domingo, 1 de junio de 2014

La familia sana como escuela de ciudadanía




Este artículo forma parte de una serie de artículos elaborados por el Grupo de Investigación sobre el Espacio Público (Gisep) de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad de Los Andes, en el marco del Proyecto “Revalorización de la identidad del merideño a partir de su cultura, espacios y vida ciudadana” que emprende en conjunto con la Empresa Venezolana de Teleféricos C.A.  (Ventel). El objetivo de esta iniciativa es contribuir a la formación de ciudadanía a través del enriquecimiento de la vida urbana de la ciudad de Mérida, mediante el desarrollo de actividades culturales y turísticas en sus espacios públicos.


Dra. Nancy Freitez de Sardi (*)

Crecimos sabiendo que la familia es la unidad fundamental de la sociedad. Después supimos que la palabra se deriva del latín familia con que, en las sociedades esclavistas se denominaba el conjunto de criados de una persona. Luego se le dio el sentido de linaje y relación consanguínea en las sociedades monárquicas, hasta que llegamos al concepto antropológico-social de familia nuclear como el grupo formado por un padre, una madre y unos hijos, que se convierte en familia extendida cuando incluimos a los abuelos, nietos, tíos y sobrinos. También se ha adoptado para la clasificación taxonómica de especies vegetales y animales.

Pensar en Familia Sana, nos obliga a pensar en salud como el “completo estado de bienestar físico, mental y social y no solo la ausencia de afecciones o enfermedades” (Organización Mundial de la Salud, Preámbulo de su Constitución, 1948).Tener bienestar físico implica el disfrute de todos nuestros órganos y sistemas a la máxima capacidad de nuestro cuerpo, salud mental que se disfruta cuando logramos un equilibrio con nuestro entorno socio-cultural, donde está en primer lugar el núcleo familiar. Éste mundo de relaciones nos permitirá el disfrute del bienestar social y nos debe llevar al logro de la máxima armonía con el ambiente socio-cultural ya la valoración y respeto por la naturaleza.

Siendo así, la familia es la fuente fundamental de la siembra de valores que nos lleven hacia la salud  y para esto, deberá basarse en el amor que debe unir de manera indisoluble a un hombre y una mujer que asuman la creación de un ser vivo, como un acto responsable y sublime, acto que involucre el concepto de “maternidad y paternidad”, no como un  “accidente fortuito”, sino como lo más noble que nos permite nuestra naturaleza humana: dar vida a un hijo o hija a quien debemos desarrollar primero en el paraíso uterino del vientre materno y luego del parto, en el seno de una familia que sabe dar amor, protección, seguridad y alegría. Y es allí donde deben sembrarse los valores que permitirán la integración responsable a los nuevos escenarios: la escuela, donde los maestros deben mantener y reforzar los valores que los niños deben traer de su hogar y luego deben regir su conducta en los niveles educativos superiores, en el campo laboral y en cualquier ámbito de la sociedad y así merecer el digno calificativo de ciudadanos.

Pero… ¿Cuáles deberán ser esos valores? El respeto a su propia condición de ser humano y evitar cualquier riesgo que pueda hacer peligrar su salud física, el reconocimiento de las condiciones físico-naturales del paisaje, la existencia de otros seres vivos de la flora y fauna tanto visibles como microscópicos que cumplen un rol en el inconmensurable misterio de la vida y sobre todo la conciencia de la importancia de la convivencia con los otros seres humanos donde están presentes factores de riesgo como la pobreza, la discriminación y cualquier tipo de inequidad.

Es imprescindible el reconocimiento de las diferentes conductas individuales y los estilos de vida relacionados con los valores culturales que deben favorecer el fomento de su salud y la responsabilidad ciudadana que deberá ser asumida como una actitud permanente. Todas estas conductas individuales deben ser respaldadas por la acción responsable de un Sistema de Salud eficiente e integral que cumpla con su deber de garantizar dicha salud como Derecho Humano Fundamental, que es letra de la Constitución de muchas naciones del mundo y por tanto, es deber de los gobiernos y compromiso social del Estado, generar, propiciar y  sustentar todos los mecanismos para que éste derecho llegue a todos los ciudadanos favoreciendo las  mejores condiciones de educación, trabajo, vivienda, recreación y seguridad pública.

Solo así, con la siembra de valores y conductas saludables desde el núcleo familiar, podremos enfrentar la diversidad de factores que determinan la multicausalidad de los fenómenos mórbidos y lograr el mayor nivel de salud física, mental y social posible de una población para el disfrute de nuestros derechos con criterio de equidad en cualquier rol que nos toque desempeñar como ciudadanos responsables.

(*) Facultad de Medicina ULA






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