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martes, 22 de julio de 2014

Los detalles que nos faltan



Ya esta historia la he contado antes pero como sigue ocurriendo, ni modo.
Manejaba por la avenida Alberto Carnevali, en sentido Norte. Subía rumbo La Hechicera y cuando pasaba sobre el río Albarregas noté algo que me llamó mucho la atención, al punto que bajé la velocidad unos segundos para verificar que realmente lo que veía era lo que veía.
Se trataba de un detalle tal vez insignificante pero que expresa la forma cómo entendemos nuestras responsabilidades para con la ciudad, tanto aquellos que tienen la responsabilidad de  atenderla, porque esa es su función, como para aquellos que debemos cuidarla pero desde la perspectiva del ciudadano.
El asunto era que como parte de los planes de ornato que se ejecutan en los espacios públicos (siempre bienvenidos) la pintura de los brocales, puentes, postes y otras estructuras se cuenta entre las acciones.
Pues bien, alguien decidió que la pintura amarilla (que tiene una clara connotación de advertencia) y la blanca, se usarán de forma discrecional, es decir, que los obreros que tomaran la brocha escogieran el color que más les parecía y pintaran.
Lo que ocurre es que donde debieron pintar de amarillo (que indica prohibición de estacionarse) pintaron de blanco. Y al revés: donde debía ir blanco, pintaron de amarillo. Incluso el puente está pintado de blanco en la zona media, donde lo regular es la pintura amarilla.
Me sigue causando cierta tristeza comprobar que en muchos casos, no estamos dispuestos a buscar la excelencia de las cosas, a cuidar los detalles. Cuando viajamos a otras ciudades, a otros países, tal vez los que más nos llama la atención - y con lo que venimos echando el cuento - es la limpieza, el ornato, el orden… El buen vivir. Para mí esos son los detalles.
Dice Miguel Ruiz en su famoso libro Los Cuatro Acuerdos – en realidad una interpretación de la filosofía de los toltecas – que siempre debemos hacer el máximo esfuerzo. Escribe lo siguiente en el acuerdo número cuatro: “Haz siempre tu mejor esfuerzo. Bajo cualquier circunstancia, haz siempre tu máximo esfuerzo, ni más ni menos. Pero piensa que eso va a variar de un momento a otro. Todas las cosas están vivas y cambian continuamente, de modo que, en ocasiones, lo máximo que podrás hacer tendrá una gran calidad, y en otras no será tan bueno.
Cuando te despiertas renovado y lleno de vigor por la mañana, tu rendimiento es mejor que por la noche cuando estás agotado. Lo máximo que puedas hacer será distinto cuando estés sano que cuando estés enfermo, o cuando estés sobrio que cuando hayas bebido. Tu rendimiento dependerá de que te sientas de maravilla y feliz o disgustado, enfadado o celoso. En tus estados de ánimo diarios, lo máximo que podrás hacer cambiará de un momento a otro, de una hora a otra, de un día a otro. (…) Independientemente del resultado, sigue haciendo siempre tu máximo esfuerzo, ni más ni menos. (…) Limítate a hacer tu máximo esfuerzo, en cualquier circunstancia de tu vida. No importa si estás enfermo o cansado, si siempre haces tu máximo esfuerzo, no te juzgarás a ti mismo en modo alguno. Y si no te juzgas, no te harás reproches, ni te culparás ni te castigarás en absoluto. Si haces siempre tu máximo esfuerzo, romperás el fuerte hechizo al que estás sometido”.

Con respecto a la pintura de los brocales,  estoy seguro que allí no se hizo el mayor esfuerzo, tal vez porque no se consideró necesario. ¿Quién va a notar que algo se pintó de éste o de aquel color?...Pero se nota, como se notan los detalles que sumados nos hacen un mejor o un peor país, una mejor o una peor ciudad, mejores o peores personas.

domingo, 15 de junio de 2014

Mantener: buena señal





A pesar de los pesares, siempre he considerado que en Mérida hay una mínima conducta gubernamental a favor del mantenimiento. Lo demuestran obras como el propio Trolebús que a más de un lustro de operaciones, muestra, en general, un buen mantenimiento de sus equipos y estructuras.
Por supuesto que el estado de la infraestructura del trolebús no se debe a un comportamiento ejemplar de los usuarios. Aquí se debe ser crítico y asumir que el maltrato de los espacios del trole destaca y sobresale  por encima de la conciencia. Como en todo, hay gente muy respetuoso de los bienes públicos y hace el esfuerzo por no rayar, no arrojar basura, no entrar con paquetes y no afectar las unidades.

El buen estado se debe, entonces, a una política más o menos constante que permite que las vías, los equipos y las estaciones funcionen y den una impresión de orden. Bien por la gente de mantenimiento.

martes, 6 de mayo de 2014

Más soldados para la cultura ciudadana



Seré  breve. Leí un interesante artículo en el blog  COMO EN BOTICA, del estimado  profesor Humberto Ruiz,   quien como todos saben ha sido, entre otros cargos, Vicerrector Académico de la Universidad de Los Andes. En su escrito nos habla el profe Humberto de ciertos movimientos de tropas por los lados de  la Alcaldía de Libertador, más específicamente en   su Consejo Municipal.  No son tropas para la  guerra sino para ayudar a construir Cultura Ciudadana,  asunto  que,  a lo mejor, implicará no pocas batallas, muchas bajas y duros momentos.  Mérida es  el escenario y el destino de  esa intención. En su artículo Ruiz nos   cuenta de su incorporación como un comando más que se suma a ese propósito fundamental para hablar de verdadero sentido de ciudad. No digo  más.  Aquí está el escrito de Humberto Ruiz sobre Cultura  Ciudadana.

domingo, 17 de noviembre de 2013

En el 2014… ¿Seguirá reinando la basura?



Una de las ciudades más importantes de Europa estuvo, durante casi dos semanas, viviendo en  cuerpo y alma lo que los merideños padecemos desde hace meses: la acumulación de basura en cada esquina, en cada calle, en cada  plaza, en cada rincón de la ciudad.
Me refiero a la crisis de salubridad que mantuvo a la  capital española, Madrid, a un paso de declararse en  emergencia sanitaria. Este domingo 17 de diciembre, tras largas deliberaciones, las autoridades del ayuntamiento madridista y los sindicatos en pugna por lograr mejoras laborales, llegaron a un  acuerdo  que ha permitido suponer la vuelta a la normalidad, esto es: una ciudad que destaca por su limpieza y pulcritud pese a ser una las más pobladas del viejo continente con más de 3 millones de habitantes  (cantidad que  asciende a más de 6 millones si se incluye la  zona metropolitana).
La pestilencia, la presencia de alimañas, roedores así como el mal aspecto y aversión que semejante escenario produce en cualquier ser humano, fueron la nota resaltante de Madrid estos días de noviembre y pese a que ya el problema haya sido conjurado, puso en relieve algunas claves importantes sobre la   trascendencia del servicio de aseo urbano y domiciliario en las ciudades modernas.
Un primer aspecto que resulta evidente a partir de la crisis de la basura sufrida en Madrid durante estas dos semanas es que una ciudad -  sobre toda una de las proporciones de la capital de España - necesita de un servicio permanente y, digamos, profesional, de limpieza y recolección de desechos. Es decir, más allá de la conciencia cívica que los ciudadanos puedan manifestar llegará un momento en el cual se hará inviable la autorregulación de la producción de los desperdicios que diariamente genera la dinámica de la vida moderna, por lo que será impostergable la activación inmediata de los servicios de limpieza, so pena de terminar enterrados, literalmente, bajo la inmundicia.
Lo segundo es que los seres humanos, dados nuestros  hábitos de consumo actuales, somos verdaderas máquinas de producir desechos y que la huella que dejamos sobre el territorio, en cuanto a impacto ambiental, es proporcional al consumo y poder adquisitivo de los habitantes.
La crisis española demostró que pese a la vital necesidad de mantener la limpieza, la decisiones políticas, la gerencia, la gestión pública, juegan un papel  muy destacado en el camino de atender con urgencia este tipo de situaciones que puede golpear a cualquier ciudad y que la coloca contra las cuerdas en cuanto a su viabilidad como espacio para la vida. O sea: las crisis con la basura no son hechos anecdóticos sino verdaderas situaciones límites que deben ser atendidas. La clase política de Madrid lo comprendió a tiempo.
Ahora bien ¿Qué podemos tomar los merideños, Mérida como ciudad, de este ejemplo reciente de atención a una crisis generada por la basura, en este caso más allá de la inmensidad del océano Atlántico?
Parece claro que en nuestra ciudad el problema sigue campante, con la basura aún como dueña y señora de los espacios públicos.
Como los hábitos de consumo siguen siendo poco amables con el ambiente y como es imposible suponer una conciencia ciudadana que mitigue el impacto del mal servicio (asunto que de conseguirse sería a muy largo plazo) no queda otra opción que la acción decidida en el campo  de las decisiones políticas y de los entes de gobierno.

A las autoridades – sobre todo a las que asuman  la alcaldía de Libertador – les toca decidir en estas semanas si recibimos el 2014 con el rostro limpio o si las bolsas negras llenas de desechos sustituirán a las personas como los nuevos ciudadanos que caminan como si nada por las aceras. 

domingo, 20 de octubre de 2013

Mérida: 10 metas y muchos obstáculos





Hace unos días me referí en este espacio al problema que genera nuestra cultural inclinación a dar respuesta a los problemas mediante los famosos operativos. Concluimos con el hecho de que si bien los operativos están casi que “genéticamente” metidos en nuestra forma de  atender los problemas  que  nos  coloca la vida en ciudad, tal práctica nunca será mejor que la de organizar la actividad urbana  en función de la regularidad de las respuestas, no en el acto coyuntural, efímero y,  por lo mismo, poco efectivo de nuestros operativos.
Haciendo una lista breve de diez puntos, sobre cuáles son las áreas en las que suele emplearse la energía puntual de los operativos, nos conseguimos que básicamente se  refieren a limpieza y ornato. Hay otras áreas pero  esas son las más atendidas si a alguna autoridad le piden “hacer  algo por la ciudad”.  Es obvio que una escoba, una pala y una brocha obran milagros.
Siendo así, cualquier gobernante tendría que hacer espacio  en su agenda de trabajo para atender los siguientes diez puntos de acción gubernamental en pro de la ciudad: jardinería y poda, recuperación de fachadas, mantenimiento del mobiliario urbano, demarcación vial, iluminación pública, mejoras en la movilidad (vial y peatonal), plan de asfaltado o mantenimiento de calles y avenidas, atención a la ocupación de espacios públicos (vendedores informales, taxistas, motorizados) y mejoras en la seguridad pública.
Lo anterior es, para decirlo claramente, lo elemental, lo básico, lo obvio que deben hacer las autoridades municipales. Si a ver vamos, la atención a la salud, deportes, vivienda, gestión del riesgos, acceso a bienes, actividades culturales y recreativas, promoción de las artes, planes de desarrollo urbano, incentivo a la producción, desarrollo de servicios turísticos, atención a la ciencia y la tecnología, aumento y mejoras de las edificaciones escolares, todo  eso puede ser reclamado por la comunidad como necesidades urgentes y ¿Quién dice que no sea así?
Pero volvamos a lo obvio: esos asuntos que suelen atenderse cuando  hay que dar la impresión de que desde las oficinas de gobierno  se  hace algo… O sea la escoba, la  pala  y la brocha.
Aún con lo básico, cada acto de acción  debe tener en cuenta varios obstáculos que de no ser atendidos pueden echar por la borda incluso la más humilde de las acciones de atención, como puede ser barrer una  calle.
La lista de obstáculos supera con creces la de las acciones que deben emprenderse. Podemos mencionar, sólo para precisar a los enemigos claves de la gestión a: la poca o nula planificación, la falta de continuidad, la mala gestión de los recursos, la corrupción, el conformismo, la ineficiencia, la poca acción para concertar esfuerzos y voluntades.
Es decir, cada acción que se decida hacer para bien de la ciudad,  debe toparse con un ejército de obstáculos cuya misión siempre ha sido la de impedir que se concrete el acto de mejora urbana.
Quiere decir que las autoridades que llevan el control  del gobierno de la ciudad (sobre todo  aquellos  que desean ocuparse de la cosa pública) deben no sólo hacer su lista de acciones sino, a la par,  identificar en  el camino los obstáculos que sobrevendrán. Tal vez así podamos, por lo menos, sacar la escoba y hacerlo  bien.