domingo, 21 de septiembre de 2014

El mejor rostro de la Alcaldía




Pareciera lógico pensar que una autoridad pública, en ejercicio de sus funciones, no caería en la tentación de dedicar recursos para hacerse promoción a partir de las obras que le toca ejecutar. Pero seamos más claros: no lo debería hacer – no debería promocionarse – si por un lado no hay recursos para las obras o si esos recursos económicos son menguados.
Nuestras autoridades municipales, indistintamente del signo político que profesen, nos recuerdan a cada momento que “no hay recursos”, “no nos han aprobado el situado”, “nos van a dar lo mismo que el año pasado”, “el presupuesto se lo come el pago de funcionarios”, y frases por el estilo. A decir verdad esto lo suele decir desde un alcalde hasta un gobernador.
Pero a la par de los reclamos por más recursos económicos – solicitudes regularmente válidas desde la perspectiva de las inversiones requeridas – los ciudadanos solemos ver con cierto estupor, pese a la costumbre, que esas mismas autoridades gastan lo que tienen, y lo que no, en hacerse promoción en vehículos oficiales de las alcaldías, vallas, pancartas, franelas, gorras, llaveros y todo aquel soporte que aguante una gran foto del susodicho (o la susodicha) sonriendo al mundo en una pose digna de la presentación de un artista.
Por supuesto que como periodista conozco bastante bien la importancia que una autoridad debe darle a la comunicación y el contacto con la gente. Pero, a decir verdad, no comparto que este requerimiento del ejercicio del poder se haga a partir de una muchas veces exagerada cuota de promoción de la imagen en los soportes que brindan las estructuras y vehículos públicos.
Hace poco me llegó una fotografía de un pequeño paseo que un alcalde inauguró en algún remoto paraje del estado Guárico.  Lo que más destacaba de la noticia era que el personaje colocó un inmenso portal con su foto, en un desafortunado intento de recibimiento a quienes iban a usar los 50 metros de acera. Además había otra parafernalia propagandística con la misma imagen. Era una situación grotesca. Colocan dos bloques y levantan tres vallas publicitarias. La locura.
Cuento todo esto con una intención: destacar que cuando vemos lo contrario, es decir un alcalde que no hace gala de su rostro para meternos por la cara que él si hace cosas, entonces estamos en presencia de algo sui generis. Algo digno de mencionar.
Y en este caso la buena nueva viene del alcalde de la ciudad de Mérida: Carlos García. Las ambulancias y otros vehículos en manos de la Alcaldía de Libertador no tienen el rostro ni el nombre en mayúscula del joven burgomaestre.
Además hemos visto que se han recuperado paredes, pasos peatonales, pasarelas y se está colocando una llamativa señalización en las principales intersecciones viales de la ciudad. Todo ello sin que aparezca la cara de Carlos García.
Insisto en que un alcalde es una figura política y que, indudablemente, las obras y sus acciones de seguro tendrán una lectura política, de quien ejerce el poder y desea seguir como autoridad. Y eso implica una promoción. Pero esto es una cosa – lo cual se puede hacer con discreción – y el avasallamiento propagandístico que suelen ejercer alcaldes y gobernadores (de la cuarta y de la quinta) es otro asunto muy distinto. Esto último es una ofensa, sobre todo cuando se pregona la ausencia de recursos económicos.

Felicitamos al alcalde Carlos García por la forma como lleva este punto de su presencia personal en la obra pública. Y lo hacemos para estimularlo a no caer en el juego de aquellos que le susurrarán al oído que en cada poste del alumbrado debe ir su foto sonriente. El mejor rostro que ahora muestra la alcaldía son las obras. No hace falta más.

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