lunes, 23 de abril de 2012

Morir por la “sensación de violencia”

NOTA: Este material es parte de mi columna semanal Nada por sentado la cual se publica todos los lunes en el Diario de Los Andes. La dirección electrónica del Diario de Los Andes es: www.diariodelosandes.com.ve (Ir a la sección Mérida)

Algunos funcionarios de gobierno – de cuyos nombres no quiero acordarme – soltaron una de las frases más rebuscadas en eso de dar justificación al clima de inseguridad que vivimos todos los venezolanos: “En Venezuela lo que existe es una sensación de violencia”. Con ese giro retórico, tan adornado como un templo barroco, intentaban decir estos funcionarios que en realidad nuestra Venezuela no es un sitio inseguro (o no más que otros países).

Lo que pasa, al decir de ese estrafalario pregón, es que leer y ver en los medios tantas notas sobre homicidios, robos, violaciones, atracos, secuestros y otras manifestaciones de la violencia, crea la “sensación” de que hay un hampa desatada. Dicho de otra manera: los 14 mil homicidios que se produjeron en Venezuela en 2010 (38 diarios) nos produjeron esa extraña sensación de inseguridad la cual no debería preocuparnos porque ¿Quién ha visto que alguien se muera por una sensación?

Por supuesto que ese esperpento argumental para explicar la violencia, no pasó de una cantinflada y para cada uno de los ciudadanos que vivimos en Venezuela, el asunto sí tiene la crudeza, la dureza, de un hecho cierto, comprobado y en alza. La violencia no es una sensación: está allí afuera, en las calles de todas nuestras ciudades, Mérida incluida, pese a que aún en nuestro estado y ciudad podamos asomar la cabeza con cierto grado de seguridad.

No puede existir sosiego para pensar en un mejor país, en “echar pa´lante”, en ser mejores, en mejorar nuestra calidad de vida, si buena parte del tiempo y de los recursos los gastamos pensando en el cómo vamos a evitar que nos atraquen, que nos roben, que nos secuestren, que nos hieran, que nos maten.

Además, quisiéramos creer que nuestra casa robada, nuestro apartamento vulnerado, el carro que nos quitaron, el amigo que secuestraron, el vecino que asesinaron, son sólo espejismo fruto de nuestra exposición a los medios. Pero no: incluso, con todo y el amarillismo del cual hacen triste gala algunos medios informativos, la realidad es más contundente, más cruda.

Por otra parte, allí están las cifras que nos ubican a la cabeza de la criminalidad en el mundo. La media de homicidios en Europa, Asia y Norteamérica es de 7 por cada 100 mil habitantes. Pero, según datos oficiales, Venezuela registró una tasa récord de 48 homicidios por cada 100.000 habitantes en 2010, según cifras presentadas por el Observatorio Venezolano de Violencia, organización para la cual esos datos oficiales se quedan cortos ya que en realidad la cifra de asesinatos del año pasado se situó en 57 por cada 100.000 personas, con 17.600 homicidios.

Oficiales o no oficiales, cada venezolano tiene mayores posibilidades de caer víctima del hampa que cualquier habitante de un país europeo o incluso de otras naciones suramericanas.

Según la ONU, los hombres jóvenes entre 20 a 29 años que viven en ciudades son los que más probabilidades tienen de morir de forma violenta (con una tasa de 21,1 por cada 100.000).

Necesitamos unirnos contra la violencia. Eso implica, entre otras acciones, no sólo la reactividad ante el hecho de sabernos amenazados, sino la acción social, ciudadana, que exija a los entes públicos el cumplimiento de una responsabilidad esencial: la de preservar la vida de sus habitantes.

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