domingo, 26 de febrero de 2012

La magia de una ciudad es que piense en la gente

NOTA: Este material es parte de mi columna semanal Nada por sentado publicada todos los lunes por el Diario de Los Andes: www.diariodelosandes.com.

Para Mérida los días de febrero son días de turismo. De ver a miles de visitantes que llegan a la ciudad a pasar el carnaval o a sumarse con los citadinos a las actividades de la Feria del Sol, evento este que, como sabemos todos los que acá vivimos, provoca el apoyo de unos y el rechazo de otros.

Los visitantes, aparte del dinero que le inyectan al aparato turístico, resultan ser excelentes termómetros para medir el grado de “humanidad” de la ciudad, en tanto espacio urbano.

Me explico: los que acá vivimos, metidos como solemos estar en nuestra cotidianidad, muchas veces pecamos por críticos acérrimos de lo que tenemos, asunto que no pocas veces resulta de una tremenda injusticia para con Mérida. Otras veces alabamos un supuesto bienestar que tal vez no exista.

Claro: quien padece la vida diaria de la ciudad – o quienes la disfrutan – son los primeros llamados a considerar la verdadera dimensión de temas como el transporte, la seguridad, la limpieza, los servicios en general. Pero una mirada externa, de quien no ha cultiva afectos o rechazos, puede ser bien significativa.

En ese sentido, la ciudad de Mérida logra salir, regularmente, bien parada ante la crítica de los turistas quienes suelen resaltar en sus comentarios el transporte público bien organizado, con buenas unidades y una frecuencia efectiva. Hablan de la seguridad y del buen estado de las vías, incluso de la limpieza y el ornato en parques y espacios públicos. Esa visión, claro está, puede ser o no compartida.

Si los turistas provienen de otras ciudades venezolanas es seguro que el resultado de la percepción hacia Mérida sea – casi siempre - positivo, tomando en cuenta que, en general, la mayoría de nuestras urbes adolecen de servicios de calidad.

Sin embargo, la medida del bienestar de la ciudad, o de la disposición o configuración de los servicios en torno a un criterio positivo, radica, fundamentalmente, en cuantos detalles estén pensados en la gente. Más que las palabras, son las obras, en su medida humana, las que hablan a favor de Mérida o de cualquier otra urbe.

Un ejemplo de una sola obra que delata una visión “humana” de la ciudad (pese a la perogrullada sobre la relación “ciudad” y “humana”) es el caso de las escaleras eléctricas instaladas en un barrio pobre de la ciudad de Medellín.

Según una nota de prensa “la barriada de Las Independencias I – en Medellín - es el primer sector urbano del mundo en el que han sido instaladas unas escaleras eléctricas al aire libre como solución a los problemas de movilidad de las personas.

Las 12 mil personas que habitan la zona disfrutarán los seis tramos dobles que han reemplazado a los 350 escalones de cemento que debían recorrer a diario para sus actividades de rutina”.

La nota agrega que “en Las Independencias I, que es uno de los veinte barrios de la conflictiva Comuna 13 de Medellín, hay casos patéticos de vecinos "confinados" en sus domicilios por su edad avanzada o condiciones de discapacidad. La funcionaria dijo que son casos de personas que "no pudieron volver a salir de sus casas porque, sencillamente, no tienen forma de hacerlo".

En fin: una obra alejada de las avenidas suntuosas y llevadas a la intimidad de los habitantes de un barrio. En este caso, más de 5 millones de dólares dedicados a que la gente se sienta atendida. ¿Tenemos nosotros ejemplos de acciones que ilustren la mentalidad cívica de los que llevan las riendas de la ciudad? De eso hablaremos en una próxima columna.

Para más información sobre las escaleras de medellín les invito a revisar esta nota y video de la BBC.

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