antes de que nos caiga la noche eterna.

domingo, 13 de octubre de 2013

Fin de semana seco



Hay un tipo de Ley Seca que suele aplicar Aguas de Mérida en ciertos momentos. Por ejemplo, a los vecinos de Residencias Cardenal  Quintero nos dejaron  desde el sábado en la tarde sin agua, percance que  se  extendió hasta ayer domingo bien  avanzada la mañana.

El punto es que  Aguas de Mérida no suele ser clara con la información que aporta en función de justificar la suspensión del servicio. Así las cosas, la gente se busca respuestas y las consigue, aunque no sean versiones oficiales. Vale recordar la función vital del servicio de agua y la incomodidad que representa quedarnos sin  el servicio, sin previo aviso, por varias horas. Y vale recordar que tan vital como el agua es la información  oportuna  sobre el estado servicio. No digo más.

domingo, 29 de septiembre de 2013

Una ciudad para el turismo



Este domingo 29 de septiembre escuché con mucha atención la entrevista que ofreció, a manera de programa especial, el Ministro  de Turismo, Andrés Izarra, quien estuvo en Mérida dando el banderazo inicial  de lo  que será la Feria Internacional de Turismo de Venezuela (Fitven) que este año ha tomado a Mérida como su sede. Pueden enterarse de los detalles de Fitven  en la página Web: www.fitven.gob.ve
Varios fueron los anuncios interesantes que hizo el ministro, así como variados fueron los temas abordados, a partir de las preguntas que se encargara de realizar el periodista José Miguel Monagas, quien fue el responsable de conducir la entrevista especial.
Uno de los puntos centrales, en lo que a nuestra visión respecta,  tenía que ver con saber si en boca de tan alto funcionario podíamos encontrar una definición, clara  y definida, de lo que se anuncia será una política coherente y sostenible para Mérida, en lo que respecta al turismo  como área no  sólo de proyección económica  sino social, incluso humana.
En este  contexto, valga el título de la columna de hoy de “una ciudad para el turismo”, es decir, responder a la inquietud de si es posible  convertir a la ciudad de Mérida, su  configuración urbana, su  propósito como urbe, sus  proyectos  y acciones actuales y futuras, en  actos  que vayan en pro de la consolidación del turismo. ¿Es posible? Depende de varios  factores.
Uno de esos elementos es reconocer que no es el turismo una parcela reducida a la acción gubernamental, como  algunas veces hemos  escuchado de parte de algunos funcionarios.
En ese sentido me pareció bastante oportuna la declaración de Izarra en el sentido de – palabras más, palabras menos – “lograr avanzar en la participación de todos los sectores ya que el turismo no es sólo una responsabilidad del gobierno”. Izarra explicó que el sector privado está llamado en ser protagonistas en un nuevo esquema que devuelva a Mérida el sitial de ser uno de los dos   destinos  más importantes del país, junto con Nueva Esparta.
Por lo anterior, entonces tenemos  una pieza importante: al menos una aceptación oficial  del vital rol  del sector privado (y no me refiere sólo a grandes empresarios sino  a artesanos, pequeños y  medianos comerciantes, pequeña y mediana industria, cooperativas, entre otros).
Otro aspecto tiene  que ver con, allí sí, las inversiones que desde el Estado  se agilicen para consolidar un mínimo de calidad en cuanto a los servicios públicos. Nuevamente  Izarra estuvo de acuerdo en que la  limpieza y otros factores asociados  a brindar una ciudad  atractiva, pasan por lograr estabilidad en este  tipo de responsabilidades de  los entes  públicos.
La  seguridad también estuvo en el verbo del Ministro. Considera que la Policía Turística  y otras acciones  enmarcadas en   las responsabilidades gubernamentales pueden  mejorar las cifras delictivas  en Mérida, en este  caso para bien de consolidar una percepción en los turistas que lleve a seleccionar la  alternativa turística Mérida a partir de este factor.

Izarra  habló  de grandes inversiones (sobre todo desde empresas chinas) que seguirá  promoviendo  el gobierno nacional en cuanto a infraestructura aérea (en  la cual  se ha avanzado) en cuanto a terminar el Teleférico, en cuanto al ornato y mejoramiento de los espacios públicos. En una palabra, Izarra cree que sí podemos tener una ciudad para el turismo y por ende, un tipo de turismo, que le de la mano amiga a la ciudad.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Los teléfonos públicos buscan un segundo aliento en Nueva York



En el post anterior hablamos del serio problema de mantenimiento de los teléfonos p{úblicos en la ciudad de Mérida. La atención a los teléfonos públicos no es poca cosa y en ciudades como Nueva York hay toda una cruzada por redefinir su aspecto y su uso.
Les invito a leer la siguiente nota sobre el tema, escrita por Sandra Apolinar:
"Uno de los fenómenos que arrojó el Huracán Sandy en las calles de Nueva York fue la espera de los habitantes por utilizar teléfonos públicos. A finales de 1990, cuando la ciudad tenía un total de 35.000 cabinas telefónicas, esto era un espectáculo regular, pero ahora que más del 90% de los neoyorquinos utilizan teléfonos celulares, el número se ha reducido a menos de 12,000.".
El resto de la nota en su sitio original: QBITS




¿Qué hacemos con los teléfonos públicos?




Para los niños y jovencitos menores de 20 años la imagen de un “Centro de teléfonos monederos” debe resultar lo mismo que para nosotros una oficina de telégrafos.
Estos desaparecidos centros telefónicos eran, ahora vistos a la distancia, extraños lugares  de encuentros en los que se abarrotaba la gente y en los que, como era de esperarse, se vivían toda suerte de situaciones muy de nuestra forma de ser venezolana, con sus aspectos positivos y negativos.
Por ejemplo, no eran raras las colas. Así es: a veces alguien ocupaba un teléfono monedero y se instalaba a hablar largo y tendido. Esto causaba la molestia de los que esperaban quienes no dudaban en hacer sus reclamos entre gritos y bochinches. Los chistes estaban a la orden del día: “Si quiere le busco una sillita para que hable más cómodo”, soltaba alguien desde la cola al abusador que se negaba a soltar el aparato.
Eran monederos porque, obviamente funcionaban con monedas…Monedas que tenían suficiente valor como para aguantar una llamada. Eran otros tiempos de un Bolívar sólido como moneda. Esos grandes aparatos avisaban que la llamada se iba a cortar y, nuevamente, se le insertaba una moneda… Y luego otra, y otra. Por cierto, en muchos países los monederos aún se usan de forma regular.
Para robar llamadas locales, nacionales o internacionales,  algunos usuarios con pocos escrúpulos y mucha creatividad, inventaban sofisticados sistemas       que los funcionarios de Cantv tenían que descubrir pronto para evitar la ruina de la empresa. No es exagerado decir que la mayoría de la gente estaba a la caza de una de estas técnicas de robo. Una mujer una vez explicaba así uno de estos métodos de robo de llamadas: “Después que descuelgue el teléfono debe apretar fuerte el botón # mientras habla. Así queda fijo”. A veces un problema técnico, atribuible a Cantv, dejaba un aparato funcionando de forma “directa”. Las colas para llamar en esos equipos eran infinitas como también infinitas las conversas.
Este extraño mundo de llamadas en centros de monederos desapareció por la sencilla razón de que casi todo el mundo comenzó a tener acceso a un celular y que en las viviendas había un teléfono fijo, un lujo que no se daba todo el mundo un cuarto de siglo atrás. Otras razones: lo volátil del valor de las monedas y la inseguridad no hacían viable el uso de este tipo de pago.
Claro, el servicio de teléfonos públicos siguió prestándose con la lógica evolución tecnológica.  Primero hubo un cambio a tarjetas “magnéticas”, luego vinieron las tarjetas “inteligentes”, entre otras variables.
Pero, al menos esa es la sensación que me producen,  ya la gente no usa casi los teléfonos públicos. En la calle, sin embargo, Cantv mantiene este importante servicio. Incluso la empresa Movistar está instalando estos aparatos públicos. Los de Movistar funcionan de forma inalámbrica, son bidireccionales, pueden hacerse llamadas a todas las operadoras y lugares, incluso llamadas internacionales. Los de Cantv tienen las mismas operaciones. Ambos funcionan sin necesidad de insertar nada, a no ser el código de la tarjeta.
Creo que un teléfono público siempre será de gran utilidad, sobre todo si tomamos en cuenta que desde  ellos podemos llamar de forma gratuita a números de emergencia y de organismos de seguridad, y porque uno nunca sabe cuando el celular se quedará sin saldo, sin carga, se te extraviará,  te lo robarán, se te dañará, en fin.
Por lo anterior, la pregunta arriba de estas líneas ¿Qué hacemos con los teléfonos públicos?,  no la planteo porque esté promoviendo su eliminación, sino más bien su mantenimiento.
Pareciera que Cantv desistió del mantenimiento. Viendo el estado de suciedad de estos equipos, no me extraña que nadie los use no tanto porque no quiera sino por no agarrar una infección.

Si Movistar instala teléfonos públicos es porque aún quedan usuarios…Pocos pero los necesarios como para justificar el servicio. De allí que Cantv deba volver la miradas sobre esos equipos que hoy sirven  para colocar basura y no tanto para “unir a la gente”.


domingo, 8 de septiembre de 2013

El estándar de Mérida





Porque me parece de una importancia capital, muchas veces he escrito sobre lo que yo llamo “el estándar de Mérida” o, más bien, los estándares que históricamente ha manejado  la ciudad y sus habitantes en asuntos como la calidad de los servicios, consideraciones que al final se traducen en calidad de vida para todos.
Permítanme una anécdota que puede aclarar mejor este asunto de los estándares que se da una ciudad: cuando llegué a Mérida hace 20 años, uno de los rasgos que como periodista más me llamó la atención fue, precisamente, el de los estándares de Mérida para temas claves en lo urbano, como por ejemplo la seguridad pública, la limpieza y el ornato.
Me explico: cuando a un habitante de Mérida un sector de la ciudad le parecía una “zona roja”, donde la delincuencia campeaba, yo, entonces recién llegado, veía una comunidad más bien tranquila. Me acuerdo que me tocó vivir 2 años en la parte media del sector Los Curos y cuando les mencionaba a algunos amigos merideños sobre el sector donde vivía me decían “licenciado múdese apenas pueda porque eso allí es muy peligroso”. A mí me parecía una broma. En dos años que viví allí no vi ni un atraco en la parada del autobús, algo que, de todas formas, hubiese considerado normal de haber ocurrido. Un amigo de Barquisimeto que me visitó en ese entonces, compartía esa visión: “los merideños ven una zona roja donde yo veo un sector tranquilito”. Claro que existía delincuencia pero la misma estaba a una escala aceptable para la vida en una ciudad, según  lo veíamos los que recién llegábamos a este paraíso. Por supuesto que para mis vecinos de Los Curos aquello era un infierno donde “ya no se podía vivir”.
A eso me refiero: había un estándar que determinaba el umbral por el que se medía la calidad de vida, en general.
Lo que a alguien de afuera- es decir, de otras ciudades de Venezuela - le resultaba tolerable y hasta bonito, al exigente merideño le resultaba peligroso, feo, problemático. Y allí estaba lo sorprendente de la gente de esta ciudad, de los merideños y de aquellos que nos hemos convertido en merideños a fuerza de querer a esta urbe, pequeña, encantadora, privilegiada pero sometida a un proceso de degradación que hay       que detener.
Era como una firma personal de los merideños: poca tolerancia a la basura, a la degradación ambiental, a la violencia, a la delincuencia. Y, por ende, un grado de exigencia mucho mayor para con las autoridades y los servicios.
Parto del supuesto de que si Mérida retoma esa visión de ciudad exigente (consciente o inconscientemente) dicha postura puede ayudar a recuperar muchas de las glorias urbanas pérdidas, entre éstas la de mostrar una ciudad realmente limpia.
Escribo esta reflexión sobre el estándar de Mérida porque la semana pasada redacté unas líneas bajo el título “No pudimos ofrecer una ciudad limpia” en las que reclamábamos la indolencia, tanto de la alcaldía como del gobierno regional en torno a la limpieza de la ciudad en  un momento de máxima presencia de turistas.  Según nuestro criterio, la ciudad estaba sucia. Punto.
Otros no lo vieron así y algunos comentarios generados sobre el escrito daban cuenta de que, todo lo contrario, la ciudad estaba bastante limpia. Tal vez si la comparamos con el basurero en el que Mérida estaba convertida hace tres meses resulte que, en verdad, ahora se vea más limpia, pero no podemos utilizar semejante punto de referencia ya que lo que ocurrió con la basura en Mérida semanas atrás excede cualquier escenario racional.
Creo que lo que ocurre es que algunos, ante la incompetencia gubernamental para hacer un trabajo decente de limpieza, barridos de las calles, lavado de las aceras, retiro de escombros, recolección domiciliaria y otros servicios vinculados, tienden a conformarse con que pasen una escoba una vez a la semana.

Mérida nunca ha sido una ciudad conformista con la suciedad y no debe serlo ahora. La Gobernación y la Alcaldía, deben superar las infantiles diatribas que nos afectan y entregar un servicio que no sólo sorprenda a los visitantes por lo impecable de la ciudad sino, y es lo más importante, que nos sorprenda a nosotros mismos. Allí debemos llegar, superando cualquier conformismo.

domingo, 1 de septiembre de 2013

No pudimos ofrecer una ciudad limpia



Pese a que a la temporada de vacaciones aún le quedan al menos un par de semanas para terminar, tras haber transcurrido los meses de julio y agosto ya tenemos un retrato de cómo funcionó la ciudad de cara a la presencia de los turistas, en cuanto a los servicios y otras atenciones.
Lo primero que destaca es que, una vez más, miles de visitantes escogieron a Mérida para pasar algunos días de vacaciones, gesto que siempre debemos agradecer porque gracias a esa presencia se mueve una buena parte del músculo económico local.
Lo lamentable es que nuestras debilidades para ofrecer una buena cara a los visitantes siguen siendo muy evidentes, ya que nisiquiera los aspectos más básicos de atención urbana son cubiertos.
Las calles y avenidas, parques y plazas, mostraron acumulación de basura y no se notaba un servicio diario y eficiente de recolección de desechos. Esto no debe hacerse porque seamos una ciudad turística sino por elemental función de gobierno. Pero ni eso.
La menguada Policía Vial tampoco dio la cara en muchos momentos tensos sufridos en nuestras calles y avenidas.
En el Terminal de Pasajeros una vez más se vivieron vergonzosos momentos con cientos de personas que debían amanecer para intentar conseguir algunos pasajes (aquí las empresas de transporte también tienen una buena cuota de responsabilidad por no prever una logística que permita atender los picos en cuanto al traslado de pasajeros hacia a Mérida y desde nuestro estado a otras localidades del país).
Pero volviendo al punto de la limpieza, nos preocupa que ante el advenimiento de un evento tan significativo como la Feria Internacional de Turismo, pautada para dentro de dos meses, la ciudad y sus autoridades sean incapaces de mantener un mínimo de limpieza.
Frente al Terminal, en la avenida Las Américas, uno de los primeros rostros que ven los turistas, la basura y los escombros se acumulaban aceras y zonas verdes. Las paredes rayadas eran el saludo de bienvenida.
En la avenida Cardenal Quintero empezaron a podar el monte y a limpiar. Pero llegaron a la mitad y así quedó todo. Un detalle es que lo que cortan y acumulan queda allí: nadie la recoge.

No sé: creo que hasta que no cumplamos el ABC básico para mantener la ciudad, nuestro deseo de proyectarnos como espacio para el turismo será visto como un mal chiste.

domingo, 19 de mayo de 2013

La responsabilidad del anfitrión





Pongamos un ejemplo sencillo: usted construye una posada porque el negocio de la atención turística es algo que le apasiona y porque, además, todo indica que con una buena administración la suya será una empresa que puede llegar a generarle importantes recursos económicos a partir del trabajo intenso y constante.
Siendo esa su intención, no cabe duda de que se esmerará porque sean muchos los huéspedes que elijan su posada. Usted sabe que hay mucha competencia así que pondrá especial cuidado en que cada detalle de su posada, dentro de la austeridad económica, esté pensado para hacer que el turista se sienta cómodo, seguro, bien atendido, agradado y relajado.
Lo anterior implica un arreglo de las instalaciones que propicie la comodidad y la calidez. La limpieza será punto de honor así como la higiene. Tendrá en cuenta aspecto como las comunicaciones (teléfonos, acceso a internet, planta eléctrica) y de accesibilidad, es decir que las personas puedan entrar y salir de la posada sin ningún conflicto. Por supuesto, los servicios de agua, limpieza en las habitaciones, comedor, paseos y recreación, estarán dirigidos a que todo aquel que llegue a su posada quiera venir una y otra vez y que cada vez que regrese se consiga con una novedad.
Pues bien, esa lógica estrategia es la misma que debería aplicarse a Mérida como destino turístico. Pero ocurre que en la “Posada ciudad y estado Mérida”, ocurren hechos que llevan a pensar que nuestra madera de buenos anfitriones se ha ido desgastando o que debe ser renovada.
Apuntemos inicialmente a todos los entes del estado (Cormetur, Gobernación, Alcaldías, Consejo Legislativo, entre otros). Debemos saber si en la conciencia de estos entes está claro el punto inicial de estas reflexiones: ¿Consideran al turismo como una prioridad social, económica y política? Y siendo así ¿saben qué tal decisión implica un compromiso de buen anfitrión – anfitrión responsable- que debe asumirse mediante una serie de acciones que delatan el cumplimiento de esa responsabilidad?
Por otro lado las mismas preguntas pudieran recaer en el sector privado,  no ya hacia lo que pueda hacer con los negocios particulares de posadas, hoteles, restaurantes, agencias y otros, sino en la suma armónica de visiones y acciones que busquen elevar el estatus de Mérida en el concierto de las opciones para el turista que desea, como no, aceptar la invitación pero sabiendo que deben ofrecerle las mejores condiciones para efectuar esa visita.
Por ejemplo, hemos visto como el monte y los desperdicios se acumulan en las principales avenidas de la ciudad. Y entonces cualquier se podría preguntar por el hecho de que si no hay eficiencia para mantener el monte  fuera de las zonas verdes de nuestras calles ¿Habrá capacidad para entender que ese gesto de desatención implica una ruptura de nuestro rol de anfitriones?
El tema es delicado y obviamente no se agota en estas elucubraciones pero creo que muchos estarán de acuerdo que puede ser un acto de gran irresponsabilidad pedirle a unas personas que vengan a alojarse en nuestra posada, si para llegar a la misma hay que sortear huecos y derrumbes, si al llegar no hay baños ni camas limpias, si la comida es un desastre y si no hay de parte de nuestros anfitriones el más mínimo gesto de que las cosas mejoren. Entonces ¿Por qué no empezar cortando el monte, recogiendo la basura, limpiando las paredes, iluminando la oscuridad?

domingo, 29 de abril de 2012

Historias de la guerra de la basura


Escenario: Ciudad de Mérida, capital del estado del mismo nombre, zona sur-occidental de Venezuela, región andina, por sobre los mil 600 metros de altitud.

Primer desperdicio:
Un grupo de personas recorren la avenida 4 con carteles que exigen “Una ciudad más limpia”. No faltan las pancartas con imágenes del planeta Tierra atragantado de basura y de árboles esqueléticos.
La marcha, eufórica, invoca frases ambientalistas, pide conciencia colectiva para “salvar a Mérida de la basura”. Los manifestantes apuntan sus dedos a los ciudadanos parados en las aceras como si fueran prisioneros de guerra, listos para ser llevados al paredón por su pésimo comportamiento cívico.
Dos horas después la marcha termina frente a la Plaza Bolívar. Los manifestantes, acalorados, toman agua mineral, helados y refrescos. Tras de sí dejan una alfombra de papeles con consignas, botellas y otros desperdicios. Una barrendera los ve irse satisfechos. Ella toma su escoba y suspira hondo mientras recoge toda la basura dejada en nombre del ambiente. Ella, silenciosa, es la verdadera ecologista…Sólo que nadie se enteró.

Segundo desperdicio:

Tres altos ejecutivos dirimen cómo encarar el fuerte reto. Se rascan la cabeza, caminan por la espaciosa oficina, se asoman por las paredes de vidrio y observan las calles de Madrid. Toman café y repiten el ritual de rascarse la cabeza y otear el horizonte.
La puerta se abre de repente. Entra un hombre de rostro áspero y actitud de impaciencia. Lleva dos asistentes que toman notas hasta de la temperatura.
El tipo se sienta en su butaca. Los tres ejecutivos se miran entre sí y uno de ellos carraspea antes de tomar, nervioso, la palabra.
-       Hombre, que el problema es complicado. A ver: se trata de unos dineros que son de la alcaldía pero que son manejados por una empresa eléctrica que, políticamente, no se la lleva bien con la alcaldía. Entonces al no recibir los recursos por pago del servicio de aseo, la alcaldía no nos cumple y ya no queda un solo camión en buen estado. Bueno, también está el tema de los dólares para la compra de repuestos, la lentitud de algunos funcionarios municipales y las huelgas de los trabajadores.
El jefe mira a sus asistentes. Todos se sienten confundidos, abrumados. Tras una breve pausa, parece tomar una decisión:
-       Tomemos el contrato de Londres: son 14 millones de personas en esa ciudad y también millones de toneladas de desechos. Pero es preferible manejar eso que los tira y encoje políticos en esa ciudad de 300 mil habitantes. Asunto resuelto… Secretaria: haga la llamada a Mérida.

Tercer desperdicio:
Una extraña nave sobrevuela lentamente la colosal acumulación de basura. Por las coordenadas, la configuración de las altas montañas (ahora llenas de bolsas plásticas donde antes hubo nieve y lagunas) y los carcomidos restos de unas especie de guayas sobre uno de los bordes de la montaña, no cabe duda que el sitio no puede ser otro. Un hombre flaco y casi transparente se asoma por una ventanilla.
-       Por fin la hemos encontrado. Pasaron varios siglos pero ya dimos con el lugar. No fue fácil porque la basura no dejó un resquicio sin tapar. Pero gracias a nuestros adelantos tecnológicos hemos podido terminar este esfuerzo de búsqueda.
La nave, modelo XT1, del año 2477, envía con beneplácito la información a la base central. El mensaje es escueto: “Confirmada localización de Mérida bajo mil metros de desechos. No hay signos vitales”.

domingo, 8 de abril de 2012

Robo de cables y ciudades oscuras


Aproveché la Semana Santa para dar un paseo por la ciudad. Ya usted sabe: dar una vuelta sin estar pendiente del tiempo, transitar por sectores de Mérida que el mapa de la cotidianidad nos suele esconder. En fin: ver qué hay de nuevo en cuanto a obras, construcciones, tiendas, espacios públicos, gentes.

En ese bajar y subir por las calles cayó la noche y fue entonces cuando observé que el problema de tramos de avenidas a oscuras seguía presente, incluso en plena temporada de Semana Santa, cuando se supone que Mérida debe mostrar una cara amigable, segura y estética a los turistas. Pues no: la oscuridad reinaba a sus anchas.

Esa forzosa oscuridad me molestó como ciudadano. Más si tomamos en cuenta que no era un “pedacito de una calle” sino tramos amplios de las principales avenidas: Andrés Bello, Las Américas, Urdaneta, Los Próceres, Tulio Febres Cordero, por solo nombrar algunas.

Por supuesto, pensé en Corpoelec como principal responsable. Recordé entonces las explicaciones que en algunas oportunidades ha dado esta empresa de electricidad: “se están robando los cables y eso deja a oscuras calles e incluso sectores de la ciudad”.

Ante un problema generalizado (con directas implicaciones sobre la seguridad pública) decidí saber si las explicaciones que Corpoelec- Mérida daba sobre el persistente robo de cables se presentaban también en otras ciudades venezolanas.

La verdad: sí es un problema nacional ya que en San Cristóbal, Maracaibo, Puerto La Cruz, Caracas, Barquisimeto y Maturín se han presentado situaciones similares, es decir personas o grupos que se dedican a sustraer los cables del tendido eléctrico.

Pero ¿Cómo es este asunto del robo de los cables?... ¿Por qué lo hacen?, ¿Para qué lo hacen? ¿Quién o quiénes lo ejecutan?

La respuesta está en un metal: el cobre. Los cables que se roban tienen filamentos de cobre. En realidad no es tanto el cobre sino su valor: el precio internacional de la libra de cobre ronda los 4 dólares (es el metal que más ha subido de precio en el mundo). Si una libra equivale a 453 gramos, entonces un kilo de cobre tiene un costo promedio de 8 dólares que al dólar oficial (4.29) serían 34 mil bolívares. En el mercado negro el precio del cobre es aún más alto, incluso se puede duplicar.

Para lograr un kilo de cobre los ladrones o bandas deben robar por lo menos un kilómetro de cable (dependiendo el grosor y qué tanto cobre contenga).

El problema es grave y afecta a varios países latinoamericanos de donde sale el cobre robado rumbo, por ejemplo, a puertos clandestino para luego ser llevado a economías emergentes básicamente a China pero también a Taiwán y Corea del Sur, donde es comprado a altísimos precios.

En pocas palabras: las ciudades a oscuras son consecuencia no sólo de los apagones tradicionales que ya conocemos sino de las redes o mafias del robo del cobre (cuya presencia es innegable en Mérida) quienes también nos condenan a la oscuridad.

Es un problema de seguridad, de vigilancia, de acciones entre varios organismos, de inteligencia. Entendemos que Corpoelec no tiene la capacidad para vigilar toda la red y es poco probable que la policía tenga suficientes agentes para disponerlos a este trabajo.

Por lo tanto, todo parece apuntar a una cruzada seria entre entes públicos y comunidad a fin de frenar el robo de cables y las nefastas consecuencias que este tipo de delito genera: ciudades oscuras, inseguras, vulnerables ante el hampa, solitarias y peligrosas.