domingo, 25 de mayo de 2014

Trolebús: a paso lento pero llegamos




Recuerdo que cuando se iniciaron los trabajos del trolebús, en su etapa de la avenida Andrés Bello, aún este servidor trabajaba en el diario Frontera, periódico ubicado en Ejido, y ya que yo vivo cerca del centro de Mérida, el hecho de trasladarme hasta el trabajo me daba la oportunidad de monitorear casi a diario el avance de la obra. Hablo del año 2003, hace 11 años.
Habían muchos supuestos que en aquel entonces animaban (y aún hoy justifican) una obra de la magnitud del trole.
Por ejemplo, se afirmaba, en base a datos técnicos e incluso a experiencias previas de transporte en otras ciudades, que el trolebús, en tanto sistema, mejoraría la oferta del transporte para los habitantes de la zona metropolitana, hoy habitada por casi medio millón de personas.
¿Específicamente que quería decir lo anterior, en torno a las mejoras? … Bueno, que habría más unidades, que tales autobuses serían más modernos, más cómodos, más seguros. Que bajaría la contaminación ambiental ya que las unidades no generarían gases contaminantes, no emitirían ruido debido a que esos autobuses funcionan con electricidad, lo que reduciría o incluso eliminaría cualquiera de los efectos dañinos clásicos en buses de tecnología tradicional.
Todo lo anterior se ha cumplido y quien tenga dudas sólo tendría que hablar con los usuarios frecuentes del trole.
Pero otros supuestos aún no se han cumplido, básicamente porque este sistema de transporte masivo de la ciudad de Mérida sigue su lenta, tal vez lentísima, construcción, casi rivalizando en demoras y atrasos como los que vemos en el Sistema Teleférico, otra de las grandes obras que se construyen en suelo merideño a ritmo de somnolencia.
Y es que, como hemos afirmado en otros escritos previos sobre el trolebús, para que este servicio pueda apreciarse en toda su integridad y presuntos beneficios, tiene que mostrase como sistema, esto quiere decir a partir de una serie de rutas definidas que crean un circuito alimentado de manera constante y regular, al que se unen e integran de forma armónica el resto de la dinámica de transporte y en el que la transitabilidad y movilidad de toda la ciudad está construida y definida en función de apoyar al sistema.
Por ahora, lo que vemos del trolebús es parte de una sola línea. En este caso se trata de la Línea 1, que  lleva culminada dos etapas y de la que hace unos días se anunció una nueva etapa, la que podríamos definir como la tercera y última. En el proyecto inicial la Línea 1 seguía desde el sector Paseo de La Feria hasta La Hechicera, pero en el nuevo enfoque esa parte desde el centro hasta La Hechicera se denomina Línea 2.
En fin, no hay sistema al cual calificar, hay un pedazo, una porción, una parte de ese sistema, lo cual deja al trolebús en un estado de expectación general, ya que los que critican esta propuesta de transporte se basan en los precarios beneficios generales que el trole ha traído para la zona metropolitana en materia no sólo de transporte sino también de ordenación urbana.

En lo personal no soy opositor del trolebús, sino más bien un ciudadano entusiasta de los favores prometidos por el trole. Ahora que comenzó la parte final de la línea 1, vamos a darle al trole el beneficio de la duda y dejemos que al menos esté lista la primera de sus líneas, eso sí, con la crítica amarga de que tales anuncios de finalización de la primera línea llegan 13 años después que los trabajos se iniciarán un 6 de marzo del año 2001.


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