domingo, 22 de septiembre de 2013

¿Qué hacemos con los teléfonos públicos?




Para los niños y jovencitos menores de 20 años la imagen de un “Centro de teléfonos monederos” debe resultar lo mismo que para nosotros una oficina de telégrafos.
Estos desaparecidos centros telefónicos eran, ahora vistos a la distancia, extraños lugares  de encuentros en los que se abarrotaba la gente y en los que, como era de esperarse, se vivían toda suerte de situaciones muy de nuestra forma de ser venezolana, con sus aspectos positivos y negativos.
Por ejemplo, no eran raras las colas. Así es: a veces alguien ocupaba un teléfono monedero y se instalaba a hablar largo y tendido. Esto causaba la molestia de los que esperaban quienes no dudaban en hacer sus reclamos entre gritos y bochinches. Los chistes estaban a la orden del día: “Si quiere le busco una sillita para que hable más cómodo”, soltaba alguien desde la cola al abusador que se negaba a soltar el aparato.
Eran monederos porque, obviamente funcionaban con monedas…Monedas que tenían suficiente valor como para aguantar una llamada. Eran otros tiempos de un Bolívar sólido como moneda. Esos grandes aparatos avisaban que la llamada se iba a cortar y, nuevamente, se le insertaba una moneda… Y luego otra, y otra. Por cierto, en muchos países los monederos aún se usan de forma regular.
Para robar llamadas locales, nacionales o internacionales,  algunos usuarios con pocos escrúpulos y mucha creatividad, inventaban sofisticados sistemas       que los funcionarios de Cantv tenían que descubrir pronto para evitar la ruina de la empresa. No es exagerado decir que la mayoría de la gente estaba a la caza de una de estas técnicas de robo. Una mujer una vez explicaba así uno de estos métodos de robo de llamadas: “Después que descuelgue el teléfono debe apretar fuerte el botón # mientras habla. Así queda fijo”. A veces un problema técnico, atribuible a Cantv, dejaba un aparato funcionando de forma “directa”. Las colas para llamar en esos equipos eran infinitas como también infinitas las conversas.
Este extraño mundo de llamadas en centros de monederos desapareció por la sencilla razón de que casi todo el mundo comenzó a tener acceso a un celular y que en las viviendas había un teléfono fijo, un lujo que no se daba todo el mundo un cuarto de siglo atrás. Otras razones: lo volátil del valor de las monedas y la inseguridad no hacían viable el uso de este tipo de pago.
Claro, el servicio de teléfonos públicos siguió prestándose con la lógica evolución tecnológica.  Primero hubo un cambio a tarjetas “magnéticas”, luego vinieron las tarjetas “inteligentes”, entre otras variables.
Pero, al menos esa es la sensación que me producen,  ya la gente no usa casi los teléfonos públicos. En la calle, sin embargo, Cantv mantiene este importante servicio. Incluso la empresa Movistar está instalando estos aparatos públicos. Los de Movistar funcionan de forma inalámbrica, son bidireccionales, pueden hacerse llamadas a todas las operadoras y lugares, incluso llamadas internacionales. Los de Cantv tienen las mismas operaciones. Ambos funcionan sin necesidad de insertar nada, a no ser el código de la tarjeta.
Creo que un teléfono público siempre será de gran utilidad, sobre todo si tomamos en cuenta que desde  ellos podemos llamar de forma gratuita a números de emergencia y de organismos de seguridad, y porque uno nunca sabe cuando el celular se quedará sin saldo, sin carga, se te extraviará,  te lo robarán, se te dañará, en fin.
Por lo anterior, la pregunta arriba de estas líneas ¿Qué hacemos con los teléfonos públicos?,  no la planteo porque esté promoviendo su eliminación, sino más bien su mantenimiento.
Pareciera que Cantv desistió del mantenimiento. Viendo el estado de suciedad de estos equipos, no me extraña que nadie los use no tanto porque no quiera sino por no agarrar una infección.

Si Movistar instala teléfonos públicos es porque aún quedan usuarios…Pocos pero los necesarios como para justificar el servicio. De allí que Cantv deba volver la miradas sobre esos equipos que hoy sirven  para colocar basura y no tanto para “unir a la gente”.


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