domingo, 13 de noviembre de 2011

Nada por sentado



Adelfo Solarte

Salud y saludos a todos

Casas muertas

No me refiero a la extraordinaria novela surgida de la pluma de Miguel Otero Silva y en la que quedó retratada la muerte de un próspero pueblo venezolano. Presto el nombre de “casas muertas” para indicar lo que – es mi percepción – ocurre en mente de muchos venezolanos en torno a la posibilidad de llegar a concretar el sueño de tener vivienda propia, un techo que los cobije, la casa de sus sueños.

Porque, vamos a estar claros, poseer vivienda en una aspiración tan genéticamente humana, como lo puede ser el nido para un pájaro. Este ancestral deseo de pisar “tierra propia”, está atado a la idea de seguridad, protección, de refugio.

Por lo anterior, no es extraño suponer que sea la vivienda uno de los temas al cual todo gobernante que se precie de tal, dedique sus mayores atenciones, sobre todo en países como el nuestro, en el que una buena parte de la población presiente que se irá de este mundo sin haber alcanzado esa satisfacción primaria y justamente (de justicia) humana como lo es el hogar propio.

La imagen de la casa muerta como opción, como posibilidad, irrumpe en el imaginario del pueblo cuando el discurso oficial choca con la realidad que circunda el día a día de la gente.

Por ejemplo, pese a que el gobierno ha hecho esfuerzo por activar planes, misiones, estrategias, dirigidas a armar megas proyectos para la construcción de viviendas, el asunto no ha pasado, hasta ahora, de un deseo inacabado, que empieza a revelar a muchos ciudadanos que la posibilidad de que esa intención gubernamental prospere parece estar detenida por la corrupción, la ineficiencia u otras trabas de difícil superación.

Esa constatación de que hay “fuerzas” que se imponen a la estrategia nacional de construcción de viviendas, ha sido aludida por el propio Presidente Hugo Chávez Frías en no pocas ocasiones. Considera el Presidente que esa deuda no ha sido saldada con el pueblo, habiéndose tenido el tiempo suficiente como para, al menos, haber puesto en marcha una acción coherente de construcción.

Porque para solucionar el problema de la falta de vivienda lo único que puede hacerse en construir viviendas, aspiración políticamente no alcanzada no sólo por este gobierno, sino por sus predecesores.

Pero…¿Existe la posibilidad de dotar de vivienda a la gente – sobre todo la más humilde – sin pasar por la acción de construir nuevas casas, nuevos apartamentos…? Da la impresión, en este sentido, que existen sectores en el gobierno que estiman que hay en el país un número de viviendas ya construidas que, sumadas, pueden apuntalar la idea de darle techo al que no lo tiene.

Suponiendo que este deseo de buscar y ubicar viviendas ya construidas sea movido por la más profunda preocupación humana de hacer del poder un instrumento de justicia social, la estrategia comienza a mostrar signos de inalcanzable empresa, ante la reacción natural de los propietarios de esos inmuebles, que ven ahora al gobierno como una especie de Robin Hood de inaceptable presencia en una sociedad regida por leyes y por la existencia (se supone) del derecho a la propiedad privada.

Claro que deben haber miles de apartamentos sólo dedicados por sus dueños a la opción vacacional; otros que han sido convertidos en posadas, hoteles y otras alternativas de la industria turística; miles son alquilados por dueños que poseen varios inmuebles con ese destino, ciertamente mercantil pero no por ello ilegal. Qué existe injusticia en todo esto… ¡Pues claro! Pero la fórmula para saldar la deuda o al menos hacer que el sueño habitacional aterrice parece basarse más en la eficiente acción de construcción de nuevos inmuebles, que en la dura tarea de arrancar esos techos ya construidos y ponerlos encima – en el mejor de los casos – de quien los necesita.


DE LAS PORTADAS

Cultura navideña

Los venezolanos somos amantes del adorno, de las luces. Lo somos porque eso nos refiere a alegría. Por ejemplo, en cada pueblo de la geografía merideña, llegado el momento de las fiestas en homenaje al santo o la virgen del lugar, las calles y casas se acicalan para presentar la mejor imagen ante propios y visitantes. Así somos.

Ahora que viene diciembre, los habitantes de la ciudad de Mérida aspiran un gesto creativo de la alcaldía y de la gobernación, para hacer de Mérida un lugar agradable y vestido de fiesta para el fin de año. Aunque, pensándolo bien, con que arreglen las luces de las calles y avenidas, mucho harían por lograr esa deseada imagen de festividad.


Mi correo está a la orden:

adelfo.solarte@gmail.com

Sígueme en Twitter: @adelfosb

Encuéntrame en Facebook. Adelfo Solarte

No hay comentarios: